Valparaíso y Viña del Mar han comenzado a figurar como verdaderos botines para los partidos políticos y personajes que buscan reinsertarse o, bien, insertarse por vez primera en la política. Ya sea en las elecciones municipales o en la lucha por la gobernación, la lista de candidatos ha comenzado a crecer de forma inusitada.
La última en aparecer fue la exmodelo Marlen Olivari, quien anunció en un estelar de TV que está pensando seriamente en ser candidata a alcaldesa de Viña. Según Olivari, ha recibido ofrecimientos de Renovación Nacional, Evópoli y la Democracia Cristiana. Más que un interés propio, lo que habría motivado a la exmodelo sería la dramática situación de la Ciudad Jardín.
De esta forma, Olivari se suma a una lista de potenciales candidatos de la más variada índole. El interés, no obstante, contrasta con la complicada realidad de ambas ciudades y la carencia de propuestas para poder solucionarlas.
Para el caso de Viña del Mar, la Municipalidad parecieran seguir inmersa en cifras que no calzan y problemas cada vez más complejos, como el de los campamentos. Hacer el mismo ejercicio con Valparaíso podría llenar varias páginas de este Diario, pero podríamos reducirlo al desempleo, el estado de abandono del plan, la proliferación del comercio ambulante y, la más profunda, la falta de una definición clara de qué quiere ser Valparaíso en 50 años más.
En la disputa por la Gobernación, en tanto, parecieran no dimensionarse las dificultades que deberá enfrentar quien se haga cargo de este rol que hasta la fecha ha funcionado como caja de resonancia de lo que diga el Presidente ¿Qué ocurrirá cuando la figura no coincida con el partido político o el sector del Mandatario? ¿Cuál va a ser el margen de acción de los nuevos gobernadores?
La ambición por estos cargos habla más del afán de figuración y de la presencia asegurada en los medios que de una verdadera vocación por solucionar los problemas de nuestras ciudades. Cualquiera de estos puestos requiere de experiencia en administración, manejo político y determinación para solucionar graves problemas, algunos a través de acciones que pueden resultar impopulares, como lo han sufrido los alcaldes de Viña y Valparaíso contra el comercio ambulante.
Ser alcalde de Viña o Valparaíso, como decían nuestras abuelitas, "no es chacota" y requiere, más allá del cálculo político, responsabilidad de parte de los partidos. No vaya ser que la ambición por ganar los conduzca de nuevo a errores garrafales y a menospreciar la inteligencia de los votantes. Si así sucede, a propósito de DJs, sería música repetida y un nuevo tropiezo con piedras ya conocidas.