El cobarde ataque a balazos a Sebastián Gómez y Estivalía López, dirigentes de la Junta de Vecinos del cerro Polanco de Valparaíso, es una prueba más de lo que muchos prefieren negar: el narco permea geométricamente los cerros de Valparaíso y Viña del Mar, en conjunto con diversas otras poblaciones de la Región, sin entender de fronteras políticas ni geográficas. Los crecientes recursos y el poder de fuego de los mismos superan con creces la capacidad de respuesta de las policías, autoridades, vecinos y padres, quienes ven cómo este tema -lamentable y tristemente- se nos escapa de las manos a todos.
La estrategia gubernamental del Plan Elige Vivir sin Drogas ha sido cuestionada no sólo por su acotado presupuesto (poco más de MM$ 500), sino también por la efectiva adaptabilidad del modelo islandés. Con todo, al menos es un primer paso.
¿Por dónde debemos comenzar? Las estadísticas incluso pueden confundir. En rigor, y de acuerdo al Décimo Segundo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar de Chile, 2017, realizado entre 6.528 alumnos de 8º básico a 4º medio de nuestra Región, las cifras no son tan negativas. Al contrario: muestran una disminución significativa en el consumo de tabaco, incluso por debajo de la media nacional, descensos en el consumo de alcohol, marihuana, cocaína y pasta base, los menores niveles de la década en inhalables (neoprén, tolueno, éter, acetona, poppers, pinturas), una variación no significativa en tranquilizantes sin receta (clonazepam, alprazolam, diazepam, lorazepam, valium), la mantención de la precocidad y edad de inicio del consumo, alza en la percepción de riesgo de tabaco y alcohol, no así de la marihuana, como también una baja en la disponibilidad de acceso al alcohol y drogas, con una preocupante tolerancia parental al consumo de cannabis.
Ahora, y poniendo los números en perspectivas, tal como dice el director regional de Senda, Marcelo Platero, el uso de marihuana, alcohol y drogas -que no es para nada bajo- en etapas donde se producen los desarrollos cognitivos, afectivos y sociales, marca una etapa crítica del desarrollo de la personalidad, con un avergonzante número uno en el ranking contiental de consumo de tabaco, marihuana, cocaína, pasta base y tranquilizantes.
Para quienes conocen la cárcel de Valparaíso (más allá de las visitas protocolares al Espacio Mandela) no es ningún misterio que es precisamente la adicción una de las principales causas de los delitos que tienen a muchos tras las rejas, más allá del tímido 36% de relación entre consumo y criminalidad que arroja el estudio. ¿Apostaremos por la prevención, la educación, el tratamiento, la represión? Hasta el minuto, ninguno parece ser el camino. Ahora, si no nos gustan las respuestas, quizás el camino sea cambiar las preguntas que estamos haciendo.