Nunca le hizo el quite a las patadas. Sus dedos fracturados y mil historias épicas dan cuenta de la valentía de Juan Olivares, veterano de dos Mundiales y arquero inamovible de Los Panzers.
A los 77 años, el máximo ídolo de Santiago Wanderers se mantenía aún firme, pero el domingo pasado todo cambió.
Sufrió un accidente vascular encefálico. "Juanito" le baja el perfil y dice que su problema no fue de gravedad. Sin embargo, una parálisis facial quedó como huella en su rostro.
"Estoy en manos de un neurólogo y ahora tengo que hacerme unos masajes con un kinesiólogo", asegura el exportero, quien trata de encontrar una explicación coherente para su dolencia, culpando a su carga de trabajo, "porque usted sabe que si no estoy en Wanderers ando de acá para allá haciendo diligencias, visitando a los amigos, y parece que no tengo un descanso reparador para la edad que tengo".
Olivares relata que los primeros síntomas le avisaron que algo no andaba bien el sábado por la noche. No obstante, el domingo fue a Mantagua para los partidos de las series sub 11 y sub 12, donde trabaja como preparador de arqueros.
"Amanecí con un dolor detrás del oído, fui al baño para ver si me había picado algo y cuando me miro al espejo tenía un ojo fijo y la boca media chueca, pero no quise decirle nada a los 'profes' para no sacarlos de lo que estábamos haciendo", recuerda el oriundo de Santa Inés.
Cuando terminó su labor con las cadetes caturras, el golero campeón con los verdes en 1968 partió a Santa Inés donde debía asistir a una premiación del club que lleva su nombre. Alcanzó a entregar un par de galvanos y diplomas, pero ya prácticamente no veía con uno de sus ojos. Volvió a su casa y se acostó. El lunes temprano su nuera y sus nietas lo llevaron de urgencia a una clínica viñamarina, donde le diagnosticaron un accidente vascular.
Tras el episodio, Olivares sintió la presión de su familia, que hace mucho tiempo le pide que deje de trabajar de la forma en que lo hace hoy.
La hora del adiós
"Parece que ya va siendo la hora en que tengo que parar, me dicen que es un aviso que me mandaron", reflexiona con la voz un poco gastada "Juanito".
Y luego afirma con decisión que hoy debe presentar su licencia médica en Santiago Wanderers, "y voy a ver si puedo conversar con el presidente para anunciarle mi retiro".
Su rutina en el club es extenuante para alguien de su edad. Tiene dos entrenamientos largos en la semana, y los días de partido debe acompañar a los niños en viajes a Rancagua, Santiago, San Felipe o Los Andes. Además, tiene su propia escuela de arqueros en su barrio de toda la vida.
La labor formativa en Santa Inés dice que no la va a dejar, "porque también necesito algo en lo cual distraerme, no voy a pasar sentado en la casa viendo televisión, escuchando música y arreglando el jardín".
Con humor, el exportero dice que "yo nací chicharra en el fútbol", así que espera seguir enviando jugadores desde el fútbol amateur a las cadetes caturras.
Y repasa a sus discípulos uno a uno, nombrándolos con cariño: "Quiero seguir enviando gente, antes formé a Viana, a David Reyes, a Rodrigo Naranjo, al 'Flaquito' Cuevas, a Castellón".
Precisamente el último de los que nombró lo fue a visitar el martes por la tarde, apenas se enteró de sus problemas de salud. Gabriel Castellón llegó hasta la casa de Olivares junto a su esposa y su madre para saber cómo seguía su formador.
Y más que preocuparse por su situación, el ídolo de los porteños le transmitió al "Flaco" su malestar por el momento futbolístico del equipo de su corazón.
"El viernes no pude ir al partido con Valdivia porque tenía un compromiso, así que lo estaba escuchando por la radio. Cuando nos metieron el segundo gol no quise ni entrar a la reunión que tenía", dice "Juanito". Y a renglón seguido, lanza que "estamos pasando por una racha mala, pero ya vamos a salir".
Pena profunda por el momento del equipo
Olivares empieza a hablar de Wanderers y su momento actual y recupera la bravura. Con tono enérgico dice que no entiende cómo los jugadores de hoy no se dan cuenta dónde están. "Mire la gente como los va a apoyar, llega a dar gusto estar en ese estadio, todos cantando, cuando sale el equipo los reciben con una ovación. ¡Qué están esperando!", señala el exportero. Su receta para salir del fondo es clara: no pueden darse grandes lujos, y cuando hagan un gol, "defendámoslo con dientes y muelas... Cómo no se dan cuenta estos jugadores... Esta pena que siento por dentro es por la situación del equipo".
"Cómo no se dan cuenta estos jugadores... Esta pena que siento por dentro es por la situación del equipo"
Juan Olivares, Ídolo de Wanderers"