La reedificación de la Región que queremos
Las devastadoras cifras de actualización sobre el Catastro Nacional de Campamentos dadas a conocer por la ONG Techo-Chile dan cuenta de un explosivo aumento de los mismos, que pasaron de 55 a 159 en la Región de Valparaíso en sólo diez años. Tales cifras, explica la propia institución, responden asimismo a la irresponsabilidad del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que no actualizó tales datos desde el año 2011, por lo que la compleja fractura social que éstas implican tampoco consiguió hacer sonar las alarmas en los Excel y planillos de estadísticas del anterior Gobierno.
159 campamentos (76 de ellos en Viña del Mar y 50 en Valparaíso) y más de 10 mil familias viviendo en tales condiciones ya no es mucho, sino demasiado. La Región de Valparaíso y la ciudad de Viña del Mar llevan años encabezando estos tristes rankings de seres humanos viviendo en condiciones misérrimas, en muchos casos sin los servicios básicos de salubridad y vivienda, y mucho menos con las condiciones sociales para al menos soñar con salir adelante de una realidad que debiese golpear en la cara a los responsables, es decir a todos nosotros. Hablamos de aquella sociedad tan preocupada de criticar la inflación en Venezuela, la suerte de 34 sacerdotes congregados en las 12 cuadras del Vaticano o el vestido de Meghan Markle para su matrimonio con el Príncipe Harry, pero poco dada a entender que está la posibilidad de que no exista más espacio debajo de la alfombra para ocultar todo aquello que nos incomoda o, sencillamente, no queremos ver en nuestro propio jardín.
Es la hora, se entiende, de marcar la diferencia. El propio intendente Jorge Martínez ha repetido -en público y en privado- que trabajar en función de la erradicación o radicación de los campamentos es su gran prioridad. Llegó el minuto de que el Serviu, el Minvu y Bienes Nacionales, en conjunto con ese trasatlántico de promesas que es el Ministerio de Desarrollo Social, comiencen a cumplir con las expectativas y, qué mejor minuto para ello, integren a sus mesas a pobladores, sacerdotes como Marcelo Catril, organizaciones civiles y autoridades de nuestra Región. Llegó también el tiempo en que toda la sociedad debe reunirse y decir basta a esta gran incivilidad en la cual hemos caído.
Hace algunas semanas una autoridad comunal sugirió que buena parte de la crisis de su municipalidad tenía que ver con los gastos del suministro de agua potable a las tomas irregulares situadas en la parte alta de su ciudad. Fue el propio Catril, mencionado antes, el único que salió en defensa de quienes fueron apuntados con el dedo.
Hoy, en días en que las instituciones están desacreditadas, golpeadas y nadie parece confiar en nadie, quizás la verdadera reedificación de las mismas pase por, como dice el atribulado Papa Bergoglio, ir en ayuda de los que menos tienen.
A nadie se le debieran caer los anillos por eso.