"El despeñadero en el que estamos no lo arregla una sola persona, tiene que ser un superequipo"
"El que nace chicharra, muere cantando", dice el viejo adagio, y con Carlos Larraín queda demostrado. Se fue a vivir a Tierra del Fuego a su estancia Cameron, más de 100 mil hectáreas a las que les dedica sus días, pero siempre mantiene un ojo puesto en la escena política. De tanto en tanto, el exsenador y expresidente de Renovación Nacional, reaparece para ofrecer su mirada sobre la actualidad nacional.
"Acá en la isla son 39 mil kilómetros, con unos siete mil habitantes, así que penan las ánimas", comenta por teléfono, agradeciendo el hecho de que "no hay contagiados por acá, aunque igual tomamos nuestras precauciones".
-¿Por qué volvió a aparecer públicamente?
-¿Por qué me meto yo? Yo me he asomado a la actividad política en los medios en estos días porque tengo la pretensión, que puede ser un poco vanidosa, de tratar de influir para tratar de tranquilizar el ambiente.
-¿Qué hay que tranquilizar?
-La contribución mía es muy modesta, lo digo, pero fundamentalmente es la idea de que se puede razonar en torno a las cosas. Se puede conversar con los que discrepan con uno, con los que tienen posturas distintas, en lugar de recurrir siempre al garabato y al insulto. Hay mucha gente circulando que es muy destructiva y contra eso hay que reaccionar. Y eso es lo que a mí me mueve. No tengo ningún plan político para mí, eso lo aseguro. Me preocupa el ambiente general. Hay mucha dureza.
-Justamente, se ha dicho que este nuevo gabinete es "duro". ¿Qué opina de este cambio?
-El cambio de gabinete reforzó al gobierno con gente experimentada y patriota, porque hay que ser patriota para sumarse a un gobierno que está en dificultades. Entrar al gobierno hoy día no es una cosa regalada, así que los nuevos componentes del gobierno están haciendo un esfuerzo por apoyarlo. Eso yo lo aplaudo. Creo además que en esta pasada Sebastián Piñera demuestra que decide compartir el poder que tiene en cuanto a jefe del Estado. Y eso es otro síntoma bueno porque el despeñadero en el que estamos no lo arregla una sola persona. Tiene que ser un grupo de gente muy amplio para lograr hacer frente a una situación difícil como la que tenemos, difícil por varios capítulos. Primero, la revuelta de fines del 2019, luego la pandemia y después las consecuencias económicas y sociales del confinamiento. Para eso se necesita un superequipo.
-Usted decía que se necesitaba a alguien que le diga al Presidente si estaba haciendo algo mal. ¿Pérez y Allamand cumplen ese rol?
-Yo creo que sí, me parece que ambos pueden decirle al Presidente, "mire, si quiere hace lo que está pensando, pero lo va a hacer sin mi apoyo". Y creo que Mario Desbordes está en situación también de decirle que no al Presidente. Ha demostrado, demasiadas veces a mi juicio, su capacidad de discrepar del gobierno. Ahora va a poder hacer lo mismo desde adentro.
-¿Entonces le parece bien que Desbordes haya dejado la presidencia de RN para irse al gobierno?
-Me parece que eso demuestra su lado patriótico, porque ha dejado de lado un proyecto político que él tenía. Y se va a un ministerio con el cual tiene hartas afinidades por su formación anterior (fue subteniente de Carabineros), pero que no es de mucha figuración política, afortunadamente.
-¿No le habría gustado tener una persona de su partido como ministro del Interior?
-Yo creo que el Comité Político no pincha ni corta. Esa es la verdad.
-Entonces, ¿para qué quería a Allamand ahí?
-Porque lo habría potenciado, le habría sacado más partido y habría oído a más gente. Porque en la política hay que tratar de invitar a otros a hacer cosas juntos. Nadie puede llevar un proyecto político en solitario, así como los exploradores de la Antártica. Hay que hacerlo en grupo.
-¿Cómo califica la gestión del exministro Blumel?
-Yo lo vi a él trabajando en la cosa cotidiana y es muy cumplidor. Pero está muy claro que no tenía ninguna experiencia política. Porque este sí trabajó colaborando con el "ministro" Larroulet (jefe de asesores de La Moneda), pero no trabajaba en el ámbito político. Eso está a la vista.
-Al gobierno le quedan 18 meses. ¿Dónde debe focalizar ahora su energía?
-El Ejecutivo tiene que definir con estos ministros políticamente potentes cinco o seis objetivos y tratar de realizarlos. Llevarlos adelante. Y me parece muy determinante que se tome una posición en el tema de la plataforma marítima en el sur, donde ya se adelantó Argentina. En segundo término, qué va a suceder en La Araucanía. ¿Van a poder vivir en paz los que viven y trabajan ahí? ¿O va a seguir el far west? Tercero, qué pasa cuando se acaba el toque de queda. Ya he visto invitación a manifestación corrida del 4 al 11 de septiembre. Cuarto tema, y quizás el más urgente, es qué hacer para reactivar la economía y al menos parar la olla para tanta gente que está sin trabajo. Y un quinto, que es mucho más difuso, cómo hacer para que la oposición se tranquilice un poco.
El "golpe de estado"
-Usted dijo esta semana que hay un golpe de Estado en ciernes. ¿Cómo sostiene esa afirmación?
-Es evidente que hay en desarrollo un plan de subversión. Esto salió de manera nítida en los meses de octubre, noviembre, diciembre y enero. En febrero menguó un poco porque apareció la epidemia. Entró un poquito de susto de salir en patota. Y resulta ser que un sector muy grande de la oposición nunca condenó paladina y francamente la violencia que se desarrolló en esos meses, como que juguetearon con la violencia. Estaban usando a los violentos para romper el sistema. En paralelo se neutraliza a la policía, que tuvo ene violaciones también de parte de los violentos. El gobierno tiene que hacer un superesfuerzo por persuadir a la izquierda de que esa vía no conduce a nada. También hemos visto que la Constitución la tienen hecha pedazos. La misma que decían que no se podía modificar y que era hecha en cemento armado, ocurre que ha sido modificada dos veces en los últimos 6 meses y las dos veces para llevar adelante proyectos inconstitucionales. Hay que hacer un tremendo esfuerzo para que en la oposición bajen un poco las revoluciones.
-Esas dos modificaciones fueron apoyadas ampliamente por los parlamentarios oficialistas.
-Los convencieron porque veían las encuestas, y como los pobres parlamentarios pasan pendientes de las encuestas, constataron que la gente quería dinero, aunque fuera a costa de sus propias pensiones.
-¿Y qué pasó ahí?
-Los partidos están muy debilitados, eso es un hecho, y el propio Sebastián Piñera hizo lo posible por debilitarlos en su gobierno anterior. Segundo, que el personal de los partidos se ha deteriorado mucho. Y en seguida, es falta de liderazgo, falta de convicción.
-¿Cómo ve el futuro de la coalición de cara al proceso constituyente e innumerables elecciones?
-Estoy de acuerdo en que el camino no puede ser más áspero. Pero pienso que esta modificación de gabinete nos va a ayudar a alinear las fuerzas y confío en que haya una readecuación interna, con más compromiso para respaldar al mismo gobierno ya que su gente está adentro ahora. No hay excusa para no apoyarlo. Y luego viene el rosario del amanecer con 11 elecciones el año próximo, sin contar primarias. Van a terminar completamente histéricos. Van a tener que tomarse como dos cajas de efedrina para aguantar el año electoral.
-Usted conoce hace muchos años al Presidente. ¿Cómo lo ve?
-Lo veo debilitado, muy frustrado. Pero está cosechando su propia manera de hacer las cosas. Esa forma que tiene de no comunicar lo que piensa y lo que quiere hacer. No baja las cartas. Va a ser muy difícil que aún la gente que lo quiere ayudar pueda hacerlo. Yo pasé por eso el año 12 y 13, cuando desde el gobierno se frustró la candidatura de Andrés Allamand. El gobierno puso todas las fichas en llevar a Evelyn Matthei, de la UDI, que no había concurrido a las primarias internas entre Allamand y Longueira. Y ahí perdimos por capotera, la presidencial y la parlamentaria, y con eso disminuyó la influencia que tenía la derecha en el curso de la política.
-¿Y cree que puede recuperarla?
-Yo lo veo difícil, a menos que haya efectivamente una reacción en la turbina que está en el centro de la cosa. La presidencia sigue siendo muy importante por el estatuto que tiene y si se deja ayudar el Presidente puede que mejoremos los puntos. Pero solo no puede. No pudo ya. Quedó ya claro.
-¿Y la oposición?
-Está peor que Chile Vamos. Muy condicionada por la franja extremosa que reúne el Frente Amplio y el Partido Comunista. Pero al mismo tiempo tengo la esperanza de que la izquierda educada que gobernó con bastante prudencia por 24 años en este país vuelva a su modo anterior, y defienda con la misma pasión el sistema republicano democrático y con el mismo espíritu práctico de entonces, el sistema de economía de mercado. Y por ahí puede que esté el arreglo de la situación.
"Piñera está cosechando su propia manera de hacer las cosas. Esa forma que tiene de no comunicar lo que piensa y lo que quiere hacer".