Posible suspensión del Festival de Viña
La intención de los canales de postergar el evento hasta 2022 no es una buena noticia. Con todo, falta aún la intermediación de varios actores que, hasta hoy, brillan por su ausencia. Aceptar postergar el Festival de Viña hasta 2022, sin dar la pelea, pareciera lo más cercano a un suicidio asistido que se haya visto en el último tiempo por estos pagos.
La solicitud formal de Televisión Nacional, Canal 13 y Fox, dueños de los derechos de transmisión del Festival de Viña hasta 2022, de suspender la LXII versión del evento, en febrero de 2021, asoma como un duro e irreparable golpe no sólo al espectáculo más emblemático de Chile y Latinoamérica, sino también a las cada vez más febles áreas de la economía y turismo de la Región de Valparaíso.
Tanto TVN como Canal 13, por intermedio de sus directores ejecutivos, Francisco Guijón y Maximiliano Luksic, aducen comprensibles apreturas comerciales debido a la emergencia sanitaria, incluyendo la complejidad del traslado de personal y equipos a la Ciudad Jardín (aun cuando se espera que en febrero, la ciudad de Viña del Mar ya habría salido hace un buen rato de la cuarentena), la complejidad de conseguir artistas internacionales dispuestos a venir a Chile y la siempre tensa relación con las compañías de seguros y sus pólizas, las cuales no se harían cargo de una suspensión de último minuto.
Por su parte, la alcaldesa Virginia Reginato se ha mostrado renuente a concordar una posible suspensión -la cual debiese ser de mutuo acuerdo entre las partes- y está dispuesta a hacer cumplir el contrato a las estaciones televisivas, más aún tomando en cuenta que aún faltan seis meses para la realización del evento, el cual -por experiencias anteriores- puede ser organizado y producido desde fines de noviembre.
El punto aquí no es el lógico desmedro que esto pudiese representar para las arcas del municipio y los canales, sino el impacto que ello tendría en el ya agonizante comercio viñamarino, su hotelería, gastronomía y, finalmente, la industria del turismo, uno de los puntales más virtuosos y redistributivos de una Región que, aunque busca otras vetas (portuarias, académicas, agrícolas, mineras y de servicios), siempre termina dependiendo de las visitas capitalinas y extranjeras durante los meses de verano.
Por lo mismo, queda la impresión de que en esta discusión, más allá del municipio y los canales, faltan otros actores e interlocutores. Entre ellos, el propio Gobierno (el intendente Martínez, Economía, Sernatur, entre otros), entes público-privados, como la Corporación Regional de Turismo de la Región de Valparaíso, las asociaciones de hoteleros y de restaurantes, las cámaras de comercio y turismo regionales y municipales, amén de los parlamentarios locales que se deben a sus vecinos y también a los beneficios que otorga la masiva población flotante que llega a la zona entre diciembre y fines de febrero: Viña no puede sobrevivir sin este evento.
Con su hermano menor, el Festival del Huaso de Olmué en el piso, sin público ni transmisión televisiva, con todo lo que ello implica para Olmué, Limache y la industria del interior, aceptar la suspensión del Festival de Viña hasta 2022, sin dar la pelea, pareciera lo más cercano a un suicidio asistido que se haya visto en el último tiempo por estos pagos.