"No creo que la centroizquierda vuelva a gobernar si no le presentamos al país una estrategia de desarrollo económico creíble"
Embarcado en una incipiente carrera presidencial, el economista y profesor de la Universidad de Chile, Óscar Landerretche, reparte hoy su tiempo entre la academia y la preparación de su tercer libro. Acaba de publicar el segundo texto con Planeta, "Chacota", donde sostiene que "los arreglos institucionales son reflejo de la sociedad que hay debajo de ellos". En el primero, "Chamullo", diseccionó el rol de estas instituciones en la era de la posverdad.
El expresidente de Codelco -quien visitó la Municipalidad de Valparaíso en el marco de un encuentro organizado por la CEP y RED, el centro de estudios del Frente Amplio, donde conversó con el economista surcoreano Ha-Joon Chang- analiza la política donde, asegura, reina la arrogancia; ratifica que su domicilio político está entre la Concertación y el Frente Amplio y critica la falta de una estrategia económica tanto en la centroizquierda como en la derecha.
¿Por qué los conceptos Chamullo y Chacota para sus libros?
-Hay varios fenómenos bien destructivos que están ocurriendo en la democracia y en la economía moderna: la posverdad y el populismo. Quería escribir de ellos desde una mirada de la filosofía económica y de la filosofía política con un tono accesible.
-¿Cuál es el peligro de la posverdad para la instituciones democráticas que hay que "repensar en la era del ruido"?
-En ambos libros hay un tema común: que se requieren reformas institucionales importantes tanto en el Estado como en la manera en que funcionan instituciones privadas o descentralizadas como podría ser el sistema educativo. En Chacota hablo de cómo tienen que modernizarse las instituciones de la democracia, las electorales por ejemplo, e implica un cambio constitucional para hacerse cargo de los enormes cambios sociales que han ocurrido y que han creado una sociedad que no calza ni con la política, ni con las instituciones que tenemos.
-En "Chacota" señala que la ciudadanía estaría irritada con las élites.
-No hay que dejarse arrastrar por un espejismo. Y el espejismo tiene que ver con el síntoma de la enfermedad. La mayoría de las instituciones caen por algún escándalo de corrupción o abusos de poder. Pero eso es el síntoma del mal funcionamiento de las instituciones y la ciudadanía está irritada con las instituciones porque no están dando cuenta de la sociedad y cultura que tenemos hoy. Por ejemplo, la ciudadanía de hoy es demasiado compleja para el sistema electoral que tenemos y que nos obliga a calificarnos de una manera muy rígida: izquierda o derecha. Y como la gente no es así, rápidamente siente que lo que elige no calza con lo que siente. Lo peligroso del populismo es la demagogia y el personalismo, donde surgen líderes que aseguran tener la solución. El peligro de insistir en que las instituciones no funcionan es que eso conduce al populismo que es el primer paso para el totalitarismo.
-En medio de estos fenómenos ¿qué lo motiva a lanzarse en una aventura presidencial?
-Que el debate económico esté ausente de la discusión política. Siento que Chile ha perdido la capacidad de tener una estrategia de desarrollo económico. En los 20 años de la Concertación, los años de mayor crecimiento, tuvo una estrategia de desarrollo basada en la exportación de recursos naturales, inversión en infraestructura y la firma de Tratados de Libre Comercio para ingresar a otros mercados. Eso se complementaba con un creciente sistema de protección social. Eso se perdió. Y si uno le pregunta a las elites de izquierda y derecha no saben decir cuál es la estrategia. Te dicen cuáles son sus proyectos, como bajar o subir impuestos o reducir o no la jornada laboral. Me impulsa lanzar la candidatura para instalar este discurso porque no creo que podamos volver a gobernar si no le presentamos al país una estrategia de desarrollo creíble. Yo tengo una y no tiene por qué ser esta. Pero debe haber alguna.
-¿En qué consiste?
-Tiene que ver básicamente con dos cosas. Hay que dividir a la economía en dos sectores económicos. Uno son los sectores tradicionales de recursos naturales, que algunos llaman extrativismo, y el otro son los sectores que no existen y que queremos tener. Son sectores de punta, avanzados en tecnología y que son los que tienen los países líderes del mundo. Para el primer grupo hay que entender algo que el empresariado no ha querido entender: Chile nunca más será competitivo por ser el más barato. Chile ya se desarrolló a un punto en que eso no es posible. Entonces, estos sectores deben a empezar a pensar no como peruanos , sino como alemanes. Y los alemanes no son baratos. Los alemanes son eficientes, productivos y con alto valor agregado. La pregunta es cómo uno puede agregar valor y una manera que propongo y que practiqué en Codelco, "Cobre verde", es que los productos chilenos se vendan junto con los atributos de producción que minimizan el impacto al medio ambiente, etc. Cómo eso encarece el costo, hay que apuntar a mercados que paguen ese costo. Para el otro sector que aún no existe, necesitamos pactos de desarrollo. Hay que superar la visión del rol subsidiario del Estado y que invente pactos estratégicos entre las empresas, los sindicatos, las comunidades, las universidades y el Estado para hacer apuestas productivas en nuevos sectores que no tenemos. Son los pactos productivos estratégicos del Estado que se han hecho en Singapur, Corea del Sur, Finlandia.
-¿Por qué considera que su estrategia es tóxica para la política?
-Porque hay un problema central con lo que estoy diciendo. Al restablecer el rol estratégico del Estado es absolutamente central que tengamos un compromiso con reformas de la política y del Estado, que la limpie de clientelismo, de la corrupción porque sino no es creíble lo que estamos diciendo. Eso es muy complicado hoy porque nuestro sistema político se ha ido acostumbrando un poco a las malas prácticas. Y cuando yo hago mi propuesta es muy difícil de aceptar y hay gente que reacciona tratando de sacarlo a uno del juego.
-¿La centroderecha se despreocupó de la estrategia económica?
-Pero la derecha también. Creo que es un problema estructural. La centroizquierda abandonó tener una estrategia de desarrollo y la derecha está obsesionada con la misma estrategia que habrían propuesto en los años 50: bajar impuestos a las empresas, desregular el mercado laboral y desregular las regulaciones ambientales. Y eso no rinde.
-¿Por qué define su domicilio político a medio camino entre la Concertación y el Frente Amplio?
-Como hay tantas heridas en el mundo de la izquierda cualquier cosa que uno diga ofende a alguien. Pero bueno, cuando fui de la Concertación me definía como autoflagelante. Quería que se avanzara más rápido en tema de equidad. Y respetando lo que se hizo creo que se hubiera podido hacer mucho más. Hubo mucho miedo a los militares y al empresariado. Pero, además, siempre me ha gustado el espíritu libertario y corredor del cerco que es el FA, aunque allí hay matices. Siempre me gustó mucho la idea de remecer el sistema. Por eso me siento a medio camino.
-Gabriel Boric lo calificó en twitter como "un invento de las elites".
-No quiero seguir hablando de una descalificación injusta, de un exabrupto. Boric salió a explicar, se enredó mucho, y cuando a uno se la pasa la mano pide disculpas, pero sé que en que política no se puede. La política es un juego de arrogancia y yo estoy acostumbrado a actuar de otra manera.
-¿Iría a primarias?
-Ya se verá. Aún es muy temprano. Los mecanismos los irán determinando los partidos y las coaliciones. Yo quiero que se discuta mi propuesta.
-Tras los últimos atentados se detuvo al supuesto autor de la carta bomba que llegó a su domicilio. ¿Está más tranquilo?
-Me da esperanza que se haya capturado a alguien, pero llamaría a las autoridades a ser muy rigurosos a la hora de analizar si hay más personas involucradas. Pero, claro, desde un punto personal y familiar lo mejor sería creer que esto lo hizo una sola persona.