Para muchos católicos puede resultar doloroso e inoportuno que justamente al inicio de Semana Santa un grupo de exseminaristas acuse a la jerarquía diocesana local de no querer avanzar en las investigaciones sobre abusos cometidos por sacerdotes. Pero hay que ponerse en el lugar de los tres agraviados que buscan mayor celeridad en las indagaciones que realiza la Iglesia de Valparaíso, hoy a cargo de monseñor Pedro Ossandón.
Los exseminaristas afirman que Ossandón no tiene voluntad de investigar y, por tanto, dan por "congeladas" las relaciones con el prelado, quién, en declaraciones a este Diario, afirma que "hemos realizado acciones concretas y se las hemos comunicado personalmente a ellos en reiteradas ocasiones de manera grupal y también personal".
A la vez, recuerda el caso del exsacerdote Jaime da Fonseca, quien tras decisión de la Congregación para el Clero en Roma, fue privado de su estado clerical, determinación que él mismo debió comunicarle.
Pese al anunciado congelamiento unilateral, monseñor Ossandón insiste en su disposición a seguir conversando con los exseminaristas y ante la posibilidad que inicien acciones civiles afirma que "todos somos ciudadanos y todos tenemos el derecho a hacer lo que en conciencia queramos".
Hay que recordar una acción judicial emprendida contra el Arzobispado de Santiago que derivó en un fallo que condena a la Iglesia a indemnizar en $100 millones a cada una de las tres víctimas de los abusos del ex párroco Fernando Karadima, decisión que no se apeló. El fallo de la Corte de Apelaciones la capital habla de supuesto encubrimiento.
¿No hay voluntad para avanzar en las investigaciones sobre el caso como afirman los denunciantes porteños?
Las precisiones formuladas a este Diario por el administrador apostólico de Valparaíso estarían dando cuenta de lo contrario, pero es muy posible, poniéndose otra vez en el lugar de los afectados, que se requiera mayor celeridad y disposición para acoger nuevos antecedentes que estos puedan aportar.
Ahora, con una mirada amplia al delicado problema, es justo reconocer que la Iglesia hace esfuerzos por aclarar situaciones y aplicar sanciones. Quizás ha faltado transparencia y celeridad y los afectados, de aquí y de allá, esperan más. Y en ese sentido, hay que recordar recientes palabras del Papa Francisco a los obispos: "Con vergüenza y arrepentimiento asumimos que no supimos estar donde debíamos estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando a tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños". Es el momento de cargar la cruz y la vergüenza y reparar el gravísimo descuido.