Cuando se habla del transporte publico, el enunciado mismo lo dice todo. Un sistema integral de medios de transporte de uso generalizado. La ciudad moderna debe ofrecer un desplazamiento satisfactorio a las personas. Ya la excelente editorial de este medio, del 5 de marzo, concluye con lo esencial: "el transporte publico pasa a ser nuevamente materia prioritaria para la calidad de vida de las personas".
La calidad de vida conlleva a que las ciudades hagan del transporte publico un servicio publico. Es decir, que facilite la movilidad y que además desincentive el automóvil, reduzca la emisión de CO2, disminuya el colapso de calles, el estrés, la contaminación acústica y las afecciones bronco-pulmonares, etc. Su leitmotiv: servicio e inversión social. Al ser privado, es esencial una estrictísima reglamentación e igual fiscalización.
¿Pero que sucede en nuestra Región? Su antítesis. Usemos un lenguaje que refleje la realidad de esta tragedia. Se trata del "acarreo" de la máxima cantidad de personas en el menor tiempo posible. ¿Pero cuáles son las visiones de las partes?
Los empresarios operadores, no han demostrado tener jamás un sentido del servicio público. Nada se puede esperar sin fiscalizar estrictamente lo técnico y lo humano, además del estricto cumplimiento de los reglamentos y las ordenanzas. Los conductores, por su parte, no reciben capacitación. Corren a diestra y siniestra, tomándose las calles con atropello y su doble bocinazo, cual perro callejero que marca territorio. Lejísimo de un servicio, en propia e incivilizada conducta, con alto peligro para pasajeros, que incluso debiera ser listada como tal por compañías de seguro. ¿Usa transporte publico?
Por ultimo, la autoridad de turno. Nuevamente se anuncia vox populi una supuesta mejora al imaginario transporte publico en la Región de Valparaíso. Se mencionan nuevos horarios, fiscalizaciones de las frecuencias, mejoras técnicas, nuevas tecnologías y otras propuestas pirotécnicas. Especulo que los empresarios operadores y las autoridades del transporte no se movilizan en descontroladas maquinas. Los conductores, seguro que sí, pero nunca han visto otra cosa. Ese privilegio es solo para los que no tienen otro medio de acercamiento y para los que viven la probable utopía de una ciudad moderna y más amigable.
El corte del boleto, la máxima cantidad de vueltas al día, el no respeto de la velocidad máxima permitida, hablar por celular, manejar con una sola mano, bocinazos, adueñarse de las calles, vocerío en paraderos, ambulantes que, en increíble cervantino lenguaje, ofrecen sus productos a los pasajeros y por cierto el moderno sistema de sapos, seguramente seguirá igual, hasta nuevo aviso en otros 7 años mas.
Una asombrosa y alarmante falta de perspectiva y de visión de futuro. Mientras en Santiago ya se habrán construido una serie de nuevas líneas de metro, estaciones con alta tecnología y reemplazado el Transantiago, esta anunciada licitación para la Región, es una quimera de lo esencial de un sistema de transporte publico: la calidad de vida de los usuarios y de los habitantes en ciudades para vivirlas y no para soportarlas, al desplazarse.