"La posibilidad de la traición está instalada en el Congreso, es como la ley de la selva: sin llorar"
"Honorables". Así tituló su segunda novela (LOM)la escritora y periodista de la Universidad de Chile, Rossana Dresdner, en la que ficciona las experiencias que vivió durante los tres años en que fue asesora comunicacional de la presidencia de la Cámara de Diputados. En el libro aborda fundamentalmente las particulares relaciones de poder que se dan al interior de un edificio que define como un feudo sin conexión con la realidad.
-¿Por qué novelar la realidad de los honorables?
-Al igual que en mi primera novela -"Pasajeros en tránsito"- y otras que estoy escribiendo, siempre me baso en experiencias personales. No sé si hay una desviación periodística pero inventar situaciones, sensaciones, emociones no me sale. Entonces parto de una base autobiográfica, en el sentido de que son experiencias que conozco y que tienen algún sentido.
-Desde tu experiencia trabajando en la Cámara ¿cuál es su mirada?
-Me llamó la atención y me sigue llamando la forma de ser y de funcionar que ahí existe. Tiene que ver más que con la legislatura misma , con cómo se establecen las relaciones, con cómo la gente interactúa, cuáles son los motivos, cuáles son los principios, lo que cuenta y lo que no cuenta, lo que vale y lo que no vale, y lo que es deseable y no deseable. Es una forma de relación humana y no sólo de los diputados sino que también de los funcionarios, los asesores, etc. porque hay mucha gente que trabaja ahí. Es un sistema de relaciones muy jerárquico pero que tiene códigos comunes en el sentido de que lo que manda es el poder. Puede ser el poder al que los diputados aspiran, pero también puede ser el de los funcionarios o el de otros, poder en el lugar que ocupa cada uno dentro de esta jerarquía. Es un tipo de relación o de códigos que finalmente afecta la forma en que se realiza la principal actividad de la institución: legislar.
-¿Esta forma de ser habrá tenido algún cambio con el hecho de que ahora funciona en Valparaíso en un espacio cerrado? En Santiago los parlamentarios tenían otras dinámicas con oficinas en las inmediaciones o se iban a tomar no sé, onces al Café Santos. Una mayor interacción con el barrio.
-Totalmente. Pero insisto, no sólo los diputados. El Congreso en Valparaíso funciona como un feudo. Es una mole, una cosa grande, pesada, de muros gruesos, están todos encerrados, y tienen poco contacto con la realidad. Es un tipo de relación que se genera ahí adentro y que sólo funciona ahí adentro. Es tan fuerte que mucha de la gente que trabaja ahí cuando salen del Congreso se siguen relacionando entre ellos.
-¿Cómo ficcionas todo esto en tu novela? De alguna manera es una manera periodística de dar a conocer cómo funciona.
-Aquí hay mucho reporteo y los hechos relevantes que aparecen son reales, estuvieron en la prensa pero en el armado de la historia conversé con actuales y ex honorables, y funcionarios porque me interesaba saber qué les pasaba. Si sabes que ha habido una negociación sobre un proyecto de ley, necesito que me cuenten cómo se dio la conversación en la que negociaban, qué sintieron, en qué momento y cómo se dieron cuenta que el tema ya venía cocinado. Mi reporteo es personal en el sentido de que quiero saber qué le pasa a la persona cuando está viviendo la situación ya sea diputado, asesor, funcionario o periodista.
-El Congreso ha estado en el foco de la crítica ciudadana y tiene una baja aprobación. ¿Son legítimas?
-Creo que sí. Están tan aislados que por mucho que lleguen parlamentarios que estuvieron conectados con la ciudadanía, como los exdirigentes estudiantiles, al final entran en la misma dinámica y terminan perdiendo nexo con la realidad. Lo que ha hecho el Congreso tras el estallido lo demuestra. Hacen muchas cosas que se ven tan mal y ahondan el malestar. Me parece que ellos no tienen conciencia de eso; fui asesora de comunicaciones de tres presidentes de la Cámara y a veces decían cosas que uno pensaba ¿cómo no se dan cuenta cómo suena lo que están diciendo?
-Sin embargo, fue el Congreso el que logró generar el acuerdo que permitió establecer un cronograma para cambiar la constitución.
-Fue bueno que se juntaran y lograran este acuerdo, pero no se preocuparon de la forma y mucha gente no tiene noción de lo que significa este acuerdo y lo rechazan porque se hizo entre cuatro paredes, en la "cocina"; porque vieron que pasó lo mismo que viene ocurriendo por años. Los parlamentarios tampoco le toman el peso a la importancia a la forma y eso es por falta de contacto. Y algo tan importante como es ese acuerdo, su contenido pasa a ser secundario porque la forma no fue correcta.
-Para muchos el FA se sumó al establishment. ¿Es muy difícil sustraerse a eso?
-Lo que la novela busca mostrar es una dinámica de funcionamiento que tiene la Cámara de Diputados, y está tan arraigada, que es muy difícil cambiarla. Pienso que podríamos sacar a los 155 diputados, poner otros 155 nuevos y nada cambiaría. Esto no depende de si este diputado es más o menos conservador, o más o menos progresista. No depende de eso. Esto es como una jaula en la cual todos los que llegan tienen que adecuarse. Me consta que la capacidad de un presidente de la Corporación para cambiar algo es muy limitada; todos llegan creyendo que van a cambiar un montón de cosas y al final, no sé si por negociación o por qué, termina cambiando dos de 10.
-¿Esto explica que se tan difícil rebajarse la dieta?
-Exactamente. Ahí está. Es una maraña. Baradit decía que al final hay un sistema de funcionamiento que lo que busca es obstaculizar el avance.
-Novelado o no su libro ¿es una denuncia de esta dinámica?
-No sé si una denuncia pero sí, porque cuando tú estás ahí día a día te das cuenta de una forma de operar que no conoce nadie. Porque lo que se conoce es lo que aparece en la prensa, pero me consta que hay irregularidades que ocurren en el interior y de las cuales los diputados no saben nada o se enteran a última hora. El sistema que existe para averiguar algo es muy complejo. Es un pantano.
-Siempre se cuestiona el sistema de funcionamiento enfocado en que trabajan poco.
-Los diputados trabajan muchísimo. Que la comisión, que la instancia investigadora, la sala. Van de aquí para allá y aprovechan los viajes para estudiar, andan contra el tiempo, corriendo y no pueden profundizar, menos en temas administrativos. No tienen tiempo para supervisar y nadie cree que ellos no sepan todo lo que pasa ahí adentro. Pero efectivamente no las saben; ni los presidentes las saben.
-Fue asesora comunicacional. ¿Qué se puede mejorar?
-Algo que es fundamental y que han tratado de cambiar los presidentes de la Cámara, es que tiene que haber un ente externo que fiscalice al Congreso pero eso está prohibido por ley. Eso es fatal. La frustración reina entre diputados y funcionarios.
-¿Cómo fue propia experiencia?
-Lo pasé bastante mal porque es un ambiente muy rudo, muy crudo. En la forma política de ejercer la política entrecomillas -porque no creo que la política deba ser así- está todo permitido. Y si te sorprendes porque alguien te dio la espalda, te dijo una cosa y no era verdad, o te promete una cosa y después no cumple, bueno si te sorprendes por eso es que no sabes ser político. Porque la forma política de hacer las cosas es aceptar que la palabra de nadie vale. O sea, no le puedes creer en un 100% a nadie. La posibilidad de la traición está instalada en el Congreso, y no te puedes sorprender si alguien te traiciona. Si llegas a sorprenderte es porque eres ingenuo porque si eres realista, tienes que aceptar que esa posibilidad existe siempre. Y eso es fatal, no puede ser que nos relacionemos así; no quiero decir que todo sea color de rosas pero deben haber ciertos principios sin embargo ahí es como la ley de la selva, sin llorar.
-¿Por qué no lo pasó bien?
-Creo que esa forma de funcionar donde se normaliza la mentira, cambiar de opinión, aparentar, toda esta forma tan tóxica de relacionarse no me hizo bien. Una vez, cuando lo estaba pasando mal, un alto funcionario de la Cámara me dio un consejo. "No confíes en nadie, ni siquiera en mí". Con el tiempo he llegado a entender que efectivamente me lo dijo como consejo. Bueno, no tengo carácter ni la personalidad para eso. Hay cierto cinismo instalado y los periodistas que trabajan ahí también tienen que hacerse parte de eso. Se pasa mal, pero salí fortalecida.
" Hay irregularidades que ocurren en el interior y de las cuales los diputados no saben nada o se enteran a última hora. El sistema para averiguar es muy complejo. Es un pantano". "Es fundamental y lo han tratado de cambiar los presidentes de la Cámara, que haya un ente externo que fiscalice al Congreso". "Si te sorprendes porque alguien te dio la espalda, te dijo una cosa y no era verdad, o te promete una cosa y después no cumple, es que no sabes ser político".