En el contexto de la bizantina discusión actual sobre la conveniencia del aislamiento ante la amenaza del covid-19, en la cual tantos opinan con supina irresponsabilidad, bien cabría precisar que, finalmente, todo se reduce a una cuestión de responsabilidad, autocuidado y, cómo no, matemáticas, tal como lo explica el doctor chileno Jorge Herskovic, director del Academic Analytics & Technology en el MD Anderson Cancer Center de Houston, Texas.
Pongamos el caso de un país ficticio, sin contagios, con el crecimiento exponencial de un virus con R0 = más o menos 2.0, explica Herskovic. En ese país no hay nadie infectado, pero llega una persona contagiada desde el extranjero, convirtiéndose en el primer paciente. Ese paciente original contagia entonces a dos personas (R0=2). Ahora tenemos 3 pacientes. Cada uno de los dos pacientes nuevos contagia a dos más (3+4 = 7 pacientes). Estos 4 contagian a 2 cada uno (7+8 = 15). Ahora tenemos 8 nuevos, es decir, 16 contagios. Ya vamos en 31 pacientes. Cada día se contagian 2^n personas. El número de pacientes cada día es (2^(n+1) - 1). Tras 10 ciclos, tendremos 2,047 pacientes. Si cada ciclo tomara un día (en rigor, son 3 o 4), a los 15 días tendríamos 32,767 pacientes. Y al día siguiente de ello, 65,535...
Obviamente, esto no dura para siempre. En algún momento no quedará gente nueva por contagiar. Pero tomar medidas hoy en vez de mañana hace una diferencia monstruosa en la cantidad de casos que aparecen a la vez y el cómo responder a ellos.
¿Qué es lo único que no crece exponencialmente? -pregunta Herskovic. Acertó: la capacidad de los hospitales. Más aún en un país como el nuestro.
La mayor parte de los casos (un 80%) se van a tratar en casa con medidas generales. Los graves pueden morir con o sin hospital. Si ralentizamos el contagio, evitamos que aparezcan miles de casos nuevos simultáneamente. De eso se trata "aplanar la curva" y eso se logra mediante el aislamiento social.
Por lo mismo es tan importante retrasar a como dé lugar el peak de la enfermedad para que no coincida con la habitual sobrecarga de enfermedades respiratorias de invierno.
¿Sale caro todo esto? Claro que sí. Paralizar el comercio y la economía traerá consecuencias dramáticas y no sólo en términos de empleo. Cerrar las ciudades (el "lock out" del que hablan en La Moneda), también. Por ello, el llamado -el ruego, más bien- apunta a ser conscientes de que pasearse por allí con la infección a cuestas, como hizo el joven que se subió a un avión y viajó a un matrimonio en Temuco, o el que con una visita a un gimnasio de Chillán convirtió a Ñuble en la segunda Región del país con mayor número de contagios, es algo mucho más irresponsable que andar con un arma cargada.