La tragedia de Limache, con decenas de casas consumidas por el fuego y cientos de damnificados nos enfrenta a los efectos concretos del cambio climático: altas temperaturas, escasez de agua y fuertes vientos. Factores desencadenantes de una oleada de siniestros forestales que ataca a toda la Región y amenaza las zonas urbanas.
Es una realidad presente y en lo inmediato incontrolable, más allá del discurso y de los acuerdos internacionales que tardan en llegar a terreno. Sin embargo, en el caso de Limache, como en otros recientes, también hay un factor controlable, humano, la previsión como respuesta actualizada ante esos cambios ambientales.
Así, por ejemplo, la ubicación de poblaciones y su entorno deben contemplar los peligros de los nuevos tiempos climáticos. Las urbanizaciones, fuera de servicios básicos de electricidad, agua potable y desagües, deben contar con redes de grifos bien mantenidas que permitan una reacción rápida ante la aparición del fuego. A la vez, hay que insistir en la eliminación de materiales combustibles del entorno, vegetación o desperdicios que irresponsablemente depositan los vecinos.
Estos aspectos suponen responsabilidades compartidas entre una autoridad siempre alerta y vecinos capacitados y concientizados en la importancia del autocuidado.
Esta disposición compartida es necesaria ahora, en estos momentos, en que el fuego ataca a la Región en diversos frentes y con sospechosa simultaneidad que exige ser investigada, pues no se puede descartar el descuido culpable o la intencionalidad.
Ahora, en el caso concreto de Limache, ha llegado la hora de la solidaridad, de las campañas enfocadas a ayudar a esas familias esforzadas que lo han perdido todo. Necesitan ropa en buen estado, alimentos, herramientas básicas para trabajar con seguridad en la remoción de escombros.
Paralelamente, se debe pensar en la reconstrucción, considerando que las viviendas afectadas no son parte de una toma irregular, sino propiedades consolidadas, lo que facilita la recuperación con una mayor seguridad.
Procede, entonces, aplicar los mecanismos estatales existentes, pero lubricando la pesada maquinaria burocrática, de tal modo que la reconstrucción no sea sólo una buena palabra de consuelo del día después, sino una realidad que demuestre la capacidad de reacción social ante la tragedia.
Limache, hermosa localidad del interior de la Región, presenta en los últimos tiempos un importante crecimiento convertida en comuna residencial, pero ese crecimiento, con lindas casas y edificios, debe ser compartido cuando decenas de familias viven la tragedia de la pérdida de sus hogares y su bien ganada calidad de vida.