La peor en mil años. Así describe a la actual sequía que castiga a la zona central del país la doctora Ana María Córdova, directora del Departamento de Meteorología de la Universidad de Valparaíso. Precisando, indica que "con la excepción de 1997, atravesamos por una mega sequía que es la más extensa en territorio, pues afecta a la zona comprendida entre Atacama y La Araucanía, la de mayor duración -desde 2010- y que provoca un déficit de precipitaciones de entre 20 y 40%".
La posibilidad de revertir esta situación es remota, pero no imposible, señala Sergio Erazo, experto en climatología y docente de la PUCV y de la UPLA, poniendo una nota de esperanza en nuestro árido panorama.
Localizando la crisis, hasta ahora en la ciudad de Valparaíso no se llega a los 181 mm. de agua caída registrados a la fecha el año pasado y mucho menos a los 264.1 que marcarían un año normal para la tercera semana de julio.
En cuanto a lograr los números de un año normal, se necesitarían lluvias adicionales por un total de 335.2 mm de aquí a diciembre lo cual, indica el meteorólogo Gonzalo Espinosa, ex oficial de la Armada, "es muy difícil; las proyecciones son bajas".
Esa es la realidad que debemos afrontar con una situación que amenaza el consumo humano y la producción agrícola e industrial. Pero frente a esa realidad la reacción no va mucho más allá del discurso y de medidas legales que, en último término, para decirlo crudamente, no hacen llover, intentan solo ordenar lo poco que hay.
En particular la situación regional es grave. Un total de 25 de las 38 comunas de la Región de Valparaíso han sido declaradas por decreto como zonas de escasez hídrica. De mayor gravedad es el caso de la provincia de Petorca, con cursos de agua agotados y capacidad de almacenamiento limitada. La población y la agricultura luchan por sobrevivir en medio de diferencias por el uso del preciado líquido.
En las comunas más pobladas el tema no inquieta, pero las fuentes de abastecimiento son limitadas y, lo que es peor, la pérdida del recurso, estiman expertos, llega al 30%. Los factores son muchos, desde redes antiguas, malas instalaciones, derroche y la eterna gotera en viviendas de todas las condiciones sociales. Se agrega a ello el inexplicable dispendio del recurso que se hace al secar terrenos para diversas edificaciones, materia sobre la cual no existe mayor control, un componente más del derroche de las aguas que terminan el mar. Un solo dato: anualmente 800 millones de metros cúbicos de aguas del Aconcagua se pierden en el Océano.
Esta sequía histórica, síntoma de tiempos peores, exige reacción consistente, colectiva; es una batalla que se da en muchos frentes donde todos tenemos un puesto de combate, más allá de encuestas, consignas y cálculos electorales.