La historia de un remanso cordillerano
Una iniciativa digna de destacar se llevó a cabo durante el jueves y viernes de esta semana en el Centro Recreativo Palomar de la Caja Los Andes, ubicado en el corazón del valle del Aconcagua, técnicamente en la comuna de San Felipe, pero definitivamente en medio de la nada.
Allí, junto a la cordillera y una vegetación sin igual, la citada corporación de derecho privado sin fines de lucro y vinculada a la CChC organizó el primer encuentro colaborativo -de una serie que planea hacer por todo Chile- llamado InCubo, una especie de 3xi (inspiración, inclusión e innovación) al mejor estilo de lo que se llevó a cabo hace un par de semanas en La Araucanía con empresarios, loncos, ciudadanos de a pie y el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno.
Es difícil intentar explicar en qué consisten sesiones como éstas, por cuanto todas son diferentes entre sí y, tanto el desarrollo de las mismas como sus conclusiones, arrojan resultados tan sorprendentes como disímiles.
A modo de ejemplo, imagine usted distintas mesas de relajada conversación al aire libre, con una extemporera de Nogales, el locutor radial Cote Evans, el presidente regional de la Cámara Chilena de la construcción, Juan Armando Vicuña, Daniela Retamales -la joven emprendedora de la Fundación Prótesis 3D-, don Luis Figueroa -un jubilado de 85 años de Quinta Normal que se las trae-, una "susurradora de caballos", el dueño del bar Barbones, un líder sindical del mundo público y un periodista descreído. ¿Qué puede salir de ese crisol de vidas y visiones, sino algo de una riqueza del mismo tamaño de su diversidad?
Ahora, hágales reflexionar sobre los problemas que nos aquejan como sociedad, de qué manera evolucionar y seguir creciendo en la lucha por la inclusión y el combate por desterrar la desigualdad que a tantos convoca, de qué manera tratar a nuestros adultos mayores como se lo merecen para que no terminen excluidos y abandonados como hoy.
En este InCubo de Palomar se planteó el compromiso de cambiar el paradigma. Dentro de las varias conclusiones -no podemos nombrarlas todas- brilla con luces propias una suerte de nuevo trato con la tercera edad. Fue Cote Evans quien propuso comenzar a referirse a ellos como "gente grande", fue un empresario quien se exigió a sí mismo y a sus pares encontrar soluciones para la desocupación y desempleo para ese rango etario, fue el presidente regional de la CChC quien se comprometió a ir más allá de lo que exige la ley en ese y otros ejemplos.
Las soluciones, tal como los problemas, son infinitas. Pero si el primer paso es -tal como ocurrió en La Araucanía- sentarse todos juntos, mirarse a las caras y hablar con la verdad, lejos de pequeñeces y negociaciones chicas, algo se habrá avanzado.
Ojalá puedan replicarse iniciativas como éstas, más aun cuando nacen desde la genuina intención de ayudar a construir la Región y el país que soñamos.