Municipalidades y uso de recursos públicos
Los U$ 120 millones que llegan a las municipalidades permitirán, con limitaciones, atender carencias en alimentación y salud. Estos aportes son un reconocimiento a la importancia de esos organismos, pero es ineludible advertir sobre casos en que con el manejo municipal los recursos públicos dejan de ser tales y se convierten en privados con clientismo y uso político.
Opacado por derrotas parlamentarias y posibles cambios ministeriales, el anuncio presidencial de un nuevo aporte de fondos públicos a las municipalidades pasa a segundo plano. Son US$ 120 millones destinados a las 342 municipalidades del país, que contarán así con recursos frescos para atender emergencias propias de la crisis sanitaria y económica, que en terreno se traduce en graves problemas para personas de amplios sectores sociales.
La cantidad se suma a aportes anteriores. Mirada como un todo es mucha plata, pero como hay que repartir la caridad entre muchas manos, lo que cada comuna recibirá siempre resultará insuficiente.
La distribución de recursos se hace en base a población de la localidad y a la situación de vulnerabilidad de las personas. De la pobreza, en palabras simples.
En la Región de Valparaíso la comuna que recibirá un mayor aporte es Viña del Mar, con $ 1.742 millones. Le sigue Valparaíso, con $ 1.631 millones. Estos números dan cuenta que Viña del Mar, otrora comuna "rica", no sólo tiene más habitantes que Valparaíso, sino que también tiene, proporcionalmente, más pobres, lo que se comprueba en terreno con la creciente cantidad de campamentos. En total, las 38 comunas de la región reciben $ 10.128 millones. Hablando sólo en números, hay que consignar que la comuna capitalina de Puente Alto recibirá $ 3.067 millones, pero todo eso es otra historia. Lo que deben atender hoy las municipalidades es el día a día de la población más castigada, donde hay desempleo y faltan recursos para "parar la olla".
Así, de acuerdo a lo señalado por diversos alcaldes a este Diario, este nuevo fondo será focalizado en entrega a alimentos. Ahí entramos a la compleja cuestión del "cómo". No se consideran aportes en dinero a las familias, lo que permitiría, a la vez, inyectar recursos al castigado comercio embanderado con pabellones negros. Pero siempre es complejo y tentador repartir dinero y menos difícil, pese a todo, es entregar cajas. Más simples son los aportes a las ollas comunes.
Otro destino prioritario será en salud, fundamental en la actual situación, donde los recursos nunca alcanzan.
Estos aportes a las municipalidades, más allá de la emergencia, son un reconocimiento a la importancia de esos organismos por su cercanía con las personas, pero junto a esa importancia es ineludible advertir sobre conductas en el manejo municipal en que los recursos públicos dejan de ser tales y se convierten en privados, derivando en clientismo y uso político. Los ejemplos sobran y opacan el prestigio del servicio público.
Más que nunca, esta es la hora de la transparencia. Los recursos deben llegar con oportunidad a su destino final: las personas para quienes el día a día se ha convertido en penosa cuesta arriba.