Valparaíso, Región de alas quebradas
Retomar la promesa de que APEC 2019 se instale en la zona va mucho más allá de voluntarismos. El trabajo se ha hecho y el Gobierno debe cumplir. Jamás tanta gente estuvo alineada por algo que sólo puede traer beneficios a nuestras ciudades, compartiendo esperanzas, miedos, confianzas, pero por sobre todo, sueños de que nuestros hijos serán dueños de un país mejor. Una motivación prioritaria es la formación inicial de profesores que implica el compromiso de muchas personas.
El Seminario de Difusión Internacional realizado por Cancillería y el Gobierno Regional -en concomitancia con El Mercurio de Valparaíso- el último viernes ratificó una promesa puesta en pausa por la lógica instalación de la actual administración del Presidente Sebastián Piñera y el tráfago de los alegatos en La Haya por la demanda boliviana que debió enfrentar el recién asumido canciller Roberto Ampuero.
Al respecto, bien cabe destacar ciertos puntos: como bien dijo la flamante secretaria ejecutiva de Apec 2019, la exdirecon Paulina Nazal, Valparaíso no sólo es la región que más ha hecho por hospedar las principales reuniones de la cita de comercio del Asia Pacífico, sino que en rigor es la única que ha movido a todas sus fuerzas vivas en pos de instalar en la zona las instancias clave del encuentro. ¿Alguien puede rebatir eso?
Valparaíso, esa "Región de alas quebradas", como bien dijo con un dejo de cursilería un improvisado orador del seminario del pasado viernes, sueña con volver a alzar el vuelo y para ello es menester que el Gobierno actual cumpla las promesas hechas durante la campaña por el Presidente Piñera. Esto es, más allá del eufemismo de cualquier "rol protagónico", la Región debe ser sede del lanzamiento de APEC 2019 (¿por qué no, San Antonio?), y albergar la Segunda Reunión de Altos Representantes y la Ministerial de Comercio, amén de las ya instaladas Cumbre de Universidades APEC (de hecho, el actual intendente fue su precursor en sus tiempos de vicerrector UNAB) y la Cumbre de Emprendedores, para la cual el incansable Pier-Paolo Zaccarelli ya ha hecho más que muchos por traerla a Valparaíso (full disclosure: el propio Zaccarelli, quizás uno de los personajes a los que menos se les ha reconocido sus méritos en la Región, actualmente trabaja con Imagen de Chile para postular al Puerto al exclusivo grupo de Ciudades Creativas de Unesco).
¿Qué significa todo esto? Ya no se trata de los tiempos de Patricio Aylwin y de que nos cumplan en la medida de lo posible. Acá hay gente que lleva seis meses trabajando en comisiones y levantando todos los ángulos posibles de lo que puede ser APEC 2019. Desde el siempre presente Mario Artaza, pasando por el actual intendente Jorge Martínez, el largamente mencionado Zaccarelli, el contraalmirante Ignacio Mardones (quien sí ha hecho la pega respecto del cambio climático), el portuario Javier León, los alcaldes Jorge Sharp y Virginia Reginato, Chantal Signorio y su Puerto de Ideas, la Empresa Portuaria de Valparaíso de la mano de Davagnino y Calvetti, cuatro de los cinco senadores alineados desde un primer minuto y buena parte de los diputados de la zona. Nadie se ha restado y muchos, sino todos, exigen (exigimos) que de una buena vez por todas se cumpla con las promesas hechas a Valparaíso. Jamás tanta gente estuvo alineada por algo que sólo puede traer beneficios a nuestras ciudades, compartiendo las esperanzas, las dudas, los miedos, las confianzas, pero por sobre todo, las mismas certezas y sueños de que nuestros hijos serán dueños de un país mejor.
Formadores de personas
Son muchos los focos de atención que tiene una sociedad, razones sobre las cuales conversar y construir visiones. Si nos sentáramos en círculo, mirándonos al rostro, para elaborar sobre todo aquello que nos convoca por ser esencial al bien común, con seguridad daríamos particular relevancia a la educación. En especial a la educación preescolar, básica y media; es decir, aquella que cultiva el futuro de la niñez y la juventud. La que debe ser base sólida y fundación de la casa que se construya sobre roca. Para no engañarnos sobre la claridad que esto tiene para el destino de una nación, debemos tener presente que son muchas las urgencias antiguas y emergentes en otros ámbitos, las necesidades humanas eternamente dinámicas que son parte de la condición humana y las nuevas tendencias de amplia gama que aparecen en el horizonte, que colisionan, ante la dotación de recursos siempre insuficientes, con tan noble y evidente visión sobre la educación temprana, básica y media.
Como hemos podido observar en reportajes recientes de la televisión, en entrevistas extensas de la prensa escrita y en conversaciones radiales, existe una atención a la educación de la niñez y la juventud. Prueba de ello son los relatos de situaciones exitosas o ejemplares, algunas de ellas replicadas en nuestro contexto con los debidos ajustes. Más aún, se ha relevado el reconocimiento a escala global de profesores de excepción que, en precarias condiciones, han cambiado la vida de niños. La creatividad que emerge cuando hay condiciones que la propician sorprende y da esperanza. También se pone como un espejo a países que han tenido grandes logros y que, normalmente, están correlacionados con altos niveles de crecimiento y desarrollo humano. Muchos académicos y expertos exploran sobre las preguntas que merecen respuesta para formar mejores personas en el mundo que les toca vivir. No es sólo una cuestión de recursos económicos (hay países que dedican muchos recursos con bajos resultados respecto de lo pretendido), sino que mucho más profundo: ese es el desafío ineludible.
Aquí es donde se hace esencial la formación inicial de profesores, de aquellos jóvenes que ingresan a la universidad optando (idealmente con vocación profunda) por la noble misión de formar a la niñez y la juventud. Sus profesores universitarios son, por tanto, formadores de formadores. Y el titulado como pedagogo pasará a ser el formador de las niñas y niños que podrán ser prueba de un país con una visión trascendente. En el caso de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, titulando personas por decenios, esta tarea está inscrita en su misión. Una motivación prioritaria es entonces la formación inicial de profesores que implica el compromiso profundo de muchas personas, la exploración para descubrir, la experimentación, la exaltación de la dignidad humana. Son entonces muchos los ámbitos que nos desafían. Entre ellos la Universidad estima el valor que tienen los establecimientos escolares como coformadores de las futuras generaciones de profesores, por las oportunidades de aprendizaje que ellos ofrecen. Si hay alianzas virtuosas de gran impacto, una de ellas es ésta: la Escuela y la Universidad.
Ámbar y sus victimarios
Con sólo 11 años, Lissette no mide más de metro y medio. Tiene su tez muy blanca y el pelo claro. Su personaje favorito es Barney, aquel dinosaurio morado algo excéntrico que baila y enseña con juegos y canciones. La ternura inherente a su rostro se vio ultrajada desde el comienzo de su vida. La pequeña tenía sólo 6 meses cuando su padre amenazó con tirarla desde un segundo piso en una de sus comunes peleas matrimoniales. Quizás por otras experiencias similares comenzó a tomar tempranamente ciertas actitudes de rebeldía. Quizás fueron los golpes descubiertos por sus tías del jardín. Quizás fueron los abusos sexuales de su mismo padre, denunciados por Solange, su hermana mayor. Como sea, su incipiente desobediencia comenzó a transformarse con los meses en una agresividad más intensa. "Ni entre tres profesores podían contenerla", declaraba hace poco su madre. Fue allí cuando comenzaron los medicamentos y los sedantes. Lissette no medía más de metro y medio, pero las funcionarias del hogar donde ya la habían enviado debían utilizar la fuerza, envolverla en frazadas y hasta amarrarla para tranquilizarla. Fue así como un 16 de abril de 2016 un par de cuidadoras la redujeron poniéndola boca abajo en el suelo. Le sujetaron las piernas y la inmovilizaron sentándose encima con sus 90 kilos. "Asfixia por sofocación producto de comprensión mecánica externa", terminó siendo la causa de muerte de la pequeña Lissette. Paradójicamente, se acababa su calvario.
Lo más probable es que casi todos hayamos conocido esta historia. Nos conmovimos profundamente con ella y, al final, la olvidamos.
La "Weli", como le llaman cariñosamente sus vecinos a Elena Pricinger, es una anciana de 78 años. Aunque para ser sinceros, no se puede saber a ciencia cierta su edad, pues no cuenta con un carnet de identidad que lo avale. Es uno de esos entrañables personajes fuera del sistema. El problema es que su marginalidad no se reduce a su carencia de documentación. Vive en la toma San Francisco, en la comuna de San Bernardo, la cual el verano pasado llegó a tener más de 9 incendios en un sólo mes. La Weli no lo pasa bien allí. No tiene acceso a agua potable y está en un estado de abandono absoluto. Sólo sus vecinos se preocupan algo de ella. Su salud tampoco ha andado del todo estable. Se sospecha una diabetes descompensada y cataratas. Tiene una hernia en el abdomen, una muñeca fracturada y una herida cortopunzante infectada en la pierna. Probablemente esta última fue producto de los abusos de sus propios hijos, quienes, drogados, acostumbraban a pegarle y robarle lo poco que tenía. El 13 de febrero de este 2018, uno de los tantos incendios que azotaban su toma la sorprende en su estado habitual de abandono. Ese mismo día la encuentran calcinada entre los escombros y la basura. Paradójicamente, se acababa su calvario.
Esta historia fue menos popular. Como bien mencionaba un columnista hace pocas semanas, entre nuestro Oscar y la ley de identidad de género la Weli ni siquiera apareció en la prensa. Aun así, algunos nos conmovimos con ella y, finalmente, la olvidamos.
Tal como Lissette y la Weli, Ámbar vivió marginada e invisibilizada. Mientras estábamos tan preocupados de ser el país ejemplo del vecindario y de llegar rápido a los 30 mil dólares per cápita, Ámbar murió sin redes de apoyo, inmersa en la profundidad del abandono. En el fondo, esto lo tenemos bastante claro y, por eso mismo, nos duele el alma cuando conocemos los detalles de su miserable corta vida. Quizás es ese insoportable dolor el que nos lleva a exigir la horca para el monstruo que terminó asesinándola, como si eso terminara exculpándonos de nuestra propia responsabilidad.
Lo cierto es que conoceremos esta historia, nos conmoveremos con ella y, finalmente, en su gran mayoría terminaremos por olvidarla. Quiera Dios que no sea así, al menos por esta vez.
Pedro Fierro Zamora
Director de Estudios de Fundación Piensa y académico UAI
Bernardo Donoso Riveros
Profesor PUCV