Bolsa de gatos en Valparaíso
A nueves meses de las elecciones municipales, el alcalde Sharp anda a los tumbos por la vida, buscando enemigos hasta en el espejo. El problema no es Opazo, exjefe de sucursal del IPS y último de la camada socialista que entró con Sharp al municipio, sino la grandilocuencia, aquel afán por construirlo todo desde el conflicto.
El irrespetuoso y abrupto final del último Concejo Municipal de Valparaíso -con gritos, acusaciones y el impresentable portazo cibernético del alcalde Jorge Sharp- da cuenta de que la autodenominada Alcaldía Ciudadana se está quedando más sola que nunca, alejada no sólo de la población, sino que también de los partidos políticos que alguna vez sustentaron su fuerza.
El problema ya ni siquiera es el administrador municipal, Claudio Opazo, cuya salida exigen ocho de los diez concejales del municipio, y que -a todo esto- debe ser, junto al jurídico Guzmán, uno de los pocos tipos cuerdos que quedan en Condell 1490, sino que su posible remoción termina siendo un intento desesperado por hacerle entender al alcalde que los métodos de guerrilla sucia utilizados por sus colaboradores no hacen sino mellar su golpeada imagen pública, hoy superada en la izquierda con largueza en las encuestas por nombres como Daniel Jadue e Izkia Siches, quienes -con todos sus bemoles- al menos son capaces de entender que los proyectos colectivos son eso, precisamente colectivos, respetando estructuras partidistas ordenadas y las actuales condiciones sanitarias y de crisis.
Curioso resulta también el "apoyo" político que le da el movimiento Unir, esa entelequia formada por el exdiputado socialista Marcelo Díaz, la exministra y frustrada candidata a la alcaldía porteña, Paula Quintana, y el mismo Opazo, cuyo ingreso al Frente Amplio fue anunciado en alguna breve en los diarios de la semana recién pasada, con más pena que gloria. Súmese a ello una carta de apoyo a Sharp redactada a la rápida por Revolución Democrática, Vía Porteña, el Partido Liberal, Proyecto La Comuna y el FAI, acusando a Carlos Bannen, concejal presidente regional de la UDI (¿no se les ocurrió un argumento más ad hominem?) de intentar la "desestabilización institucional" del municipio, "liderando una operación política" contra el "proyecto" de la Alcaldía Ciudadana y cuyo único objetivo es "unificar las fuerzas políticas conservadoras" (entre las cuales, por supuesto, estaría también el edil comunista Iván Vuskovic, a quien la directiva del PC "apretó" durante la mañana de ayer tras un par de llamaditas de la claque de Sharp) bajo "argumentos con pretensiones institucionales".
Insistimos: el problema no es Opazo, exjefe de sucursal del IPS y último de la camada socialista que entró con Sharp al municipio en 2016, sino la grandilocuencia, aquel afán por construirlo todo desde el conflicto, de creer que una acusación por abusos es un ataque al "proyecto" y no una legítima defensa de un (a) empleado (a), cuya única esperanza de justicia es un sumario administrativo, de esos que se demoran meses y hasta años, mientras una foto de una botella de pisco en una oficina municipal termina ese mismo día en el inbox del contralor regional; o de una familia porteña desesperada porque no le llegó la caja con mercadería prometida, pero sí a la secretaria municipal.
Lo último, que ya es más problema nuestro, es que salvo por el gran Carlos Caszely, no se puede confiar en nadie que hable en tercera persona de sí mismo o de su colectivo, que le ponga apellidos a su trabajo ("ciudadana") o que no pueda hablar ni escribir sin repetir una y mil veces la palabra "proyecto".