La cueca larga de Nicanor Parra
Más de cien años vivió Nicanor Parra haciendo y deshaciendo pandillas literarias. Rafael Gumucio perteneció a una de ellas desde que comenzó a visitar al antipoeta el año 2002. Durante todos esos años gestó "Nicanor Parra, rey y mendigo" (UDP), una biografía escrita con las idas y vueltas hacia Las Cruces.
el matemático y poeta Nicanor segundo parra sandoval falleció el 23 de enero de este año en su casa ubicada en el balneario de las cruces.
Una buena frase. Eso es lo que le pedía Nicanor Parra (1914-2018) a la gente para poder allegarse a su círculo. Rafael Gumucio logra atravesar esa barrera y compartir los últimos años del antipoeta, narrarlos desde adentro. Desde ese lugar cercano proyecta la revisión de la vida y obra de Parra. Gumucio decide comenzar a escribir este libro el 2015 cuando arrienda una cabaña en Las Cruces para estar cerca. Insiste en viajar con sus amigos a visitar al antipoeta, acumula años de escritura y experiencias que revisa tras su fallecimiento para construir "Nicanor Parra, rey y mendigo".
Gumucio extiende la vida disímil y efectivamente inesperada del antipoeta en capítulos extensos. Narra la pobreza en el sur, el internado en Santiago, la universidad, los viajes al extranjero e incluso los funerales, que resultan geografías que se van adhiriendo a la obra. Porque los libros de Parra se convierten en otra fuente para Gumucio, lo que nos permite leer Nicanor Parra, rey y mendigo como una guía de la relectura.
Nicanor Parra, rey y mendigo pasa la vida del antipoeta por el cristal del punto de vista de Gumucio. El mismo biógrafo explica que su propia experiencia es la motivadora de este libro: "Lo que me obsesionó de Nicanor era que armaba y desarmaba círculos a través de los años. Cuando él buscaba algo del mundo interior lo iba buscando en uno. Su forma de desplazarse a través del mundo de la cultura era construir círculos de confianza y amistad. Yo lo vi hacer y deshacer pandillas. Comprendí mucho mejor a Lihn y a Jodorowsky después de lo que yo pasé. Lo que Lihn y Jorodowsky hacían con El Quebrantahuesos era parecido a lo que hacíamos con The Clinic, Noreste, y los artefactos también eran parecidos. Uno creía que estaba haciendo una obra personal, pero al final lo único que hacía eran versiones de Nicanor Parra".
-¿Cómo fue esta doble relación de ser biógrafo y también amigo de Nicanor Parra?
-Yo soy poco partidario del periodismo sabueso, de juzgado. Yo no iba a registrar las camas ajenas ni las bacinicas. No es tanto por amistad con Nicanor, la verdad la sabe él y nadie más. Para qué voy a investigar cosas que no voy a saber, lo que pude investigar lo investigué, pero a mí me interesaba sobre todo la versión de Nicanor Parra de quién era él, de cómo pensaba. No me gustaría exagerar demasiado, mi relación no era tan estrecha como otros amigos míos, que sí tenían una relación casi familiar. Yo siempre mantuve cierta distancia, un poco por culpa, porque sabía que iba a escribir el libro, no quería ser el traidor que se hace parte de una intimidad para después escribirla. Era un juego más o menos honesto, no le dije nunca que estaba escribiendo la biografía, pero se notaba que estaba buscando, estábamos siempre hablando de literatura, o de escritura. No lo transformé en un abuelo sustituto.
-Leíste toda la obra de Nicanor Parra para ligar experiencias con obras.
-Cuando se hace la biografía de un escritor la obra es lo importante, lo esencial. Para mí saber de su vida me permitió leerlo de otra manera. Me interesaba que fuera un ensayo enorme de la poesía de Nicanor Parra. Es una poesía muy clara, muy diáfana, pero llena de misterios, llena de silencios, que no se notan a primera vista. Los escritores dejan escrita su biografía, su obra es muy biográfica, hay poco que no hayan dicho los propios escritores.
-¿Por qué Parra arma versiones de su pasado?
-Era un poeta que si no creaba su mito no lo iba a crear nadie. Cuando uno tiene una vida tan larga, tan compleja, se empiezan a crear mitos, porque se es escritor. Él su vida la contaba para dar ejemplos de su obra. Su vida tenía sentido para explicar alguna idea de la antipoesía. Al final de su vida creó un personaje, esta especie de máscara que se reinventaba. Terminó cómodo en esa creación suya que se llama Nicanor Parra. Ya era un actor de sí mismo.
-Uno de los capítulos está dedicado a esa mítica generación del INBA. ¿Crees que se pudo liberar de ese patio?
-La educación espartana siempre estuvo con él. Era bien combativo, competitivo, con mucho rigor. La paradoja es que políticamente pensaba muy distinto a Jorge Millas y a Luis Oyarzún cuando empezaron. Pero los tres terminaron en la misma situación política muy incómoda, como críticos de la UP y la dictadura. La formación del INBA lo marcó a fuego.
-¿Cómo definirías la relación con el dinero de Nicanor Parra? Al comienzo es pobre y después terminan familiares buscando dinero que, según testimonios que compilaste, no compartía.
-Era bastante austero, para decirlo de un modo elegante. No era una persona de placeres, encontraba excelente una comida bastante regular y no le gustaba gastar en ese tipo de cosas, en lujos de ninguna especie. Y sí, tenía cierto miedo inconcebible a la pobreza como dice la canción.
-La separación con su familia genera incomodidad.
-El conflicto de la infancia pobre y convertirse en un burgués -al mismo tiempo que darse cuenta que en esa infancia pobre estaba toda la gracia de él- era algo que te hacía ver todo el tiempo: era una cuestión muy abierta. Al salir del hoyo se había degradado, había perdido la profundidad, pero por otro lado no habría ningún Parra, ni Violeta ni Roberto, sin Nicanor. Gran parte de la obra de Nicanor es haber mostrado a Violeta y Roberto. Fue una doble labor porque es poeta y también crítico. Para mí Violeta, Nicanor y Roberto no son distintos, son un único gran autor.
-¿Cómo definirías tú la influencia que tuvo Pablo Neruda en Nicanor Parra?
-Es esencial. Fue el padre y el hermano mayor que no tuvo, también fue un enemigo. Yo creo que en Nicanor pesó mucho el fenómeno que es difícil de entender, que en tu misma ciudad, en tu mismo pueblo, en tu mismo balneario, viva uno de los poetas más importantes de la época en cualquier lengua. Saber que a cuatro cuadras vive la literatura, yo creo que te marca mucho.
-¿Las relaciones sentimentales de Parra arruinaron su postulación al Nobel?
-No creo que lo hayan ayudado mucho, pero tener tres premios Nobel es un poco iluso. Irlanda tiene eso, pero Argentina o Brasil no tienen Nobel. No creo que su relación son Sun Axelsson haya sido determinante. Acaba de morir V. S. Naipaul, Nobel que era abiertamente sadomasoquista. No creo que el Nobel sea tan furibundo como lo pintan.
-Igual se ha criticado su relación con las mujeres.
-Él era un hombre de 1914, del sur de Chile. No se le puede pedir que no sea patriarcal o heteronormativo. Era de otro mundo, de otro siglo, de otra época. No se le puede pedir a él que entienda los patrones culturales de hoy. Él tenía una relación con las mujeres muy tortuosa, compleja. En ese sentido se parecía a la Violeta, tenía necesidades imperiosas, sexuales, sensuales, femeninas. Y al mismo tiempo sufría mucho, porque lo desviaba de su camino. Sufría e hizo sufrir mucho, pero nunca fue un hipócrita. Nunca ofreció ser otra cosa de la que era. Nunca mintió ni engañó. En este mundo de juicios a todos y perdón a sí mismo tiene poco qué hacer. Era un hombre notoriamente seductor y guapo, que es algo muy difícil. Los que no tenemos tanto éxito nos va mejor. Mucha gente me habló de oscuridades, yo no las encontré.
-En el último tiempo pierde el oído Nicanor Parra.
-Sé que la sordera era bien selectiva.Yo me recuerdo haberlo visto oír milagrosamente.
-Esta es la primera biografía de Nicanor Parra post mortem.
-Yo lo veo más como parte de un trabajo que estoy haciendo más allá de Nicanor, con mi libro "Mi abuela, Marta Rivas González", con mi literatura. Una historia de Chile a través de la cocina, Nicanor Parra es un personaje de eso. Yo creo que la biografía científica rigurosa, completa, falta por hacerla, porque hay mucho papel que está en manos de la familia, o de nadie, que está esparcido por ahí. Algún gringo, que son la gente que hace estas cosas, podría construir una biografía en varios tomos contando los detalles. Lo que yo quise hacer fue reconstruir una relación, un personaje. Lo que aprendí de Nicanor, de alguna forma, que harta gente lo aprenda. Me parecía muy injusto haber sido parte de ello y que desapareciera conmigo.
-Este libro se escribe casi en presente.
-El libro de mi abuela es muy parecido, pero mi abuela no es una persona tan importante como Nicanor Parra. Tanto mi abuela como Nicanor son cabezas totalmente autóctonas, propias de un lugar y un tiempo. Gente muy irrepetible, originales. Este es un trabajo necesario: registrar un pedazo de eso, porque es tan rápido el olvido en Chile. En Chile hay gente que escribe bien, que tiene talento y buena pluma, pero poca gente se pregunta por qué escribo esto, por qué escribir, por qué esta palabra, ese es Nicanor.
-¿Qué es lo que más extrañas?
-Que esté ahí, la posibilidad. Fíjate que con Nicanor se pasaba bien. Él hacía un pequeño esfuerzo por entretenerte, en cosas tan ingenuas como inventar panoramas. Había un gesto de amabilidad pasada de moda que la gente que no lo conoció no puede entender, porque era todo lo inteligente, lo cabrón, lo lúcido, lo ególatra. Pero el lado gentil, el lado profesor de la Universidad de Chile, era algo que no estaba en sus libros. Tenía una amabilidad campechana, una elegancia en la forma de tratar. Hay gente que le tocó el Nicanor enojado y era terrible. A mí eso no me tocó nunca.
Permiso para decir yo
Una frase bastaba para que Parra justificara tu entrada en su reino. Como otros coleccionan pedazos de asteroides o conchas marinas, él coleccionaba respuestas, insolencias.
-Noooo, chuta ese poema tuyo -se dio de pronto vuelta hacia mí-, noooo, ese poema que escribiste, te las mandaste con ese poema, compadre.
-¿Qué poema? -le pregunté.
-¿Cómo que qué poema? La carta a monseñor Medina. ¿No escribiste tú la carta a monseñor Medina?
-No es un poema, es una columna de opinión -cometí la imprudencia de interrumpir mi sonrojo para corregirlo.
-Así son los poemas ahora. Chile, país de columnistas, dicen por ahí. Opinólogos, les dicen ahora también. Todos somos opinólogos.
La poesía en verso, antigualla del siglo XX. Como el teléfono fijo.
Supe en ese instante que no le importaban mis libros ni mi prosa,que yo pensaba ingenuamente me habían llevado hasta aquí. Le gustaba una columna de entre las miles que había escrito, y era ésa y nada más. "Con eso basta y sobra".
En la columna le recordaba al más conservador de los cardenales chilenos que yo era, como él, hijo de padres divorciados, que eso me hacía entender su desconcierto, su orfandad, su soledad misma, pero que comprender me hacía despreciar su gesto de negarle la comunión a mi madre separada, de perseguir el sexo para borrar el error que lohabía hecho nacer. A Parra no le importaba ni siquiera mi indignación, o la de monseñor Medina, le interesaba el gesto de comprender que para matar a monseñor Medina o a Allende, a Pinochet o a Fidel Castro mejor hay que acercarse o perdonarlo primero.
-Yo ese poema lo he repetido muchas veces, a mucha gente. Claro que parece que puse algunas cosas de mi cosecha entremedio.
Y sonrió coqueto, como para hacerse perdonar la apropiación. Después se puso a recitar, o a inventar ahí mismo, una versión de mi poema, o sea de mi columna, que cometí la estupidez de no anotar ni mentalmente, ocupado por entero en seguir la mímica perfectamente exagerada de sus gestos, mientras llamaba "compadre" al cardenal.
-¿Cómo era, cómo era?... -y sus brazos nunca en calma empezaron a hacer la mímica del supuesto poema-. Ven para acá, ven para acá, somos hermanos, ven para acá… Y ahí justo la estaca. No, compadre, no, eso no se hace… Parece que hay hambre -decretó, después de completar la actuación, y aseguró que conocía un lugar, El Kaleuche con K, entre El Tabo e Isla Negra, un restaurante.
Nos subimos al auto de la Isabel. En el camino, no me acuerdo a propósito de qué, dije la palabra "culear", intentando impresionarlo con mi chilenidad.
-¿Tú puedes usar esa palabra? -se llevó las manos a la cabeza, levantando las cejas al mismo tiempo. ¿Tú puedes? Chuta la payasada.
Yo hasta ahora solo llegaba hasta la palabra planchar. Por dios, por dios, culeaaaar.
Aprovechó la digresión para contar cómo, a su edad, se podía llegar a algo parecido al acceso carnal gracias a los artefactos.
-Me salvaron los artefactos.
Nicanor Parra, rey y mendigo
Rafael Gumucio
Ediciones UDP
493 págs.
$ mil.
Por Cristóbal Gaete
"No le gustaba gastar en lujos de ninguna especie. Y sí, tenía cierto miedo inconcebible a la pobreza", cuenta Gumucio.
EFE/Mario Ruiz/ARCHIVO
"Era un hombre de 1914, del sur de Chile. No se le puede pedir que no sea patriarcal (...) Era de otro mundo, de otro siglo, de otra época"
Adelanto del libro "Nicanor Parra, reyymendigo"
Por Rafael Gumucio