La sociedad chilena en su conjunto se ha pronunciado desde diversas perspectivas ante la iniciativa de algunos parlamentarios por reducir la jornada laboral a 40 hrs. o la iniciativa del Gobierno de llevarla a 41 hrs., pero con flexibilidad.
Algunas cifras
Los argumentos en contra de la reducción de la jornada a 40 hrs., hacen alusión a que debemos esperar, pues el PIB per cápita de Chile de US$ 16.079 (FMI 2018) y las 1.954 hrs. trabajadas en promedio al año en nuestro país (OCDE 2017), no permiten el estándar de los alemanes, con 1.354 hrs. trabajadas en promedio al año, pero con US$ 48.264 de PIB per cápita, en conclusión, al parecer nos queda bastante para poder trabajar menos.
Todo ello se reafirma al señalar que Chile está a mitad de camino, pues se sitúa en el lugar N° 61 en cuanto a ingresos per cápita (ranking de 198 países FMI 2017, ajustados por paridad de compra) lo que nos deja muy distantes frente a los US$ 115.978 de Catar que ocupa el primer lugar, pero muy adelantados frente a los US$ 632 de la República Central Africana que ocupa el último puesto.
De allí que en distintas columnas de opinión se ha señalado que la Productividad Total de Factores, del modelo de Solow, que mide el crecimiento, que no se debe a aumentos de trabajo ni capital, sería entonces a quien podríamos culpar, para no considerarnos personas pocos productivas, pues ésta se sitúa en -0,2 (OCDE promedio 2010-2018).
Al parecer entonces estamos al debe en innovación y cambio tecnológico a todo tamaño de empresas; pues las brechas de productividad, con nuestros socios de la OCDE con quien nos gusta compararnos, nos deja mal situados y peor aún en el último lugar del ranking OCDE en productividad por hora trabajada US$ 17 (OCDE 2017).
Otras reformas
A todo lo anterior habría que sumarle, para oponerse a las 40 hrs., los impactos que han tenido la última reforma laboral en el empleo y las reformas en curso al sistema previsional.
Se aceleraría entonces con la reducción de la jornada, el proceso de automatización y los impactos que la inteligencia artificial pueda tener en ajustes de remuneraciones y/o empleo. Sin embargo, para todas estas conclusiones faltan estudios en Chile, a falta de ellos nos podemos quedar con las palabras de figuras como el fundador de Microsoft, Bill Gates, y el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg que han admitido que el desempleo causado por la tecnología, el así llamado desempleo tecnológico, podría convertirse en el gran conflicto mundial del siglo XXI.
Clima organizacional
Para otros en cambio, a veces sin muchas cifras también, sí habría que reducir la jornada laboral, plantean que la mejora en la motivación y en el clima organizacional redundarían en aumento de la productividad.
En cuanto al clima organizacional podemos señalar que éste alude a una conjunción de interpretaciones y percepciones que tienen las personas respecto a su trabajo, roles y de su relación con otros miembros de la organización (Brunet, 1997; González, 2001). Esta definición puede diagnosticar las características y consecuencias del mismo (Moos, 1986; Rivas, 1992) siendo éste medible en sí y en sus impactos, es decir en los resultados de la organización, lo que nos permitiría medir, si mejoras en el clima producen mejoras en la productividad del trabajo.
No obstante, en Chile son pocas las cifras a este respecto, por la dificultad de aislar otros factores, pues si bien la correlación entre mejoras en el clima y mejoras en los resultados parece evidente, es muy difícil medir su impacto y magnitud.
¿en qué quedamos entonces?
Quizás para vislumbrar una respuesta valga la pena recordar por algunos momentos, la ética del trabajo, que nos señala la primacía del trabajo sobre el capital, la importancia del salario justo, planteada en la Doctrina Social de la Iglesia, de las conquistas sociales en pro de la reducción de la jornada laboral desde la revolución industrial, de los principios evangélicos, que con el sudor de nuestra frente nos ganaremos el alimento, de la santificación del trabajo ordinario como co- creadores, del trabajo bien hecho, de la conciliación entre el trabajo y la familia como pilar de la sociedad.
Si quizás hubiésemos hecho bien las cosas en estos temas fundamentales, el diálogo sobre las cifras y los impactos de posibles reformas se hubiese hecho de mejor manera, o incluso no se estaría discutiendo pues trabajadores, empresarios y gobierno hubiesen llegado previamente a un acuerdo en la búsqueda del bien común.
Son importantes los diálogos técnicos y políticos, pero fundamental es la ética del trabajo, la cual ha estado bastante ausente en esta discusión.