Sueños rotos, impotencia, descontrol: El día de rabia en la bahía de Quintero
AMBIENTE. Alarma de bomba, marcha de vecinos y ataque a empresas marcaron jornada de ayer.
Con una mano apoyada en una frágil baranda de madera a la entrada de su almacén de abarrotes y la otra sosteniendo un cigarro, José Chávez, de 78 años, mira demasiado relajado lo que ocurre a algunos metros de distancia. Mientras los periodistas intentan traspasar el cerco policial que impide continuar más allá, él -dentro del cerco-los mira y toma otra bocanada de su pucho. Quince minutos pasan y Carabineros permite el paso hacia el sector de GNL, en Loncura, Quintero, donde a primera hora del día encontraron una falsa bomba que alertó a todo el mundo, menos a él.
La bomba, según aclaró el prefecto de Carabineros de Viña del Mar, coronel Carlos González, quien dirigió el escuadrón del Gope que llegó a examinar un balón de gas al que se adherían dos botellas de plástico, no era explosiva. También aclaró el contenido del cartel "Con Quintero no se juega" que acompañaba el mecanismo. "Hay un mensaje que dice relación con la problemática medioambiental que está afectando a la comuna en relación al compromiso de las autoridades del Estado", precisó, mientras en el ambiente todos eran testigos de un fuerte olor difícil de describir.
A las 11 horas, la amenaza de bomba estaba descartada, pero el dispositivo sirvió de símbolo para lo que se estaba gestando.
José Chávez mira la escena con la esperanza de que algún periodista llegado al lugar compre algo. Su almacén está abierto, con las puertas entreabiertas y lleno de mercadería, pero lo domina la penumbra. "Acá tenemos casi de todo, pero estamos pobres porque no pasa casi nadie. Ahora se ve gente sólo porque vienen ustedes", se lamenta.
Hace 46 años llegó de Santiago a vivir a Loncura; venía de vacaciones y lo pasaba bien, sobre todo porque había mucha gente. En la capital también tenía negocio, pero se dio cuenta que acá era mejor. "Había harta gente trabajando acá de las empresas y como tengo un restaurante al lado, me iba bien. Ahora no pasa nada", dice, aunque se niega a abandonar su caleta, la misma que ve crecer a sus dos nietos que esta semana fueron a dar al hospital. En casa los cuida su nuera, porque su hijo, pescador, busca encontrar algo en un mar que parece tan seco como las esperanzas de ese quiosco que fundó hace casi medio siglo.
"Ya no puede pescar en la orilla como antes. Ahora tienen que meterse mar adentro para poder encontrar algo y es peligroso", relata.
Su hijo es dirigente de la caleta y el miércoles tuvo una reunión con una de las empresas del barrio industrial. "Me pidió que lo acompañara, pero ofrecieron puras soluciones parche. Y más encima, al salir sentí los labios secos y picantes, nos están contaminando. Me da mucha pena, sufrimos todos porque la gente no viene mucho por la contaminación y todas esas cosas y no han hecho nada, cada año es peor. Sienta nomás cómo está la cosa", dice, haciendo un gesto de oler. "Me da rabia ver cuando mis nietos tienen que dar al hospital porque estamos abandonados, las empresas no hacen nada para arreglar la situación".
Don José, que ya está por entrarse al almacén porque no hay nada que hacer, dice que le sacaron un riñón hace un par de décadas, pero oculta que tiene cáncer a la vejiga, no le gusta hablar de eso. Es más bien su nuera, Viviana Garcés, quien lo cuenta: "Está en tratamiento, tiene que hacerse una operación vascular, pero no lo han llamado del Gustavo Fricke, pero igual el problema respiratorio lo afecta harto, es el que estaba más afectado de todos, porque es el que está más débil. Ha bajado mucho de peso por su cáncer, se lo está comiendo poco a poco", relata. Después contará que sabe de una protesta que se está armando en Puchuncaví, específicamente en Ventanas, pero que ellos ya están organizando otra de pescadores.
A las 11.30 horas estaban citados todos los puchuncavinos y los quinteranos a marchar frente a las industrias de Ventanas, cortando el tránsito. En la berma, a la altura de la entrada a El Bato, unas cien personas se juntaron temprano, desde adultos de 60 años hasta niños de 5. Incluso, algunos disfrazados de zombie.
Josefa Astudillo, de 10 años, es de Puchuncaví y llegó allí con la cara pintada y un cartel colgado en el cuello que dice: "Nos están matando". Decidió acompañar a sus padres -también caracterizados-, porque a su corta edad ya sabe lo que pasa en su comuna. "Hay hartos niños contaminados. Ayer tuvimos que salir temprano de las clases por el problema del aire. Estábamos con miedo y mis compañeros hablaban de la nube tóxica".
La pequeña trata de hablar más fuerte, porque al lado hay batucadas y todos se están preparando para salir a marchar. No tenía en su mente lo que pasaría después en Codelco. Para ella, la impotencia que siente se debe resolver haciendo entender a las empresas algo muy sencillo:
"Hay hartas personas que se están muriendo, hay hartos niños que están contaminados, hay hartos bebés que están en crecimiento que están en los hospitales, y nuestra tierra también se contamina y no se puede plantar nada después. Mis pulmones también se dañan", consigna Josefa, quien llegó hace dos años a Puchuncaví. "Me da rabia la contaminación, nos están matando con la contaminación de las empresas, que paren de contaminar el aire", expresa, antes de que su mamá la lleve a unirse al grupo que ya parte a su destino.
Los cánticos y banderas flameando al ritmo de los tambores duraron hasta que llegaron a Gasmar. En ese instante, varios jóvenes subieron la reja e ingresaron a la empresa, que es la primera que se asomaba en su trayecto. Codelco División Ventanas también sufrió la rabia y descontrol de los vecinos; un grupo grande atacó con patadas y palos las rejas de la entrada de la estatal y también una puerta de vidrio -que era a prueba de balas- de una de las oficinas.
La Federación de Trabajadores del Cobre expresó mediante una declaración pública su rechazo a los desmanes. Aunque calificaron la movilización como "legítima", lamentaron que se haya "empañado producto del descontrol de un grupo de participantes, quienes pusieron en riesgo la seguridad e integridad de las personas", acusando que hubo un "intento de agresión" en contra del gerente general y el gerente de Sustentabilidad de esta división. "Si bien comprendemos la molestia y legítima preocupación de las comunidades, enfatizamos que Codelco Ventanas no es responsable de este episodio medioambiental", sostienen en el comunicado.
No conformes con lo hecho en la División Ventanas, un grupo más pequeño -considerando que tras varios minutos dentro de la estatal, Carabineros y Fuerzas Especiales dispersó a los manifestantes con carros lanzagases y personal en terreno- se dirigió a la siguiente empresa en el camino, AES Gener, lugar al cual también ingresaron a la fuerza.
Todo esto ocurrió con un tránsito de camiones detenido en el camino desde Ventanas hacia Quintero, a la altura del cruce con el camino a Los Maitenes. Quienes paralizaban el tráfico de automóviles no eran manifestantes agresivos, sino más bien niños -junto a sus padres- que sentados en el suelo o de pie y con banderas negras y carteles con mensajes afines, daban cuenta de un movimiento cuyo destino quedó en suspenso.
"Me da rabia la contaminación, nos están matando con la contaminación de las empresas"
Josefa Astudillo, Manifestante de 10 años"
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Hemos detectado que en algunas faenas realizadas por Enap se ha producido emanación de gases tóxicos"
carolina schmidt, ministra de Medio Ambiente