Plebiscito: abuelos directo al matadero
"Tomando en cuenta estos antecedentes, nuestra clase política debiese acordar a la brevedad la postergación del plebiscito de abril si pretende que el proceso sea exitoso". Investigador Fundación Piensa
A medida que aumenta el número de contagiados por el coronavirus las formas para enfrentarlo han ido, a su vez, extremándose. Ya es un hecho que estamos ante una crisis global que amerita adoptar decisiones lo suficientemente contundentes para evitar la pérdida de vidas humanas, aunque de paso se afecten otros intereses colectivos.
El panorama no es auspicioso y ya hemos vistos que en cuestión de días se han suspendido un sinfín de eventos masivos que formaban el caldo de cultivo para que la enfermedad se introdujera en el corazón de las comunidades. En este contexto, ¿qué debiésemos hacer con el plebiscito de abril?
El próximo mes celebraremos el plebiscito más importante desde el retorno a la democracia. Se espera que este hito congregue a millones de compatriotas en las urnas, dando forma al dispositivo de contagio más grande que alguien pueda imaginar. Ante el riesgo inminente que representa este escenario, la postergación del plebiscito se vislumbra, por lejos, como la opción más sensata.
Por supuesto que habrá más de alguno que se opondrá, como también habrá quienes inventarán las teorías conspirativas más sofisticadas con tal de golpear al oficialismo, los hashtags pidiendo la renuncia del presidente serán masivos, y, probablemente, algún carismático diputado del Frente Amplio juntará las firmas necesarias para iniciar una nueva acusación constitucional. No obstante, esto no debe ser impedimento para que el Gobierno cumpla con su principal tarea de resguardar la salud de la población, aunque con ello debamos retrasar una decisión fundamental respecto al derrotero político del país.
Hace algunos días, la Comisión Electoral del Reino Unido (equivalente a nuestro Servicio Electoral) recomendó al primer ministro la postergación de las elecciones de mayo. La recomendación se sustenta en el impacto que tendría el coronavirus, tanto en la salud de las personas como en la baja participación electoral. Respecto a lo segundo, las recientes elecciones municipales de Francia -en la que hubo una abstención histórica- nos muestran que la celebración de eventos electorales en plena expansión del virus trae consecuencias importantes en términos de legitimidad y participación ciudadana.
Tomando en cuenta estos antecedentes, nuestra clase política debiese acordar a la brevedad la postergación del plebiscito de abril si pretende que el proceso sea exitoso. No olvidemos que una de las demandas ciudadanas más sentidas en esta crisis dice relación con la calidad de vida de los adultos mayores, de quienes se espera que tengan una participación destacada y que, a su vez, conforman uno de los grupos de riesgo de esta pandemia.
De seguir el itinerario original no nos quedará más que observar con indignación las estrategias comunicacionales que los partidos políticos desplegarán para fomentar la participación electoral de la tercera edad, cayendo en la siguiente paradoja: con el afán de mejorar la calidad de vida de nuestros abuelos, los estaremos guiando directo hacia el matadero.
Maximiliano Duarte