Esto ya no es política, sino supervivencia
Las estadísticas y números dicen que la Región de Valparaíso ha manejado más o menos bien la pandemia. Si eso es mérito del seremi o lisa y llana buena suerte, da exactamente lo mismo.
De acuerdo con el último Informe Epidemiológico n°17 de Enfermedad por SARS-Cov-2 (covid-19) del Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud del 15 de mayo, en Chile ya se han confirmado alrededor de 40 mil casos por laboratorio (ayer se empinaron sobre los 41 mil), con una tasa de 203,2 por 100.000 habitantes diagnosticados desde el 3 de marzo, con las mayores tasas de incidencia acumulada en las regiones de Magallanes (525,3), Metropolitana (360,3) y Tarapacá (203,5). La mediana se instala sorprendentemente en los 38 años, con el 6,1% en menores de 15; 24,3% en personas de entre 15 y 29; 32,7% entre 30 y 44 años; 27,6%, entre 45 y 64; y el restante 9,5% en adultos de 65 y más años.
En la Región de Valparaíso, tres comunas acumulan contagios que ya se instalaron sobre los tres dígitos: Viña del Mar (275), Valparaíso (255) y San Antonio (191), con las mayores tasas de incidencia (el número de casos nuevos de una enfermedad u otra condición de salud dividido por la población en riesgo de la enfermedad en un lugar específico y durante un período especifico) en comunas de menos de 20 mil personas como Algarrobo (125,2), El Quisco (129,6), El Tabo (160,4), Santa María (122,2) y Santo Domingo (243). San Antonio, con casi cien mil habitantes y altas tasas de incidencia acumulada (197,4) y actual (61) es, con todo, el caso más preocupante. Para ello se instauró, tardíamente según los críticos, desde el viernes un cordón sanitario.
Sólo a modo de comparación, en la Región Metropolitana once comunas, todas de carácter rural, no tienen tal número sobre los tres dígitos. Asimismo, la Región de Valparaíso, con una población cercana a los dos millones de habitantes, sigue con una tasa de incidencia acumulada bajo 70, de mortalidad y letalidad acumuladas, de 1,4 y 2,1 respectivamente, cifras del todo razonables.
Por lo mismo, las pullas y presiones recibidas por el seremi de Salud, Francisco Álvarez, para decretar una exagerada cuarentena total obligatoria en toda la Región no tienen ningún sustento científico, social y, ni siquiera, emocional. Al no existir un manejo "ideal" de esta enfermedad (tal como Italia lo hizo desde el sentimiento; Alemania, desde la eficiencia; o Corea del Sur, desde la racionalidad), los sucesivos rebrotes parecieran dar la razón a la historia, aquella que nos dice que ninguna pandemia en todo el recuento de la humanidad sobre este planeta ha durado menos de dos años. Esto es, esa maldita cadena de ARN irá y vendrá sucesivamente durante un largo período, en el cual -para bien o para mal- deberemos aprender a lidiar con ella.
Cerrar el país totalmente, insistimos, sería de una ignorancia supina, tal como dejarlo completamente abierto (como hicieron los suecos) o, derechamente, aplicar el negacionismo propio del dentista-dictador que prohibió las mascarillas y la sola mención de la palabra "coronavirus" en Turkmenistán, y cuyos números la prestigiosa Johns Hopkins University no se anima a publicar, aun cuando reproduce sin ningún problema las sospechosas bajas estadísticas de covid-19 en Nicaragua y Venezuela.
Esto ya no se trata de política, sino de supervivencia. Si un tarado rompe la cuarentena para hacer una fiesta, andar en helicóptero o subirse a un avión estando contagiado, debe recibir todo el rigor de la ley, de la misma manera que el senador Rabindranath Quinteros, cuya falta de cuidado puso en juego mucho más que al cada vez menos relevante Congreso.