El error no forzado del alcalde Sharp
La invitación hecha por la Ilustre Municipalidad de Valparaíso, junto a la Embajada de Cuba, la Casa de Amistad Chileno-Cubana José Martí de la misma ciudad, la casa de Amistad Chileno-Cubana de Viña del Mar y la agrupación de profesionales ELAM de la región, para la conmemoración del 60° aniversario de la Revolución Cubana ha generado una polémica no menor en los borrascosos tiempos en que las señales dicen tanto o más que los actos.
Acaecido el 1 de enero de 1959, con la cesión forzada del poder de Fulgencio Batista a una junta encabezada por un par de presidentes marioneta (Urrutia Lleó y Dorticós Torrado), mientras el comandante en jefe del Ejército Fidel Castro y sus adláteres de la Sierra Maestra Raúl Castro, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, Huber Matos y Juan Almeida iniciaban los juicios sumarios de su tristemente célebre Comisión Depuradora, el triunfo de la Revolución encandiló a toda una generación -y a varias de las que le siguieron- las cuales, con suma candidez, defendieron (y aún defienden) hasta el hartazgo una dictadura sin visos de eufemismo.
La eternidad que vino después, el hambre, el miedo y los muertos, ya son otra historia. Ya no se trata de corrección política, sino de sentido común. Quienes perfilan como héroes a asesinos y secuestradores que se pasean por el mundo sin cumplir sus condenas en Chile, son los mismos que debieran advertir que actos como éste son un error no forzado, una provocación sin sentido que sólo conseguirá enardecer más los ánimos en esa antigua dicotomía de Guerra Fría que tanto daño nos hizo.
¿Qué es lo que realmente piensa Sharp al respecto? A fines de julio del año pasado, durante su participación en el programa Mesa Central de Canal 13, el periodista Cristián Bofill -sobre el final del capítulo- le hizo al alcalde porteño la pregunta que se le hace a casi cualquier político joven con ideas progresistas o de izquierda: "¿Es Cuba una dictadura?" La respuesta era sencilla: sí o no.
Pero las evasivas del alcalde terminaron con un tibio: "No me atrevo a opinar sobre Cuba, Venezuela o Nicaragua porque no conozco lo que está ocurriendo allá… Pero nunca defendería violaciones a los Derechos Humanos".
¿Existe de parte de él -un jefe comunal bastante mesurado en relación a su conglomerado- un doble discurso, como ha sido el de Gabriel Boric respecto de Jaime Guzmán y su victimario, Ricardo Palma Salamanca? Triste sería, a decir verdad. Quizás, sólo quizás, este tropiezo forma parte de su evolución política: el de la construcción de un referente que aún no parece tener pies ni cabeza, pero sí bastante ímpetu y articulación ciudadana, como por lo menos ha quedado demostrado en Valparaíso.
No será precisamente él quien reconozca públicamente un error en este tópico, mas su única tarea y preocupación debieran ser no Cuba, Nicaragua, Nicolás Maduro, Boric ni el Frente Amplio, sino la ciudad de Valparaíso, la limpieza de sus calles y cerros, los vendedores ambulantes que atropellan sus veredas, volver a atraer la inversión privada, el turismo y el estudiantado, además de contribuir al mantenimiento de una paz social que -tal como dicen los argentinos- se advierte cada vez más crispada.