De qué hablamos cuando hablamos de amor
Netflix estrenó el docu-reality australiano "Amor en el espectro", una clase de educación sentimental para comprender a las personas con trastorno del espectro autista.
La flamante cultura de la inclusión ha logrado humanizar la televisión sin alterar sus fórmulas y estructuras. Decimos "humanizar" más allá del uso común que los productores de contenido siempre le han dado al verbo para referirse equívocamente a una indagación profunda en la intimidad de los personajes retratados (la manoseada idea de entrevista "humana", tan difundida en los años 80, por ejemplo). Cuando se trata de la exhibición de discapacidades, este concepto de lo humano suele adquirir especialmente un matiz lastimero y paternalista que, en beneficio del golpe de efecto, suprime los matices y complejidades que esconde todo individuo.
"Amor en el espectro" es un docu-reality australiano que el canal ABC estrenó en noviembre del año pasado y Netflix retomó ahora para la audiencia del streaming. Formalmente no hay aquí grandes diferencias con el resto de programas del mismo tipo: una banda sonora omnisciente que va del juego a la emoción, confesiones directas a la cámara y un seguimiento a la intimidad de sus protagonistas. Lo que marca la singularidad es la soltura y el desprejuicio con el que se mira hacia jóvenes que padecen trastorno del espectro autista. La gran barrera para todos ellos es cómo conectar románticamente con el otro.
La cámara se infiltrará en citas disfuncionales, en speed-dating para personas con autismo que se llevan a cabo en Australia y en instancias íntimas en las que se abordan asuntos como sexualidad, conflictos y temores. "Amor en el espectro" le da cabida también al humor en un territorio donde éste siempre brilló por su ausencia. La serie resalta los defectos y las excentricidades de los retratados rompiendo con el tabú de que no podemos reírnos de ciertos asuntos. La lógica aquí es más bien la opuesta: las divertidas obsesiones y disfuncionalidades de estos jóvenes -sumados a sus sueños y luchas- hacen que nos encariñemos con ellos, desde la empatía y la admiración frente a sus formas tan puras de amar.
Para su creador, Cian O'Clary, la serie funciona como una suerte de secuela de su apuesta anterior", "Employable Me", centrada en personas con diversas condiciones neurológicas que tratan de conseguir trabajo. Antes de eso, dirigió "Changing Minds", programa que no temía en buscar el humor al interior de un psiquiátrico y "Filty Rich & Homeless", experimento en el que cinco familias millonarias de Australia son invitadas a vivir como vagabundos.
"Amor en el espectro" es, si se quiere, también un experimento, tomando en cuenta que las citas son organizadas por el programa y los personajes están siempre amenazados por las cámaras. A ratos hay un juego consciente con ese engaño, como cuando una joven se siente ansiosa en medio de una cita y le pide al productor que corten para tranquilizarse.
El juego televisivo no impide, sin embargo, que conozcamos en profundidad a los personajes: Michael, tipo conservador que busca esposa; Chloe, una chica dulce que se siente atraída tanto por hombres como mujeres; Maddi, amante de los videojuegos y los animales; Kelvin, hijo de inmigrantes chinos que tiene serios problemas para actuar frente a desconocidos; Mark, joven encantador y romántico que sabe todo sobre dinosaurios; Andrew, fan de las películas de James Bond y Olivia, chica inteligente y radiante que pertenece a una compañía de teatro. Hay además dos parejas: los excéntricos Thomas y Ruth; y los entrañables Sharnae y Jimmy.
"Amor en el espectro" es un buen ejemplo de cómo debería ser la televisión: empática, dinámica, honesta y alejada de la manipulación.
Las citas de los jóvenes con TEA son captadas por la cámara de Cian O'Clary.
Por Andrés Nazarala R.
fotograma de la película