Crónica de un default anunciado
Académico de la Universidad Santo Tomás
Nuevamente nos enfrentamos a la pregunta de si es inevitable un default argentino, y mi respuesta es que no lo es, aunque en rigor el gobierno de ese país ya ha anunciado la cesación transitoria de pagos a los vencimientos de corto plazo.
Lo sorprendente es que, como dice el título de esta columna, había elementos suficientes para anticipar el desenlace actual, donde un default estricto parece inevitable, ya que la regla fiscal que ha seguido Argentina difícilmente podía determinar una baja o al menos una estabilización de la deuda pública, condición indispensable para la sostenibilidad fiscal en el caso de los países emergentes.
La regla fiscal argentina, consiste en tener un balance anual de ingresos y gastos corrientes. En términos técnicos, a esta regla se le llama déficit primario, y en su cálculo se excluye el pago de intereses de la deuda, ya que se consideran gastos imputables a déficits anteriores.
En un país donde las tasas de interés nominales de la deuda son relativamente bajas, e inferiores al crecimiento del PIB nominal, esta regla tiene total sentido, porque la deuda como proporción del PIB va decreciendo. Pero en el caso de Argentina no se cumple ninguno de estos supuestos, ya que los intereses de la deuda superan con creces el crecimiento promedio de la economía en los últimos años, y adicionalmente, desde que se ha reabierto el financiamiento externo, la deuda denominada en dólares aumenta nominalmente mucho más rápido que el PIB nominal con la devaluación del peso.
Así, la deuda de la Administración Central, que de acuerdo con el Ministerio de Hacienda alcanzaba a 88,5% del PIB en el primer trimestre de este año, luego del resultado de las elecciones primarias, estaría en torno al 100% del PIB por efecto de la depreciación del peso. También de acuerdo con el Ministerio de Hacienda argentino, el servicio de la deuda por concepto de vencimientos de capital (amortización) y pago de intereses es cercano a 50 mil millones de dólares este y el próximo año, y de ese total casi dos tercios está denominado en moneda extranjera.
Para tener una idea del esfuerzo que implica el servicio de esta deuda se puede mencionar que es aproximadamente un diez por ciento del PIB argentino. Trasladado al caso chileno, esto supondría un desembolso de 30 mil millones de dólares o cerca de la mitad de nuestro gasto fiscal. Más aún, con el aumento del riesgo soberano, de más de 2000 puntos básicos en el caso de los CDS a 5 años, no parece factible mantener la regla de financiar la diferencia entre el déficit financiero y el primario con deuda.
Sabemos que los defaults son un alivio en el corto plazo y que en el largo plazo el costo consiste en el cierre del financiamiento externo por un largo periodo. Pero la señal que envió el FMI otorgándoles 57 mil millones de dólares de financiamiento el año pasado, puede llevar a las autoridades argentinas a concluir que no es para tanto una cesación de pagos otra vez, y a los argentinos a pensar que no vale la pena un gran sacrificio presente a cambio de un apenas probable mejor futuro.
Alejandro Puente