La intendencia de Aldoney y Martínez
En lo que será la última semana de gobierno del segundo período presidencial de Michelle Bachelet, ad portas del cambio de mando del próximo domingo 11, una extraña paz parece cernirse sobre la Región de Valparaíso, en la cual el proceso de entrada y salida de autoridades se asimila bastante a los republicanos gestos que se han visto entre los ministros y futuros titulares de cartera a nivel nacional.
Ello habla muy bien de nuestras instituciones, pero también de la estructura democrática que ha construido el país, en la cual pueden verse varias coincidencias (como es el caso de las entrevistas de hoy al intendente Gabriel Aldoney y su sucesor, Jorge Martínez) en torno a las necesidades y prioridades de nuestras ciudades.
En ambos casos, sin embargo, se coincide también en la poca renovación de liderazgos zonales. De hecho, Aldoney fue retirado de sus cuarteles de invierno en la comodidad del sector privado para colaborar en la segunda parte del gobierno de Michelle Bachelet, cuando éste hacía agua tras la salida de su ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, y su compañero de Hacienda, Alberto Arenas. En la pasada, también fue el turno de caer de su antecesor en el piso 19, Ricardo Bravo. Sobre Martínez, la historia tampoco es muy distinta. Luego de mucho hurgar, la centroderecha y también la izquierda coinciden en que no había mejor nombre que él para conducir la Región de Valparaíso en esta segunda administración de Sebastián Piñera, en la cual -pese a que se evite decirlo- las expectativas son cada vez más altas, sobre todo después de los variados latigazos portuarios e inmobiliarios sufridos por Valparaíso, la crisis de madurez que sufre Viña del Mar y los postergados sueños de conectividad y salud de varias comunas del interior.
Repetimos: es una sensación de paz extraña. No porque esto sea una guerra, sino porque por primera vez un intendente regional cuenta con la buena fe de todos los sectores políticos. Sabemos, claro está, que tal luna de miel se acabará algún día, ojalá más tarde que temprano, pero si Jorge Martínez logra congeniar su entusiasmo y capacidad de trabajo con el legado que -pese a todo lo que se pueda decir- deja Gabriel Aldoney; consigue asimismo la sinergia necesaria con los alcaldes Sharp, Reginato, Viñambres, Sabat, Vera y otros; además de mantener su reconocida buena relación con los gremios y el empresariado, ello sólo puede traer réditos para la sociedad civil.
Por lo pronto, ni Martínez ni Aldoney han sacado la cuenta, pero entre ambos tendrán -si el primero renuncia para postular al cargo de gobernador regional- dos medios períodos, es decir, una administración compartida de casi 4 años, en la cual bien podría el hoy flamante RN complementar lo bueno que hizo el patriarca socialista.