El pueblo chileno, con su carácter débil y apocado, siempre ha sido muy sensible a la influencia extranjera. En los tiempos que corren, eso se observa relevantemente en el habla común, plagada no tanto de extranjerismos, sino más bien de palabra y frases extranjeras adoptadas para expresar los más vulgares mensajes, como son aquellos de la propaganda comercial escrita y hablada. La lengua entonces preferida es el inglés, bajo forma estadounidense, incluso con sus modismos, aunque uno puede sospechar que quien profiere o escribe las expresiones de que se trate, ignora del todo esa lengua (y otras). En ocasiones encontramos preferencia por otros idiomas; como he visto en lugares públicos de pretensiones italianas, en cuyos avisos se lee "café", con una "f" y acento agudo en la "e", en circunstancias que el italiano no conoce tal acento y más que en contadas ocasiones al final y siempre bajo forma grave, como "città" o precisamente "caffè" (por lo demás con dos "efes"). En una oportunidad pedí en castellano un "café con leche" y el muchacho que atendía me dijo ¿Un "caffè latte?" y yo le respondí : ¡Ah! Lei parla l'italiano". Por cierto, el muchacho permaneció completamente confundido y no atinó a nada.
Pero volvamos al inglés de los Estados Unidos, tan profusamente empleado en la propaganda en Chile; y en tal abundancia, que a veces uno se pregunta si los chilenos son un pueblo anglo- o castellanoparlante, por más que, en este último caso, la lengua castellana no salga en todo caso muy bien parada.
Suelo atribuir este feo vicio a los diseñadores y publicistas, a quienes no se les enseña la lengua materna en sus centros de formación. Como la publicidad es un oficio que se ha desarrollado sobre todo en el mundo del comercio masivo, promovido inicialmente en los Estados Unidos (y después expandido), los que practican ese oficio en otros lugares creen que todo ha de ser en la lengua del pueblo donde se originó.
Los lectores atentos, que hayan observado el fenómeno que comento, se habrán percatado de que no se trata del uso de una que otra palabreja, sino de oraciones completas, y hasta de discursos extensos, como si el lector hubiera de comprenderlos. En este mal también ha tenido su dosis de influjo la creencia de que el inglés es una lengua superior. El acaecimiento se ha dado muchas veces al menos en la historia de la América hispana. Sirve de oportuno ejemplo el caso del federalismo. Como esta forma política se inventó en los Estados Unidos y el país al cual se aplicó fue bastante exitoso en lo económico, los políticos del Sur creyeron que tal éxito había sido causado por el federalismo y durante varias décadas trataron de imponerlo en sus países con la esperanza de conseguir resultados semejantes. Todavía existen unos "Estados Unidos Mexicanos" y una "República Federativa do Brasil"; hasta fines del siglo XIX hubo unos "Estados Unidos de Colombia"; en alguna oportunidad ha habido una "Confederación Argentina" y este país sigue siendo federal, al menos según su constitución; como bien sabernos igualmente en Chile intentó establecerse el federalismo, que rigió unos pocos años en el papel de las leyes que lo establecieron en el primer tercio del siglo XIX. La realidad se impuso entonces sobre los extravíos de la ideología.
Alejandro Guzmán Brito
Catedrático de universidad, abogado