En una reveladora entrevista con El Mercurio de Valparaíso, la flamante embajadora de Israel en Chile, Marina Rosenberg -una encantadora mujer de origen argentino- profundizó ayer sobre la experiencia de su país respecto de la escasez de agua, un flagelo histórico que Israel ha transformado en una oportunidad, y el cual Chile enfrenta hoy con más dudas que certezas.
Plantea Rosenberg que su nación cuenta desde 2007 con una autoridad nacional de temas hídricos y, desde la década de los 50, con leyes hídricas que les permiten enfrentar los problemas de la mejor manera, en una alianza estratégica con el sector privado y con tecnología de punta que facilita la desalinización, manejo y reutilización del agua. A su juicio, la embajadora entiende que Chile no es afectado mayormente por la ausencia de agua, sino por la ineficiente distribución de ésta. Como ejemplo, en Israel el promedio de pérdida de agua alcanza el 12%, en tanto Chile -según estadísticas conservadoras- se desperdicia el 35%. En su país, asimismo, el 60% del agua potable proviene del Mar Mediterráneo.
Aparte del indispensable -e inexistente en Chile- Plan Estratégico público privado, Rosenberg insiste en que éste debe contar con los recursos necesarios de inversión en tecnología e implementación del mismo. De otra forma, cualquier idea o iniciativa será simplemente letra muerta.
Por lo mismo, y ante una contingencia que el Presidente Sebastián Piñera ya previó a comienzos de su primer gobierno (mediados de 2010, específicamente), resulta indispensable volver a poner el acento sobre la cita institucionalidad, en medio de una sequía sin precedentes en al menos las seis regiones centrales del país, con la nuestra (Valparaíso) más cerca del Magreb norafricano que de lo que alguna vez fueron estos pagos.
Con todo, la Mesa Nacional del Agua, inaugurada por el Presidente Piñera en octubre del año pasado, e integrada por los ministros de Obras Públicas, Agricultura, Secretaría General de la Presidencia, Energía y de Ciencias, además de parlamentarios, académicos y expertos, debe insistir en sus tres áreas focales establecidas en ese entonces: sentar las bases de la política hídrica de largo plazo; la planificación de la infraestructura hídrica; y el marco institucional y legal.
Las mismas, seguramente postergadas por el estallido social y el desgobierno del último trimestre de 2019, debieran necesariamente ser retomadas junto a privados, expertos chilenos y extranjeros, y también otros gobiernos, entre los cuales Israel -firmante de un convenio bilateral sobre el tema durante la última visita del Presidente Piñera a Tel Aviv, en junio del año pasado- claramente es uno de los primeros en la lista.