Carolina Collins
Madre e hija en la vida real, las destacadas actrices nacionales, Gloria Münchmayer y Catalina Guerra, encarnan al mismo personaje en dos etapas de su vida en "Calzones rotos", cinta que este jueves se estrena en salas nacionales y que marca el regreso a la pantalla grande del cineasta Arnaldo Valsecchi ("La rubia de Kennedy").
La historia de la ficción se sitúa en el campo chileno, en el valle de Colchagua de 1959. Allí está ubicada la hacienda donde sólo viven mujeres: Matilde, la matriarca interpretada por Münchmayer, junto a sus tres hijas solteronas Alejandrina, Berta y Piedad y Leonor, una nieta "adoptada", que ahora es jueza del pequeño pueblo.
La matriarca está muriendo y llegan a despedirse de ella dos de sus nietos, uno de ellos con su esposa extranjera. En su última confesión con el cura del pueblo, Matilde revela que hace 40 años asesinó a su marido y dejó su cadáver en un arcón dentro de una cochera abandonada. Ese será uno de los muchos secretos que surgirán durante este encuentro familiar.
Casona en colchagua
El guión de "Calzones rotos" está basado en una novela de 2002 de Jaime Hagel, de quien Valsecchi ya había tomado el cuento "Mónica, vida mía" para hacer un telefilme para la serie "Cuentos chilenos" de TVN. "Cuando me enteré que había hecho una novela, la leí, me gustó, y hablé con él para decirle que quería hacerla película. Nos pusimos de acuerdo y junto a Valeria Vargas, con quien ya había hecho el guión de la serie policial 'Heredia & asociados', empezamos a delinear la historia", relató el realizador.
Aunque en la novela original la historia está ambientada en un conventillo de San Felipe, en la búsqueda de locaciones el director dio con la hermosa casona de campo que es uno de los personajes principales de "Calzones rotos".
"Llegué a Colchagua, a una zona donde aún quedan casas de campo bastante bien mantenidas y que le daban a la película un aire distinto. De pronto me encontré con esta maravilla, que es la casa de don Elías Valdés Urrutia que está en la zona de Peralillo, y pensé que era el lugar ideal porque es de un valor patrimonial increíble y le daba a la película una profundidad distinta", recuerda el cineasta de origen italiano.
-¿Qué le gusta de la narrativa de Jaime Hagel?
Creo que tenemos el mismo sentido del humor, un poquitito perverso, me interesa mucho la potencia que tiene, la irreverencia. Sus personajes son muy sólidos, muy concretos y fuertes, un poco locos también, un poquito delirantes. En su escritura se mezcla el realismo y la exageración, hay cierta bestialidad o brutalidad y sobretodo me encanta que es un excelente dialoguista, sus diálogos son intocables.
-¿Cómo fue el rodaje en ese lugar de Colchahua?
-Fue mágico, siempre filmar en regiones es distinto, se genera una atmósfera especial. Algunos actores vivían una especie de trance, como fuera del mundo y se concentraban muy bien. Todo el equipo vivimos un mes y medio en la zona, de manera que nos levantábamos con la única obsesión de ir a filmar. La gente además fue muy amable, por ejemplo conseguimos una hermosa bicimoto de los años cincuenta, así como los carruajes y los otros vehículos de la época.
-¿Cómo fue esto de unir a Gloria Münchmayer y Catalina Guerra en un set?
-La historia requería ver a muchos de los personajes en dos etapas de sus vidas bien separadas, de manera que había una cosa de fisonomía bien importante, y lo otro es el espesor actoral absoluto de ambas que lo cumplen a cabalidad porque son dos tremendas actrices. No costó convencerlas y curiosamente nunca habían actuado juntas en la misma película, y además haciendo el mismo papel. Por cierto, ellas nunca estuvieron en el mismo set juntas y cuando la estrenamos en Argentina, hubo gente que creyó que era la misma actriz con un excelente maquillaje que añadía años.