Invertir nuestros recursos es una actividad siempre compleja, pues implica a lo menos tomar diversas decisiones hoy, en un ambiente de plena incertidumbre, las cuales afectarán en parte importante nuestro futuro. En especial, considerando los esfuerzos necesarios para cumplir con el propósito de disfrutar de la felicidad que proveerán dichos recursos invertidos en ese futuro incierto. Incertidumbre que implica considerar los efectos que poseen en dicho futuro la remota probabilidad de eventos de alto impacto, como por ejemplo, la revuelta vivida desde hace pocos meses en nuestro país.
Diversos instrumentos y de distinta índole, tales como; activos riesgosos, activos inmobiliarios, fondos mutuos, fondos de inversión, metales precioso o complejos vehículos de inversión, demuestran que invertir es una de esas actividades que toma valiosos recursos humanos en su gestión. Afortunadamente para los inversionistas, el mercado de valores pone a nuestra disposición, administradores capaces de ofrecer a bajo costo y de manera efectiva, posibles soluciones predeterminadas o personalizadas con la finalidad de resolver total o parcialmente la toma de decisiones que involucran las alternativas de inversión disponibles.
Gestión activa y pasiva
En lineamientos generales, existen dos tipos de gestiones de los recursos invertidos a través de los mercados financieros y sus agentes, conocidos como gestión activa y gestión pasiva. La primera tiene como principal objetivo realizar las transacciones necesarias, pretendiendo un desempeño superior al que obtiene el mercado o índice al cual hace referencia las inversiones en términos de riesgo, retorno y liquidez. Con la finalidad de lograr lo anterior, y de manera resumida, quien gestiona los fondos en esta modalidad evalúa permanentemente la pertinencia de los instrumentos en los cuales se realizan las inversiones, permitiendo comprar activos subvaloradas y vender otras sobrevaloradas por el mercado a ojos del administrador.
Por otra parte, la segunda gestión se diferencia de la primera al intentar imitar o replicar el comportamiento de un conjunto de activos propuestos como referencia. Esto implica que el gestor asume implícitamente que, son el conjunto de actores que participa en el mercado de valores, quienes logran encontrar el valor adecuado de cada uno de los activos riesgosos que componen el índice a imitar.
Evidencia
Probablemente su expectativa e intuición debiese estar clara. La gestión activa debiese tener, a todas luces, mejores resultados que la gestión encargada meramente de imitar el comportamiento de un índice. Son los profesionales y gestores con basta experiencia, amplia información y bastos conocimientos, los que mejor saben tomar las ventajas que entregan las supuestas anomalías existentes y sesgos en los inversionistas participes en los mercados financieros. No sólo eso, la gestión activa tiene una oferta más atractiva e importante. Esto es, que la gestión activa a través de su gestión profesional nos protegerá o permitirá aminorar los peores rendimientos, específicamente en los malos tiempos o momentos de crisis.
Con décadas de vasta evidencia a la vista y sin sorpresas, la evidencia se inclina a favor de una gestión pasiva. Como muestra de lo anterior, cada año Standard and Poor's entrega una comparación entre la rentabilidad de los fondos que son activamente gestionados con respecto de sus benchmarks respectivos. En dichas publicaciones, es posible notar sistemáticamente el fracaso de los fondos activamente gestionados al momento de ganarle al mercado. Por ejemplo, para Chile, según los datos obtenidos desde Standard and Poor's Dow Jones Indices versus active (SPIVA, 2019) en el periodo de un año el 63,64% de los fondos no logró superar su benchmark. Figura que se ratifica cuando se observa por un periodo de 3 y 5 años, donde en este último el 86,05% de los fondos activamente administrados no logró superar su propio benchmark. A su vez, la evidencia es clara para la principal promesa de la gestión activa, la protección de los recursos en los tiempos de crisis. En 2008, la Gran Crisis Financiera mostró de manera extensa uno de los peores resultados de los fondos activamente gestionados, donde solo el 6% de los fondos logró superar su benchmark. De manera coherente y respaldado por la abrumadora evidencia, Eugene Fama (1991) propuso en la versión practica de la Hipótesis de Eficiencia de Mercado, que en un mercado eficiente, "nadie puede ganarle al mercado".
Resumen
La superioridad de la gestión pasiva, con excepción de The Value Line enigma y algunos fondos de renta fija, proviene posiblemente de la diversificación superior que ofrecen los índices a diversos sesgos cognitivos y creencias en los gestores.