En la hoja de ruta de los violentistas, lógicamente está un boicot contra el Festival de la Canción. No se necesita Big Data ni cosa parecida para sacar esa conclusión tras el análisis de decenas, cientos de mensajes en redes sociales "funando" el tradicional certamen viñamarino.
Es comprensible que así sea, pues el Festival es parte de la liturgia del neoliberalismo y merece ser enviado a la hoguera, idea consecuente con la acción de los grupos que usan, junto a consignas odiosas, el fuego como arma liberadora. Además, la versión 2020 del espectáculo, nacido en 1960, es una expresión de normalidad y la lucha de los últimos meses rechaza la normalidad y busca alterar sus manifestaciones; caso concreto, la maltratada PSU.
Bueno, pero la función debe continuar, viejo dicho de la farándula y con atención hay que seguir pistas en el ciberespacio con el fin de ir definiendo amenazas concretas, estrategias, organizaciones y, cosa difícil, autores.
La PDI, mediante su unidad del Cibercrimen, está alerta ante las amenazas, afirma el prefecto Iván Villanueva, responsable de la seguridad del recinto del Festival. Da cuenta que la misma tarea preventiva se ha realizado para el Festival de Las Condes y el reciente de Olmué, que cerró sin mayores problemas. Advierte el policía que las amenazas detectadas en las redes "quieren generar miedo" y agrega que la información recogida es entregada al Ministerio Público y en caso que proceda se detiene a "cualquier responsable que pudiera comprometer la seguridad de alguien".
Pero la seguridad no sólo inquieta a las policías, también preocupa a los concejales de la Municipalidad, en último término, propietaria del Festival. Pamela Hodar, UDI, pide extremar las medidas de seguridad, mientras que Marcela Varas, PPD, llama a una acción mancomunada al interior de la Corporación y Carlos Williams, independiente cercano a RN, insiste en la seguridad para evitar "hechos que después estemos lamentando".
La seguridad refiere al acceso al recinto de la Quinta Vergara y también a la realización misma del espectáculo, considerando la presencia de 15 mil personas y sus reacciones en diversas situaciones, más allá de antorchas y gaviotas. Las pifias y pancartas -próspera industria de estos días- buscarán pantalla, como buscan pantalla también quienes desde el anonimato del ciberespacio quieren sabotear el evento.
Los artistas, desde el escenario, tendrán sin duda preparado algún discurso "consecuente" que, se espera, no caiga en la trampa de la consigna fácil. En fin, todo eso es parte del Festival que no se puede sustraer a la realidad actual, lo que significa seguridad preventiva y reactiva, cautelando tanto la integridad del público como la normalidad del espectáculo.