Elecciones en Estados Unidos: Trump, la línea divisoria en un país aún más polarizado
ANÁLISIS. Los demócratas lograron la mayoría en la Cámara de Representantes y los republicanos mantuvieron su primacía en el Senado, mientras se acentúa la brecha que divide a los votantes urbanos de los rurales y a los blancos de afroamericanos.
Estados Unidos, una nación polarizada, tiene ahora divisiones más profundas. En los comicios legislativos del martes, los demócratas tomaron el control de la Cámara de Representantes. Los republicanos, por su parte, mantuvieron su poder en el Senado. Y la brecha que divide a los estadounidenses -a urbanos de rurales, blancos de negros, conservadores de liberales- se acentuó más.
Los resultados de los comicios de mitad de legislatura resaltaron el orden político del país, que se ha acelerado durante la presidencia de Donald Trump. La raza, la clase social y la geografía separan a los dos bandos tanto como la ideología, con el Presidente como línea divisoria.
Los demócratas consiguieron su nueva mayoría en la Cámara Baja tras arrebatar escaños a sus rivales en distritos suburbanos con un mayor nivel educativo y económico. Los votantes de los suburbios optaron por los demócratas con un margen de casi 10 puntos porcentuales, según AP VoteCast, una encuesta nacional.
Las mujeres con educación universitaria, en particular, ayudaron a los candidatos demócratas, motivadas en parte por una profunda oposición a la agenda nacionalista de Trump y a su retórica con motivaciones raciales.
En la nueva mayoría demócrata en la Cámara Baja destacan representantes de minorías sexuales, raciales y religiosas, como Ilhan Omar, la primera mujer musulmana en ser elegida representante.
Pero las victorias demócratas se limitaron a la Cámara. El panorama en el Senado contó una historia de una parte del país totalmente distinta.
Los republicanos incrementaron su mayoría en la Cámara Alta con el respaldo de la misma coalición de votantes que llevó a Trump a la Casa Blanca hace dos años: blancos sin formación universitaria, especialmente hombres, en estados más conservadores y rurales. Los candidatos del Partido Republicano derrotaron a senadores demócratas en Dakota del Norte, Indiana y Missouri, como lo hizo Josh Hawley en este último.
Los éxitos republicanos parecían reforzar la política que se esconde tras el mensaje de cierre de campaña de Trump, una mezcla de sombrías e inexactas advertencias sobre una "invasión" de migrantes a través de la frontera con México. Este miedo, al parecer, motiva a los republicanos. Y pocos pueden reunir esa ansiedad mejor que Trump.
"Él es absolutamente el único republicano que pudo generar ese tipo de entusiasmo en la base, que era necesario para competir en unas elecciones de mitad de periodo realmente complicadas", apuntó Josh Holmes, asesor político del líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell.
Con cada uno de los partidos liderando una de las cámaras del Congreso y una elección presidencial cada vez más cerca, estas divisiones serán un rasgo definitorio de la política estadounidense hasta 2020.
Los resultados de las legislativas son una promesa a largo plazo para los demócratas, tienda que quedó desterrada al ostracismo político en 2016.
Algunos estados de tendencia demócrata que se rindieron ante Trump hace dos años -Michigan, Wisconsin y Pennsylvania- volvieron a dar un giro a la izquierda el martes, eligiendo a demócratas como gobernadores y para escaños clave en el Senado. Esto sugiere que las victorias del Presidente en el Medio Oeste podrían haber sido una anomalía, no una tendencia permanente.
Trump puede consolarse, sin embargo, con los triunfos republicanos en Ohio y Florida, dos de los campos de batalla más importantes del país.
La demografía sigue siendo un problema para los republicanos en un país cada vez más diverso. A menos que pueda hacer crecer su interés entre las minorías y los jóvenes, el partido podría quedarse sin electores que permitan ganar.
Pero lo que es bueno para el Partido Republicano en el largo plano no es necesariamente del interés de Trump. Durante este año electoral, el Presidente pasó poco tiempo intentando convencer a sus críticos o atrayendo a los votantes con alto nivel de educativo de vuelta a la órbita republicana. Por el contrario, se centró en los asuntos que le ayudaron a ganar en 2016, mostrándose especialmente duro en cuestiones de política migratoria.
Pero esas mismas maniobras políticas le costaron la Cámara a los republicanos, ya que la batalla por su control se libró en distritos suburbanos moderados en los que Trump perdió hace dos años. Tanto la fortaleza de la economía como el plan fiscal proempresarial que los republicanos creyeron que calarían entre los electores adinerados y con más formación de esas zonas quedaron eclipsados por el dirigente.
Trump enfrenta ahora una encrucijada mientras se adentra en su propia campaña de reelección. Puede moderar sus políticas y tácticas para intentar ganarse a los votantes que se alejaron de los republicanos este año. O podría concluir que la misma coalición de votantes que lo llevó a la Casa Blanca hace dos años volverá a respaldarlo en masa cuando vea su nombre en la boleta.
Ayer, en todo caso, no abandonó su tono directo y agresivo, al advertir a la oposición que "si gastan el dinero de los contribuyentes en investigar a nivel de la Casa Blanca", los republicanos también comenzarán un proceso de estudio por "filtración de información clasificada".