La televisión ha mostrado a todo Chile cómo Valparaíso se cae a pedazos. Desde la noche del martes las imágenes, con detalles, declaraciones y explicaciones, presentan la tragedia ocurrida casi en pleno centro de la ciudad cuando al ceder un muro de contención se aplasta una concurrida escala, desplomándose a la vez una antigua casa. El complejo y peligroso rescate, con nuevos derrumbes, presenta un saldo de seis víctimas fatales.
La casa colapsada, con más de un siglo de antigüedad, en su tiempo fue de calidad y el muro soportante lucía como recia estructura. Sin embargo, el paso del tiempo, sismos de diversa cuantía y la humedad, hicieron lo suyo y dejaron todo ese conjunto convertido en un verdadero castillo de naipes pronto a desplomarse. Para los expertos, riesgo predecible y quizás un olvidado estudio así lo consigne.
Como primera aproximación se puede hablar de falta de mantención de todo el conjunto y se podrían investigar también intervenciones imprudentes, como ocurre en muchas viejas edificaciones de Valparaíso.
Paradojalmente, esta tragedia ocurre casi en el centro de la ciudad a metros de la plaza Victoria, del Club Naval, la Municipalidad, antigua Casa Pompeyana de Edwards Bello, y la Catedral. El cerro mismo se presenta como un lugar de vivienda cercano, favorecido con el recién restaurado ascensor Espíritu Santo y también como atracción turística con el Museo a Cielo Abierto, tentadora oferta gourmet y linda vista.
Pero la decadencia que castiga al otrora "puerto principal" se hizo presente con brutalidad, pese a su patente patrimonial, sumándose a otros signos de alarma como el cierre de la Bolsa de Corredores, llegando a lo delictual, el viaje al parecer sin retorno de los trolebuses y la nube tóxica de la droga que oscurece con su sombra siniestra el hermoso anfiteatro porteño.
Después de la tragedia viene la hora de las explicaciones, la búsqueda de responsabilidades y de acciones judiciales que pueden reparar el daño material, pero que no mitigan el dolor que significa la pérdida de seres queridos.
Y la recomendación de siempre: sacar lecciones de esta nueva experiencia fatal, partiendo por un urgente catastro de aquellos puntos de esta ciudad que vive en riesgo permanente, donde están instaladas esas verdaderas bombas de tiempo que son los muros de contención al borde del colapso sobre los que se emplazan edificaciones ruinosas, trampas mortales para sus residentes, y bajo los cuales circulan personas. Tras todo esto hay propietarios que deben asumir su responsabilidad y también autoridades que deben aterrizar su acción en el terreno mirando, día a día, que la casa esté en orden y sea segura para sus sufridos moradores.