Mientras aquí todo está en llamas
En un imperdible perfil del exalcalde de Medellín y actual candidato a la presidencia de Colombia, Sergio Fajardo, escrito por el cronista argentino Martín Caparrós en The New York Times en español, el talentoso escritor bonaerense describe cómo el doctor en Matemáticas y profesor "se hizo cargo de una ciudad en llamas", unos cien asesinatos por cada 100 mil habitantes por año, reducidos a un tercio en sólo 36 meses. ¿Cómo consiguió buena parte de eso? Construyendo en Medellín escuelas y bibliotecas, ampliando el acceso a la educación y la cultura, conectando los arrabales con el centro y los lugares más apreciados de la ciudad. Por años fue el modelo de administración ciudadana más admirado e imitado. Fajardo ya intentó ser presidente el año 2010, empero perdió las internas de su coalición, derivando a una inteligente candidatura como gobernador de Antioquía, la cual por cierto ganó, en el año 2011.
Hoy, según los expertos, Fajardo podría ser la gran sorpresa en la elección más impredecible de los últimos tiempos, a menos de 40 días de los comicios que reconfigurará la política de ese país.
La disminución de la delincuencia y la transformación de Medellín desde ciudad controlada por el narco y la guerrilla a un polo de turismo e innovación se hizo, según explicó el propio Fajardo, durante una visita a Chile y, contrariamente a todo lo que se cree, desde el área política y no arquitectónica.
"Cambiamos la forma de hacer política y acercarnos a la ciudadanía y trabajamos tres problemas fundamentales: las desigualdades sociales, la violencia y la cultura de ilegalidad", reseñó en el seminario "Ciudad y Gobierno: de la confusión a la solución".
Pasó, a mediados de la década pasada, que muchos porteños -arquitectos, más que nada- peregrinaron a Medellín en busca de la médula del modelo Fajardo, el nuevo plan que cambiaría radicalmente a ciudades desbocadas y perdidas en la noche de los tiempos como, por ejemplo, Valparaíso.
En ese mismo seminario, Fajardo advirtió que muchas ciudades -cuál más, cuál menos- viven en medio de tremendas tribulaciones y problemas, pero que cada una debe encontrar su propio camino. "Esta fue nuestra experiencia y no es para replicar", dijo el alcalde.
Qué envidia pensar en ese Medellín que consiguió volver del infierno cuando vemos en lo que se ha ido convirtiendo nuestro alguna vez esplendoroso Valparaíso o el derrotero que ha tomado la ya tan lejana Ciudad Bella de Viña del Mar. Tampoco es un bálsamo mirar otras comunas como Concón, Quilpué, Villa Alemana, Olmué, Quillota o Limache, cada una ahogada por sus propios fantasmas. Qué decir de San Antonio y sus vecinas del litoral, que experimentarán en los próximos meses todo lo bueno y lo malo de la explosión demográfica.
¿Será mucho pedir que alguien piense y proyecte el modelo de las ciudades en las cuales queremos vivir?