El poder intelectual de Millas
Jorge Millas (1917-1982) fue el filósofo de la universidad chilena del siglo XX. Compañero de colegio con Nicanor Parra y amigo en la adultez de Eduardo Frei Montalva, su intensa vida pública y discreta vida privada se despliega en "La Alegría de Pensar" (UACh), biografía escrita por María Elena Hurtado.
¿Cómo nace y se cría un filósofo? Como toda la gente, señala la biógrafa de Jorge Millas, Maria Helena Hurtado. Pero este es un niño de Avenida Matta que parece signado por la fatalidad. Al cumplir cinco años muere su madre y cuando es un joven fallece de meningitis su único hermano. Pese a todo, tiene una avidez intelectual extraordinaria. Leyendo se forja su propio camino, agarrando los libros de la biblioteca de su liceo de San Bernardo, hacia donde se había mudado con su padre.
Al ingresar al Internado Barros Arana se enfrenta a otro mundo, mucho más diverso pero fundamental en su formación. Tras algunos años, publicando poesía sobre la contingencia, obtiene la Licenciatura en Filosofía. Luego parte a perfeccionarse a Estados Unidos y ejerce en Puerto Rico. De vuelta en Chile, en 1950, comienza a hacer clases en la Universidad de Chile. En 1960 publica "Ensayos sobre la historia espiritual de Occidente", que recibe el Premio Atenea de la Universidad de Concepción y el Premio Municipal de Literatura. Cuatro años después comienza a trabajar con el Presidente Eduardo Frei Montalva. Sus estudios de Derecho le permiten también hacer publicaciones acerca del área.
En 1967, acorralado por rechazar la reforma universitaria, abandona sus cátedras. En ese momento se convierte en un intelectual público y discute frontalmente la reforma de educación superior. En los setenta, abandona nuevamente la universidad por no poder ejercer su labor con la independencia que él esperaba. En la misma década sería el encargado de construir una unidad académica humanista para la incipiente Universidad Austral. Viaja frecuentemente a Valdivia, ciudad donde han rescatado su legado con pasión.
Un hombre como pocos
María Elena Hurtado, periodista, realizó esta biografía en dos años: "Partí haciendo entrevistas a Frederic Smith durante un año en un café. Él trabajó con Millas en la Universidad Austral, compartió oficina. Hay otros contactos que también entrevisté, leí sus libros. Hubo una revista especial de la Universidad de Valparaíso, en la que escribían de él personalidades como Jorge Edwards".
- Su difunto primer marido fue alumno tesista de Jorge Millas, ¿cuál era la relación que establecía con los alumnos?
- Era bien cercano, accesible. Él aceptaba conversar con alumnos que estaban a favor de la reforma a la Universidad de Chile. También en otros casos no daba tanto espacio. En el lanzamiento del libro (este libro) un ex alumno contaba que se había tratado de acercar pero Millas no le había dado pelota. Era así.
- ¿Influyó Nicanor Parra en el devenir literario de Millas? Fueron compañeros en el INBA, Millas parte siendo un poeta dramático que deriva en la filosofía y póstumamente se transforma en un prosista de humor.
- Hay un capítulo entero sobre la poesía de Millas. Él tenía el instinto de la literatura y eso lo guardó. Cuando estaba en la Universidad Austral se juntaba en el café Paula con los intelectuales o iban a la casa de un profesor. Millas contaba historias del gato Risón y los hacía reír mucho. No le dijo a nadie que estaba escribiendo el libro "Escenas inéditas de Alicia en el país de las maravillas". Eso demuestra versatilidad, lo extremadamente ingenioso que era. Millas en el INBA le rechazaba las cuentos a Nicanor Parra, que debe haber tenido su personalidad. Ese intercambio es muy entretenido.
- ¿Cómo era la relación con el Presidente Frei?
- Frei era extremadamente culto, un conversador genial. Ellos se avenían no por la parte política, sino por la intelectual. Era una relación personal de hombre a hombre, por los intereses y la manera de pensar.
- Usaba cuartillas amarillentas que escribía por el reverso para sus clases. Él vivía en la estratósfera, no se preocupaba de cómo andar vestido. Mientras todos los profesores llegaban de chaquetita azul, él era un despelote. No puede haber sido mezquino si adoptó un hijo y tres nietos a los que se dedicó de forma extraordinaria. No era mezquino: no tenía plata.
- ¿Cree que si no hubiese salido de la universidad habría vivido más tiempo?
- No solo es por la universidad, él se murió muy temprano y dejó muchas cosas inconclusas. Da una pena atroz, porque no hay muchos hombres como él. Le faltó tiempo.
Humo de cigarrillo
Uno de las fuentes de "La Alegría de Pensar" es Agustín Squella, señero profesor universitario, escritor y abogado que compartió en los últimos años con el filósofo: "No puedo decir que haya sido amigo de Jorge Millas. Le traté personalmente sólo durante sus dos últimos años de vida, en especial a raíz de la fundación en Valparaíso, el año 1981, de la Sociedad Chilena de Filosofía Jurídica y Social, de la cual fue él uno de los socios fundadores. Hasta el día de hoy lamento que no hayamos jugado la partida de dominó que acordamos varias veces. Íbamos a jugarla en el Bar Inglés de Valparaíso, pero nunca llegó a realizarse.
- Cuenta esta biografía que usted se quedó fuera del funeral de Jorge Millas.
- Un grupo de académicos de Valparaíso fuimos a Santiago con ese motivo, pero cuando llegamos allá, la iglesia estaba completamente llena. Llena de amigos, de colegas y de discípulos del filósofo, pero también de personas que querían expresar su admiración y solidaridad con la figura intelectual y política en que se transformó Millas.
- ¿Es posible hoy que un filósofo sea amigo de un presidente como Millas con Frei?
- Por cierto que es posible, y ese es un muy buen ejemplo. Claro que Frei, a diferencia de lo que suele ocurrir con los políticos, tenía también un lado intelectual. Frei hacía políticas, pero también leía, pensaba, escribía, publicaba, o sea, era tanto un hombre de pensamiento como de acción. El propio Millas solía citar una idea de Henry Bergon: "Los hombres de acción deberían comportarse como hombres de pensamiento, y los de pensamiento como si fueran hombres de acción". Y eso porque la acción sin pensamiento es vacía, errática, mientras que el pensamiento sin acción se vuelve casi siempre estéril, infértil.
- Se traza en la biografía una personalidad misteriosa de Millas, ¿nos la podría ilustrar con alguna anécdota?
- Millas me pareció a mí un hombre tremendamente reservado, incluso tímido, como si tuviera algunos secretos que quería mantener sólo para sí. Se apoyaba en un cigarrillo que mantenía casi siempre encendido y encogía un poco los párpados cuando el humo del tabaco le llegaba hasta sus ojos. Vestía siempre con colores oscuros, camisa blanca, corbatas discretas, y daba sus clases, al menos las privadas de Viña, a partir de unos apuntes manuscritos en los que había trazado una letra firme y menuda.
El genio de la filosofía
Maximiliano Figueroa, catedrático de Filosofía, compiló las entrevistas a Millas en "Irremediablemente filósofo", editadas el año pasado por la misma Universidad Austral. Él rescata el ejemplo del profesor desde su mensaje: "Se le consulta al filósofo qué le ha enseñado la vida. Su respuesta fue que el bien más preciado que podemos perseguir es la bondad, más que el saber. Dicho por un hombre dedicado toda su vida a la tarea intelectual, la respuesta tiene un especial valor, encierra una sabiduría vital. Si la tomáramos en toda su profundidad, quizá veríamos que implica otro paradigma para la vida personal y social, otra forma para orientar la educación, una jerarquía distinta para indicar lo que más importa en un ser humano".
- Una de las relaciones que revela "La Alegría de Pensar" es la de Millas con Nicanor Parra y Luis Oyarzún. ¿Cómo cree que se potenciaron estas notables individualidades con la amistad?
- Amantes de la poesía, de las ideas, con sentido de compromiso con el país. Sus tertulias eran prolongadas pero con escasos recursos, de hecho les decían los "inmortales", porque no tenían donde caerse muertos. Ironía o paradoja, han ganado esa suerte de inmortalidad que una sociedad puede otorgar, la inmortalidad del recuerdo, un sitio en la memoria.
- En 1980 a Millas se lo considera el chileno más brillante en una encuesta de "El Mercurio", ¿Cómo podríamos explicarnos tal valoración?
- En esa elección participaron premios nacionales de las distintas áreas. Sin embargo, cuando Millas fue consultado, sólo río e ironizó. Sostuvo que las formas de la inteligencia son tan variadas que tal elección es discutible en su sentido, que hay una sabiduría más allá de los laboratorios y claustros universitarios encarnada en la gente común y a la que cabe atender también para aprender.
- Millas comenzó a publicar a los 19 años. Hoy parece improbable que alguien se anime con un ensayo filosófico a esa edad.
- Ortega y Gasset decía que el niño prodigio puede darse en la música y en las matemáticas, pero no en la filosofía. Y si bien tiene razón, Millas con sus artículos tempranos, con su ponencia "Teoría del pacifismo" leída en una convención estudiantil en Washington el año 38, o con su juvenil libro "Idea de la individualidad" se acerca mucho a una impresionante excepción.
millas fue compañero de parra en el inba, donde le rechazó los cuentos que el antipoeta quería publicar en una revista.
María Elena Hurtado
Ediciones UACh
160 páginas
$13.000
La Alegría de Pensar.
"El gurú hermético"
Hirsutas cejas casi le tapaban los ojos que, en sus últimos años, sus gruesos anteojos hacían aparecer más grandes e intranquilos, con un dejo de tristeza. Su mirada era penetrante, su rostro insinuaba algo doloroso; su voz era ronca, su hablar, pausado, y su actitud muy cauta y a veces ingenua. Era muy amable, muy educado, pero nunca hacía alarde de su gentileza. Se vestía formalmente, siempre con chaqueta aunque estuviera en el campo o en la playa. Una de sus favoritas era una chaqueta cuadrillé, bajo la que se ponía sweaters escote en «V» de colores sobrios cuando hacía frío.
Así lo recuerda su alumno y colega Juan Enrique Serra: "Evoco su imagen algo desgarbada, por qué no decirlo, un poco descuidada en su apariencia. Daba la impresión de que le importaban otras cosas. Tenía algo de asceta, semejante al retrato de un vegetariano frugal, cetrino, melancólico…".
Era un hombre al que le costaba hablar con soltura de lo cotidiano, no así de ideas y grandes temas. Su poco manejo en las relaciones con los demás se expresaba también en su gran cautela, que lo hacía sopesar bien las situaciones antes de tirarse al ruedo. Esto lo hacía parecer poco espontáneo a veces. Tal vez tomaba esta actitud porque temía cometer alguna injusticia con alguien, es así como la periodista Odette Magnet interpretó la falta de espontaneidad de Millas. En esa entrevista, Magnet (1981) habló también de sus frecuentes vacilaciones, unidas a su dificultad de tomar resoluciones ya que «hacerlo le era doloroso». Se le acusaba, contó, «de querer quedar bien con todos, de 'falta de compromiso', de "temor a matricularse", lo que atribuyó a un profundo temor a ser utilizado.
La otra cara de la medalla era su afición a conversar. Dicen que tenía siempre anécdotas cortas y simpáticas y un humor afilado que a veces desembocaba en alguna tomadura de pelo, siempre hecha en tono amable y cálido y acompañada de una sonrisa, "[por lo] que uno quería estar siempre con él" (Oyarzún 1995).
Por Cristóbal Gaete
- La biografía lo muestra como alguien muy austero.
Colección Archivo del Escritor- Biblioteca Nacional de Chile
"Se le consultó al filósofo qué le enseñó la vida. Su respuesta fue que el bien más preciado que podemos perseguir es la bondad, más que el saber"
"Se apoyaba en un cigarrillo que mantenía encendido y encogía un poco los párpados cuando el humo del tabaco le llegaba hasta sus ojos"
Adelanto del libro "La Alegría de Pensar"
Por María Elena Hurtado