El Far West ya está instalado en la zona
El cobarde y sanguinario asesinato del ingeniero Correa es mucho más que un llamado de atención. La violencia debe ser erradicada. ¿A qué punto hemos llegado para tener que aceptar como sociedad que hechos como estos ocurran, mientras la justicia continúa con su más absoluto garantismo? ¿Dónde está la vigilancia y resguardo policial?
El asesinato a sangre fría del ingeniero comercial Alejandro Correa en la puerta de su casa del barrio residencial de Bosques de Montemar, un lunes a las 10 de la mañana, a pocos metros de su familia y en un ataque con claras características de sicariato, marcó a sangre y fuego el inicio de esta confusa semana, en la cual la angustia por los altos contagios del covid-19 se mezcla con los primeros signos de levantamiento en las comunas periféricas de la Región Metropolitana, la absoluta confusión del Gobierno para, si no manejar, al menos administrar la crisis, y la triste constatación de que el narcotráfico ya permeó completamente nuestra sociedad, como ha sido advertido en innumerables ocasiones desde esta misma tribuna, y últimamente por el intendente capitalino, Felipe Guevara.
¿Cuánto hay de humanidad en alguien capaz de quitarle la vida a un padre de familia, con un historial de vida ejemplar, por dinero, por un terreno en Quilpué (como dicen que habría sido el caso del ingeniero Correa) o por cualquier otra cosa?
¿A qué punto hemos llegado para tener que aceptar como sociedad que hechos como estos ocurran, mientras la justicia continúa con su más absoluto garantismo? ¿Dónde está la supuesta vigilancia y resguardo policial de 24 horas de la cual habla el capitán de la Cuarta Comisaría de Carabineros de Concón, Marcelo Orellana? Es cosa de revisar la prensa: sólo en el último mes ha habido asaltos, portonazos y mecheros amenazando con armas a los clientes del Jumbo cercano.
Terminamos por caer, aceptémoslo o no, en una especie de dimensión desconocida, de la cual nadie sabe cómo salir. La misma que, si algo podemos decir con certeza, es que vendrá acompañada de más violencia, cobardía y descontrol. Aun cuando pueda ser muy tarde, es el minuto de desterrar las bandas armadas y el narcotráfico de la Región de Valparaíso. Y no nos referimos a los alijos de pasta base y kilos de marihuana incautados que con orgullo muestran de tanto en tanto nuestras policías. Hablamos de que no es posible que terminemos controlados por ellos, al estilo de las maras salvadoreñas, las fuerzas paramilitares que se han tomado más de un estado mexicano o el triste recuerdo de la Colombia de los años ochenta y noventa. ¿Eso queremos? ¿Un Far West?
Esto tiene que parar ahora. Cualquier nuevo contrato social parte de la base del respeto absoluto por la vida y la integridad del prójimo. Quien no quiera entenderlo deberá ser apartado legalmente de la sociedad como la alimaña que es. Llegó la hora de decir ¡basta!