Decía Umberto Eco que una de las principales tareas de la universidad es la custodia de la memoria de la sociedad, porque en el ámbito académico es posible la selección de eso que se recuerda. En internet está toda la memoria, pero sin filtros; es la pesadilla de Funes el Memorioso: una tragedia borgiana, si se me permite el exabrupto. La cura de la memoria, filtrarla y proyectarla hacia el futuro es una labor que la academia no puede renunciar. Por eso, desde los institutos, escuelas o departamentos de Historia se debe defender la disciplina cuando ella está bajo amenaza.
Una sociedad sin historia se asfixia en el presentismo absoluto, porque sin pasado por conocer no hay futuro por construir. Cuando se habla de hurgar en el pasado para ver los fenómenos presentes "en perspectiva", lo que se está diciendo es que hay que dar una mirada histórica.
Decía Ricardo Krebs que el tigre siempre estrena el ser tigre, porque no sabe que antes de él hubo otros tigres, y que después de él todavía habrá otros. Ese "estrenarse" en el tiempo es un vicio que puede anquilosar a las sociedades cuando creen que sus inquietudes y problemas, o sus traumas y sus miedos, son únicos y nuevos sin ponderar su existencia desde una perspectiva histórica. Y no se trata de saber mucho de ese pasado, sino de la reflexión de lo que significa vivir históricamente, esto es, vivir proyectado, en tensión de futuro, de un futuro que se crea a partir del presente. "Yo soy yo y mis circunstancias", decía Ortega y Gasset; y las circunstancias creadas por mí, agregaba Héctor Herrera Cajas, refiriéndose a la capacidad de vivir históricamente enfrentándose a lo que él llamó, la "rompiente histórica".
La reforma curricular que hoy se discute condena a la Historia a un lugar secundario y a nuestros estudiantes a una existencia sin raíces ni proyecciones. Si bien hasta segundo medio hay contenidos históricos, al eliminar la Historia como ramo obligatorio y desdibujarlo en una "educación para la ciudadanía", se pierde la oportunidad de reflexionar seriamente sobre el acontecer histórico con jóvenes de tercero y cuarto medio, en una edad en la que ya pueden mirar su presente con eso que llamamos "perspectiva histórica". Eliminar Historia supone un reduccionismo vergonzoso y un inexcusable atentado a la formación humanista.
En 2010, escribí lo siguiente: "La decisión del Mineduc de reducir las horas de enseñanza de historia es lamentable, aunque no sorprende. (…) Consecuentemente, se ha privilegiado el estudio del presente, de modo casi periodístico, en perjuicio del estudio del pasado, objeto del análisis histórico. En efecto, hace años que vemos cómo, paulatina pero de manera consistente, se ha empobrecido la enseñanza de la historia en el mundo escolar, y es de temer que termine desapareciendo por completo de los programas…". Lo que más lamento, es no haberme equivocado.