Una historia sin fin. Así podría llamarse una película sobre la última década de la escuela Ramón Barros Luco de Valparaíso. No sería una comedia, por supuesto. Lo que ha pasado desde 2010 con el tradicional centro educativo porteño se acerca más al drama. Casi a la tragedia.
Hace unos días se confirmó que las alumnas del establecimiento deberán seguir sus estudios el próximo año en el Liceo 1, debido a que faltaron 544 millones de pesos para completar obras extraordinarias en la recuperación del majestuoso edificio -declarado Monumento Histórico en 2003- que alberga a la comunidad educativa, dañado severamente por el último terremoto que afectó a la región.
Hace dos años el Consejo Regional (Core) aprobó entregar $6.020 millones para reparar la escuela. Era el segundo intento de restaurarla, pues anteriormente la quiebra de la firma que se había adjudicado las obras impidió que se ejecutaran. Ahora la falta de presupuesto no permite que los trabajos se entreguen a tiempo para que las estudiantes inicien sus clases del 2020 en calle Victoria.
Durante los últimos años han funcionado en un edificio que la Corporación Municipal de Valparaíso le arrendaba a la Scuola Italiana; sin embargo, ese contrato terminó y se suponía que los tiempos coincidían para el retorno.
Hoy la comunidad escolar se encuentra preocupada, y con razón, por las condiciones con que se encontrarán en el nuevo lugar que las acogerá como allegadas.
"Ante la situación en que nos encontramos, les damos la seguridad y certeza de que todos los estamentos que conforman la Comunidad de la Escuela Ramón Barros Luco estamos luchando por la educación de calidad que nuestras estudiantes merecen", afirma una declaración que la semana pasada suscribió la directora del establecimiento, junto a la presidenta de los apoderados, la agrupación de exalumnas y el consejo gremial.
Este caso refleja una pésima gestión en educación a nivel ministerial, de gobierno regional y municipal. Resulta impresentable que tras diez años, no se haya podido dar una solución definitiva.
Una generación completa de alumnas pasó por las aulas de la escuela más importante de Valparaíso sin tener la posibilidad de estudiar en un edificio propio, que les otorga pertenencia y las acercara a la mejor tradición de la educación pública porteña.
La fiscalización que hoy realizan algunas autoridades es pertinente, pero llega diez años tarde.
Hoy lo relevante es asegurar óptimas condiciones para las niñas en el Liceo 1 y que se cumplan de una vez los plazos para recuperar el tradicional edificio de la Barros Luco.