El asalto a las dependencias del Novotel de avenida Libertad, en Viña del Mar, durante la cena de gala por el 110° aniversario de Everton por parte de supuestos "hinchas" auriazules que discrepan de las políticas llevadas a cabo por los dueños mexicanos del club (Grupo Pachuca), debe ser rechazado con todas sus letras. Primero, porque no es la forma (como tampoco lo fue en el pasado botar las panderetas del CDE de Reñaca Alto o amenazar a sus directivos); y, segundo, porque llegó el minuto de no tolerar más actos violentistas que, bien lo sabemos, finalmente terminan en tragedias sin solución y una Región que se desangra de pena.
Tanto o más grave que un grupo de energúmenos suba hasta el tercer piso de un hotel privado es el hecho de que en el acto hayan estado diversas autoridades, entre ellas la alcaldesa de la ciudad, Virginia Reginato; el intendente, Jorge Martínez, y la gobernadora, María de los Ángeles de la Paz, sin seguridad alguna y, peor aún, sin ningún tipo de inteligencia previa que les haya hecho saber que un evento como éste -realizado en simultáneo con la marcha de los profesores por la misma avenida Libertad- podría, al menos, tener contratiempos.
También llegó la hora de los sinceramientos. Para todos aquellos que en sus pequeños y agujereados cerebros creen que la droga, la delincuencia y la inseguridad son patrimonio exclusivo de Valparaíso y que no alcanza en ningún caso a Viña del Mar o Bosques de Montemar, les repetimos que la violencia y el narcotráfico han permeado todas las comunas; que si no hay denuncias (como exige la gobernadora) es porque a) la gente no se atreve; b) la gente cree que nadie hará nada; o c) la gente queda en el limbo de la eterna espera en el 133; y que terminar con estas lacras es, por cliché que suene, responsabilidad de todos.
Por lo mismo, las bravatas deslizadas en la misma cena, comparando la gestión de la S.A. en Everton con la de sus pares en Wanderers, tampoco tienen ningún sentido. La erradicación de la violencia debe nacer del propio actuar, del discurso que entregamos día a día a nuestros hijos o de la absurda prepotencia de los cobardes que se pasean por las redes sociales dictando cátedra de cómo actuar.
¿Qué debiésemos esperar de Everton? Primero, que denuncien, que se hagan cargo de lo que tanto daño les (nos) hace. Que su jefe de seguridad cumpla con sus labores y presente pruebas contundentes a la justicia, que la gobernadora De la Paz no vuelva a reunirse con barristas de ninguna especie y bajo ningún pretexto, que Carabineros cumpla con su labor preventiva, que la PDI no se duerma en los laureles tras atrapar a los supuestos autores del asesinato del turista canadiense y que la cortemos, de una vez por todas, de amparar delincuentes en las brigadas de campañas políticas, el clientelismo municipal y las barras de equipos de fútbol, que a estas alturas ya vienen a ser casi lo mismo.