Leeremos tu diario de vida
Arthur Schnitzler y Sylvia Plath nunca se conocieron, pero hoy coinciden en nuestras librerías. Ediciones UDP acaba de publicar Diarios, del narrador vienés y Diarios completos, de la poeta norteamericana. Dos libros llenos de confesiones que acercan no sólo a la vida intensa de los autores, sino también a su obra.
Casi mil páginas tienen los diarios completos de Sylvia Plath, ganadora póstuma del premio pulitzer en 1982.
Ricardo Piglia mira a la cámara y dice: "Yo a veces tengo la fantasía de publicar el diario como 'El diario de Emilio Renzi'. Es decir, darle a un personaje que construí en los libros mi vida, todo lo que yo he vivido (…). No sé si voy a tener el coraje de hacerlo, pero esa es una de las ideas que me vuelven siempre".
Piglia le habla a la cámara y le habla también a Andrés Di Tella, el director detrás de 327 cuadernos, el documental sobre los diarios del escritor argentino. Es un momento fundamental del filme porque Piglia revela lo que será una de las decisiones más radicales que tomará con respecto a esos cuadernos que empezó a escribir a fines de los 50, cuando tenía tan sólo 17 años, y que publicará tiempo después de hacerle esa confesión a Di Tella, en septiembre de 2015. Los diarios de Emilio Renzi (Anagrama) es el título que eligió Piglia para publicar sus cuadernos, tres tomos en los que recorremos su vida, aunque él diga, desde el título, que en realidad no son suyas esas vivencias, sino que es la vida de Emilio Renzi, su famoso alter ego. Esa pequeña -pero rotunda- decisión de Piglia, de publicar sus diarios como si fueran los de otro, los de un personaje de ficción, fue una de las últimas lecciones que nos alcanzó a dejar: ¿Es un diario de vida una construcción literaria o sólo el registro honesto de una vida, sin mayor pretensión?
De alguna forma, la aparición de los diarios de Piglia nos hizo mirar de otra forma el género, con mayor desconfianza, conscientes de que aquello que leemos en esas páginas fechadas no tiene por qué dejar de ser una construcción literaria, despojada de cualquier artificio y entregada a la simple espontaneidad.
Porque es cierto: leemos diarios de vidas de escritores porque queremos entrar en una zona de intimidad. Ocurre, sobre todo, con ciertos autores cuyas vidas fueron complejas y que terminaron mal. Ahí está Cesare Pavese escribiendo una última entrada en sus diarios -El oficio de vivir- antes de suicidarse; o los de Rodolfo Walsh -Ese hombre y otros papeles personales- y el registro de sus últimos días antes de que los militares argentinos lo desaparecieran; o ese libro hermoso y terrible que es Veneno del escorpión azul, de Gonzalo Millán, que lo empieza a escribir cuando sabe que el cáncer que sufre es irreversible y que ya no le queda tiempo.
Entramos en esos libros deteniéndonos en cada detalle, buscando indicios que nos lleven a entender esos últimos días. Pero también hay otros diarios en los que sus autores trabajaron durante años y los fueron acumulando, sabiendo que algún día se publicarían. Están, por ejemplo, los de Paul Léautead, que son extraordinarios y que una selección de ellos ha estado circulando por algunas librerías chilenas; o los míticos diarios de Kafka o La tentación del fracaso, de Julio Ramón Ribeyro, quizá la mayor aventura en el género que se ha dado desde Latinoamérica. Y el año pasado, sin ir más lejos, Ediciones UDP publicó los diarios de Raúl Ruiz y fue, sin duda, un acontecimiento. Y justamente ahora acaban de lanzar dos títulos que enaltecen el género: los Diarios de Arthur Schnitzler y Diarios completos de Sylvia Plath, dos obras muy distintas entre sí, pero que nos sirven para ver cómo esta clase de libros resiste escrituras con propósitos tan diferentes.
El fin de un imperio
Lo que sabemos de Arthur Schnitzler no es mucho: un escritor que nació en Viena, en 1862, y cuya obra se ha convertido con los años en un registro emblemático de ese mundo centroeuropeo de fin de siglo, que vio cómo el Imperio austrohúngaro se terminó tras la Primera Guerra Mundial. La vida de Schnitzler, entonces, estuvo marcada por esos grandes acontecimientos que remecieron Europa, por lo que sus diarios son el registro de esos cambios, de esos movimientos.
Los empezó a escribir siendo muy joven, y acumuló y acumuló cuadernos que luego se publicaron en diez volúmenes. Lo que podemos leer nosotros es una selección muy cuidada de estos diarios, que estuvo a cargo de Adan Kovacsics, traductor chileno radicado hace años en España y que ya había traducido para Ediciones UDP un libro de Schnitzler -Libro de dichos y dudas-.
En estos diarios encontramos un registro de esa Europa convulsionada, pero también muchos retazos de la vida sentimental de Schnitzler, de sus amoríos repentinos, de sus encuentros fugaces, sus viajes, el mundo cultural y literario de esa Viena de fines del siglo XIX y, también, sus desencuentros familiares. Ahí está la figura imponente e incómoda de su padre, que le exige ser médico, como él, y postergar su deseo por dedicarse a la literatura: "Ha sido una tremenda estupidez por mi parte estudiar medicina, y por desgracia se trata de una estupidez irreparable, anota un veinteañero Schnitzler. Por momentos, entonces, el diario se convierte en un refugio, en el único lugar donde puede compartir sus dudas, sus decepciones. También una cierta indiferencia ante los movimientos que cambiarán Europa, aunque anota en agosto de 1914: "En el hotel, noticias de la declaración de guerra de Inglaterra a Alemania. La guerra mundial. La ruina mundial. Noticias enormes y monstruosas". Sin embargo, no pierde la compostura. Escribe. Una vez que su padre muere, se dedica a la literatura y escribe novelas y obras de teatro. En el diario anota sus sueños, sus lecturas. Una vida que parece haber ocurrido en otro mundo.
La vida breve
Fue Alan Pauls el que una vez escribió: "Siempre que uno encuentra un diario íntimo hay, junto a sus páginas, muchas veces manchándolas, un cadáver".
En el caso de los Diarios completos de Sylvia Plath, aquella sentencia resuena una y otra vez mientras avanzamos por sus páginas, donde encontramos, al inicio, una levedad que sorprende, las dudas de una muchacha perfeccionista que se va volviendo más oscura, más intensa, más dramática. Ese cadáver del que habla Pauls, acá sobrevuela todo el tiempo: la muerte trágica de Plath, metiendo la cabeza en un horno, sus hijos encerrados en otra habitación, una vida por hacer, por escribir, detenida en ese instante.
Debieron pasar muchos años para leer estos Diarios completos, que registran su vida adulta, desde 1950 a 1962, con algunos silencios perturbadores y cuadernos perdidos en los que dejó registro de sus últimos días antes de que se suicidara en febrero de 1963. Pero esos cuadernos se perdieron o fueron quemados por Ted Hughes, su marido, quien, de hecho, había sellado dos de los diarios y prohibido su publicación hasta 2013. Por eso recién hoy podemos tener acceso a este registro en el que descubrimos, sobre todo, una mente compleja y autoexigente, como la de Plath, que se va deteriorando, entrando en crisis, mientras brilla, sin embargo, al momento de la creación. "Lentamente, con inmenso sufrimiento, como en el parto eterno de una criatura primitiva, me quedo echada y dejo que surjan las sensaciones, que se observen a sí mismas y se expresen en palabras; una brisa ligera agita un poco la persiana de la ventana, de un pajizo pálido, leonado, y mueve las cortinas de algodón con florecitas amarillas y ramitas negras sobre el fondo blanco (…). Lo único que necesito es trabajar, cavar en las minas de la experiencia y la imaginación, dejar que surjan todas las palabras, escuchándose y saboreándose a sí mismas, y pronunciarlas al fin", anota.
Sus años como una estudiante que quería ser la mejor, sus primeros acercamientos a la poesía, su deseo por ser una escritora, el amor salvaje que vive con Ted Hughes, el matrimonio, los hijos, los rechazos literarios, los pequeños triunfos, los meses de bloqueo en que no puede escribir, sus lecturas, su alma competitiva, sus crisis mentales, sus deseos y sus frustraciones. La oscura vida radiante de Sylvia Plath registrada en estas anotaciones, la materia desnuda con la que escribiría algunos de los poemas más extraordinarios de la poesía anglosajona.
"Diarios completos"
Sylvia Plath Ediciones UDP 928 págs.
$ 35 mil.
Schnitzler fue médico de profesión, pero alcanzó celebridad como dramaturgo y narrador.
Sylvia Plath comenzó su diario a los 11 años de edad.
"Diarios"
Arthur Schnitzler
Ediciones UDP 464 págs.
$ 25 mil.
Por Diego Zúñiga
archivo
archivo