Emocionalidad, acuerdos y un circo emplumado Recuperación económica post Bachelet Las ideas importan
La causa de la libertad tiene sentido, pero para que triunfe debe estar secundada por personas dispuestas a defenderla sin complejos.
Este cambio de mando pareció ser una obra a tres actos, que sucedían en mundos paralelos. Por una parte, la emocionalidad de una Michelle Bachelet que dejaba La Moneda por última vez, con una especie de alivio inconsciente que se le notaba y que le permitía volver a tener la soltura y el carisma que alguna vez tuvo, mucho antes de que su hijo y nuera le aguaran el gobierno.
Por otro lado, un Sebastián Piñera que parecía alguien muy distinto al que juró en 2010, bastante más mesurado, ponderado, como si los cuatro años que estuvo fuera y la virulencia que caracterizó la campaña lo hubieran serenado y hecho madurar políticamente.
Ayer -al menos en sus intervenciones durante el día- el nuevo Mandatario parecía más calmado que cuando llegó al Congreso hace poco menos de una década. Pese a que las piñericosas no podían estar ausentes de la jornada y la caída de la piocha de O'Higgins pusieron la cuota de humor, el jefe de Estado arribó con un discurso bastante más tranquilo, consciente de que en el escenario actual necesitará de consensos y acuerdos, alejados del concepto del "gobierno de los mejores" que caracterizó su asunción anterior.
Ciertamente hubo semejanzas. Piñera sabe que la política se trata de símbolos y así como en 2010 su primera actividad fue viajar a las zonas afectadas por el terremoto que había azotado el país unos días antes, ahora su prioridad estuvo en los niños del Sename, uno de los pocos temas en los que podía encontrar consenso per se.
En ese escenario, recalcó su concepto central e hizo un llamado al complejo Congreso con el que deberá lidiar: se debe realizar un esfuerzo transversal para "sumar todos al mismo buque".
En paralelo -o más bien momentos antes de la llegada de Piñera-, en la sede legislativa se vivía la asunción de los nuevos diputados y senadores. Y ahí sí que todo el espíritu republicano, la calma y el llamado a acuerdos tambalearon.
Como decía alguien en redes sociales, da lo mismo cómo se vistan los parlamentarios, mientras realicen su trabajo en pos de la ciudadanía. Pero lamentablemente, algunos nuevos legisladores le dieron un carácter de show a este acto solemne. Y no hablo con esto del vestuario escogido por Florcita Motuda, que causaba risa pero no dañaba a nadie.
El problema estuvo más bien en las palabras revolucionarias de bolsillo de Pamela Jiles, que parecía salida de otro planeta, uno muy farandulero, donde ella, completamente envuelta en plumas, recurría a un popurrí de eslóganes baratos y ponía énfasis en la guerra que pretende librar en el Congreso. ¿En serio piensa en guerra cuando habla del lugar donde se debe "parlamentar"?
Son cuatro años los que deberá legislar este Congreso y gobernar este Presidente. Un periodo en que -como dijo Piñera- se requerirán acuerdos. Ojalá prime precisamente la sensatez, la unidad, los Florcita Motuda con su vestimenta extraña y mensajes pacifistas. Pero por ningún motivo las Pamela Jiles y sus plumas guerreras televisadas.
Expectantes por los "tiempos mejores", podríamos tener una recuperación económica más lenta de lo que quisiéramos debido al daño causado por el Gobierno de Bachelet, que va desde importantes temas desatendidos, "reformas" mal hechas, hasta un déficit fiscal que nos tomará años en subsanar.
Bajo el escenario de un crecimiento promedio inferior al 2,0% logrado por el Gobierno de Bachelet , el Presidente asume el desafío de sacarnos del estancamiento, no obstante, moderó las altas expectativas que se tienen de su gobierno, lo que me parece un error.
Lograr "un millón de empleos", como en su mandato anterior, son metas que vale la pena replicar y por qué no, sí en su período anterior logramos crecer en promedio sobre un 5%, por qué no hacerlo a un 6% en este.
Las proyecciones para este año son de un crecimiento del 3% sustentado en un mejor precio del cobre (3,06 USD/Lb. promedio anual) y una base de comparación baja. De continuar las condiciones actuales, lograremos crecer, en promedio, durante el segundo mandato de Sebastián Piñera un 4,8%.
Creo que nuestro potencial, de ocupar nuestros recursos y talentos, es por sobre un 6% y también creo que es la meta que este gobierno debe imponerse; lo necesitamos.
Sin duda que hay temas que subsanar, para crecer a nuestro potencial. La gestión de Hacienda, en el Gobierno de Bachelet dejó lecciones que deben ser atendidas: El Gasto Fiscal, su monto y financiamiento, son temas muy importante como para dejarlo en manos políticas. La regla del superávit estructural debe permitir el financiamiento de largo plazo y evitar el endeudamiento fiscal. Conjuntamente la eficiencia del gasto debe normarse y los impuestos, por desgracia, deberán modificarse, nuevamente.
El escenario internacional cambió, los impuestos van en retirada y podría haber una guerra tributaria, que beneficie a Chile.
Chile dejó, hace mucho tiempo, de ser líder en Latinoamérica en desarrollo económico. Países como Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay y Uruguay están en mejor pie que nosotros captando la inversión internacional que no llega a Chile. En este escenario de pérdida de competitividad Trump ha iniciado una guerra arancelaria que ha llevado a países europeos y asiáticos a disminuir sus impuestos y pronto será el turno de Latinoamérica y Chile, no será la excepción.
Si el desafiante escenario internacional fuera poco, los cambios en Chile y sus necesidades han sido desatendidas: Trabajo independiente, igualdad de genero, clase media, las energías renovables, el turismo, la gestión hídrica, etc. Son temas que fueron olvidados y que hoy se vuelven críticos para lograr un crecimiento económico vigoroso, sustentable y de largo plazo.
Las necesidad de reparación que deja el Gobierno de Bachelet, junto a los desafíos desatendidos del país y el nuevo escenario internacional son los elementos que el nuevo gobierno deberá gestionar para lograr nuestro potencial y con ello, los tiempos mejores que nos han prometido.
Sebastián Piñera asumió nuevamente la Presidencia de la República, pero lo hizo en un contexto radicalmente distinto a 2010. Esta vez ganó con una mayoría contundente que lo perfila como el tercer mandatario más votado de la historia de nuestro país y también se enfrenta a un adversario distinto, pues la pauta dentro de la izquierda ya no la fija la Concertación sino el Frente Amplio.
Piñera debe demostrar que aprendió la lección y que dará un rol central a la política, entendida como una actividad noble que involucra siempre la difusión de ideas. Ya no sirve un gobierno insípido que sólo busque gerenciar el Estado, sino uno que sea capaz de sentar las bases del Chile del futuro. Para eso no basta con las buenas intenciones, sino que se tiene el deber moral de actuar conforme a principios.
Las ideas importan porque actúan como brújula en las horas más oscuras -todos los gobiernos las tienen-, sin ellas la política pierde el sentido, queda vacía. En su administración pasada ya sucumbió frente al poder de las encuestas y la obsesión por caer bien. Pero tiene su revancha, un lujo al que muy pocas personas pueden acceder. El desafío está en convencer a los chilenos de que la vía del progreso es la indicada para mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, especialmente de los más pobres.
Los nombres del nuevo gobierno fueron un buen primer paso. Es efectivo que las personas designadas tienen experiencia y convicción, pero los nombres no bastan. Todavía no queda claro cuál será el proyecto político sobre el que se levantará la nueva administración. Ojo, Piñera no solo tiene la obligación de sacar al país del estancamiento, sino también la misión histórica de perfilar la centroderecha de las próximas décadas.
El Frente Amplio no es la Concertación y eso es importante tenerlo claro. La centroizquierda de los noventa fue capaz de consensuar con la Alianza por Chile un camino para el crecimiento del país y era capaz de reconocer las virtudes de su adversario. Boric, Jackson y compañía quebraron ese consenso, renegaron de la Concertación y son capaces de negar la sal y el agua al gobierno con tal de cumplir su agenda. La única forma de enfrentarlos es con un proyecto que pueda proponer a los chilenos una alternativa ética, política y económicamente. Un camino más lento, pero seguro.
La causa de la libertad tiene sentido, pero para que triunfe debe estar secundada por personas dispuestas a defenderla sin complejos. Hoy no es tiempo de renegar, sino de asumir el desafío de sentar las bases para el Chile del futuro con instituciones sólidas, mercados abiertos y ciudadanos empoderados. Hoy es cuando y aquí es dónde.
Juan Pedro Lührs
Gerente Regional de FPP Valparaíso
Economista
Máster en Comunicación Estratégica
Directora Escuela de Periodismo
Universidad Adolfo Ibáñez
Campus Viña del Mar
Alejandro Maureira B.