Dos tragedias
En muchos las expresiones de fe y religiosidad juntaron las manos de desconocidos que pedían por esos adolescentes y su profesor Debido a diversos factores, la pesca demanda un nivel de flexibilidad que es incompatible con la rigidez propia de una ley
Hace ocho años, un 5 de agosto, fueron 33. Hace pocas semanas fueron 13. Chile y Tailandia. En tierras muy lejanas, opuestas en el globo, sucedieron dos tragedias. Ambas bajo la tierra, condenaban a la muerte a un grupo de mineros entonces y a un grupo de adolescentes ahora. Millones de personas nos informamos en directo siguiendo el desarrollo de la incertidumbre. Los medios de comunicación cubrieron intensa y detalladamente cada momento. Todas las lenguas que hablamos se refirieron a esas informaciones. Imaginemos esas lenguas superpuestas refiriéndose simultáneamente en cada segundo al devenir de las tragedias.
En cada lugar, en su tiempo, se instalaron campamentos, surgidos espontáneamente, donde se agruparon las familias de quienes estaban en extremo riesgo. Al lado los corresponsales de cientos de medios de todos los orígenes siguiendo el palpitar de las posibilidades. Y, desde luego, los equipos de salvataje, planificando, imaginando, deseando rescatar la vida. Junto a ellos los voluntarios del mundo y los líderes que enfrentaron los hechos.
Probablemente para algunos cada una haya sido una información más en la vorágine moderna. Para otros más un instante de morbosidad. Lo afortunado es lo contrario, las grandes mayorías siguieron el acaecer con una explosión de empatía, de preocupación por esas 33 y 13 vidas. Hubo una sensibilidad por el otro, se hizo nuestro el dolor, el temor y la incertidumbre. Hubo un sentimiento de hermandad global que sin importar razas ni condiciones hizo parte de cada familia lo que estaba sucediendo. La palabra milagro se hizo necesaria para dar soporte a la esperanza. Se probó nuestro optimismo y escepticismo, tal vez variando en el transcurrir de los días.
En muchos las expresiones de fe y religiosidad juntaron las manos de desconocidos que pedían por esos mineros y por esos adolescentes y su profesor. Sin embargo, toda esa experiencia tiende a diluirse en el transcurrir del tiempo, el relato empieza a quedar como una fecha pasada con tendencia al olvido. Tal vez esto sea válido para todo los sucesos. Y quede presente vivencialmente para la generación que fue parte del sentimiento compartido. Aun así vale la pena preguntarse de qué manera estas historias de tragedias con resultados milagrosos puede ser aquilatadas para vivir mejor.
En ambas historias de impacto global, cuyo inicio fue la tragedia, hay capacidades profesionales desplegadas y, principalmente, la decisión y el convencimiento que los liderazgos tuvieron que se debía hacer todo para lograr el rescate. Como se debe hacer todo para el rescate en otras causas: como salvar a la juventud de la droga y sus consecuencias destructivas de su propia vida y de la sociedad, al niño vulnerable de las circunstancias de las cuales es víctima y mil más que podríamos imaginar como 33 y 13 en la superficie de la tierra. No olvidar tampoco a los héroes que dieron su vida por los otros como sucedió en Tailandia, más allá del cumplimiento del deber.
Aquilatar la cooperación de aquellos que llegaron a entregar lo suyo desde distintos lugares de la tierra, como los misioneros que dedican su vida en lugares distantes y precarios para servir a la humanidad. Cuánto hay de testimonio en estas dos tragedias.
Maldita jibia, bendita jibia
Ingresó al Senado un proyecto de ley que busca fijar la potera como único método permitido para capturar jibia. La iniciativa, que tuvo su origen en una moción parlamentaria, fue aprobada por la Cámara y enfrenta ahora su segundo trámite constitucional. Nuestro Gobierno tiene la convicción de que se trata de una mala propuesta. Así lo planteamos ante los diputados. Y volveremos a hacerlo frente a los senadores. No por capricho, sino para salvaguardar la actividad pesquera, defender la legalidad y cautelar los intereses del país.
En torno a este molusco se da una paradoja. Hasta hace unos años, era considerado como una plaga. Hoy, en cambio, es un recurso preciado. Por algo en el ambiente pesquero, muchos plantean que se pasó de la "maldita" jibia a la "bendita" jibia. Los promotores de este proyecto declaran que uno de sus propósitos es proteger al sector pesquero artesanal. Pero en los hechos, ese argumento es meramente retórico.
Porque, claro. De ser despachada, la iniciativa impedirá la participación del sector industrial. Sin embargo, también serán excluidos pequeños pescadores que emplean un arte (método) distinto a la potera para atrapar jibias: el cerco.
Nos oponemos, además, al proyecto por su carácter inconstitucional. Como el anterior gobierno, sostenemos que la autoridad administrativa es la llamada a determinar la manera en que se pesca. Esta moción, de hecho, había sido declarada inadmisible por arrogarse facultades propias del Ejecutivo, pero la Cámara cambió después de parecer y repuso su tramitación.
Sin perjuicio de lo anterior, y debido a factores como el desplazamiento de los recursos marinos o el desarrollo tecnológico, la pesca demanda un nivel de flexibilidad que resulta incompatible con la rigidez propia de una ley. El problema, en todo caso, no acaba ahí. De hecho, una de sus aristas clave se relaciona con la salvaguarda de los intereses nacionales.
La OROP-PS, un organismo multilateral que regula la pesca en el Pacífico sur, tomó ya la decisión de recopilar información científica sobre la jibia, así como del esfuerzo pesquero que distintos estados -entre ellos Chile- hacen en torno a este recurso. Lo anterior constituye el primer paso para que esa entidad fije una cuota de captura del molusco para nuestro país.
Actualmente, la cuota pesquera de jibia en Chile es de 200 mil toneladas. Por ley, el sector industrial puede capturar el 20% de esa cantidad (40 mil toneladas), mientras que la porción del rubro artesanal llega al 80% (160 mil toneladas). Hoy, los pescadores artesanales no alcanzan a capturar toda su cuota. Y si llega a aprobarse el proyecto, tendrán aún menos posibilidades de hacerlo.
Especialistas de Subpesca estiman que en dicho escenario, Chile podría pescar solo unas 130 mil toneladas. Lo que redundaría en una disminución de la cuota global de jibia para nuestro país, al ser abordado el tema por la OROP-PS. Porque ese organismo fija cuotas en relación con los desembarques efectivos que exhiben los estados. En otras palabras, si Chile es incapaz de "probar" una pesca anual de 200 mil toneladas, su cupo se reducirá drásticamente. Y a contramano del discurso de los impulsores del proyecto, el volumen del recurso disponible para el sector artesanal caerá en decenas de miles de toneladas.
Al reiniciarse la discusión de esta iniciativa, corresponde entonces hacer un llamado de atención, para que la controversia planteada en torno a la "bendita" jibia se resuelva a partir de un debate serio y no de meros cantos de sirena.
Bernardo Donoso Riveros
Profesor PUCV
Eduardo Riquelme P.
Subsecretario de Pesca y Acuicultura