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El historiador Emilio Toro Canessa se ha dedicado a investigar el auge de los grandes almacenes de barrio en el Gran Valparaíso, que persisten en la memoria de generaciones que crecieron alrededor de estos locales con mesones de mármol y escaparates de maderas nobles, atendidos por dueños provenientes en su mayoría de la provincia de Génova.
Golosinas, aceite de oliva, quesos, té, licores, sábanas, menaje, vestuario, clavos y parafina. Productos nacionales e importados. Aroma a especias y café. Altos estantes de maderas nobles, la atención de sus propios dueños, con inconfundible acento italiano. Durante las primeras cinco décadas del siglo XX, los emporios fueron los principales lugares de abastecimiento para los habitantes de Valparaíso, Viña del Mar y ciudades aledañas. Lugares que hoy son parte de un pasado glorioso que permanece en la memoria de varias generaciones como un recuerdo imborrable.
El 99% de los emporios del Gran Valparaíso entre 1900 y 1950 estaban en manos de italianos y, según explica el historiador Emilio Toro Canessa, "a principios del siglo pasado Valparaíso era un entrepuerto, considerado el 'Emporio del Pacífico'. Un lugar de abastecimiento, donde recalaban las naves y se guardaban los productos en los almacenes fiscales. Estos inmigrantes que se instalaron acá con grandes almacenes venían en su mayoría del 'Emporio del Mediterráneo", como se considera el puerto de Génova. Por lo tanto, traen un comercio que ellos ya practicaban en su ciudad de origen y se instalan a hacer algo que ya hacían, con la venta de alimentos no perecibles y frutos del país. La inmigración italiana que llega a Valparaíso es en redes; es decir, que venía uno primero y luego traía a un hermano o un primo, así que se van configurando una serie de factores para que proliferen estos emporios".
Toro Canessa, profesor de Historia titulado de la Universidad de Viña del Mar y cuya tesis de grado se llamó precisamente "El emporio italiano como centro social del barrio", se ha dedicado a investigar el auge de estos grandes almacenes en el Gran Valparaíso, cuyo devenir es también parte de su propia familia: su bisabuelo materno, Giovanni Canessa, llegó desde Rapallo en 1904 y se instaló con un emporio y un local de licores en la porteña calle Serrano. Y en 1911, junto a su hermano Blas, trajo a Chile desde la provincia de Génova el hoy llamado "tomate limachino".
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Los inmigrantes italianos se integraron muy bien al entramado social del Gran Valparaíso, proceso que el historiador dice que no puede comprenderse sin el cotidiano acercamiento que generaron los almacenes: "Se integraron muy bien porque fueron capaces de llegar a todos los lugares. No se concentraban en un barrio de elite o en un lugar de clase media, sino que también llegaban a los barrios más desprovistos. Por otra parte, los italianos no crean un barrio, sino que están dispersos por toda la ciudad, a diferencia de lo que ocurre en Argentina u otros países de América Sur. Los inmigrantes se mezclan en los barrios y hay una cohabitación de italianos, españoles, alemanes e ingleses, entre otros".
Con un magíster en Historia de la PUCV y un diplomado de la Universidad de Génova, el académico es investigador del Archivo Histórico Patrimonial de Viña del Mar, lo que le ha permitido tener acceso a valiosa información sobre el tema. En 2003 empezó a reunir material en la universidad, a partir de un trabajo que realizó sobre la inmigración italiana. Según los datos que ha recopilado, entre 1900 y 1950, en el Gran Valparaíso había 955 emporios o almacenes en manos de italianos, distribuidos en el sector de Santos Ossa y cerro Polanco (171), Playa Ancha (268), cerro Barrón (220), sector Puerto (177), plan de Valparaíso (50) y El Almendral (59) en la ciudad puerto; mientras en Viña del Mar eran 2 en Santa Inés, 26 en Recreo, 42 en el centro de Viña y 60 en la población Vergara. A su vez, Quilpué contaba con 18, Villa Alemana con 7, Quillota con 14, Limache con 22 y La Calera con 4. Y en el caso de San Felipe y Los Andes, ambas tenían 14 emporios italianos.
La mayoría de los emporios italianos establecidos en estas tierras replican el estilo de los locales de Génova, como por ejemplo el Emporio Seghezzo en Santa Margherite Ligure: ubicados en esquinas o esquinas crucero, con muebles y mesones hechos en roble o raulí, algunos con cubierta de mármol.
EL COMIENZO DEL FIN
La década de 1950 marca el comienzo del cierre paulatino de los emporios, que coincide con la llegada de los primeros supermercados. Además, los descendientes de los comerciantes italianos, por la movilidad social, no siguen con el negocio y optan por carreras profesionales. "Muchos de estos inmigrantes que llegaron a Chile a principios de siglo tenían estudios básicos incompletos, pero con este almacén, que era su medio de subsistencia, lo que dejan a sus herederos, hijos y nietos, es la educación formal, ya sea técnica o universitaria. Entonces esta nueva generación no quiere hacerse cargo de los negocios, porque la vida es muy sacrificada", cuenta Toro Canessa.
De los emporios fundacionales actualmente solo queda el Emporio Gandolfo, de la familia del mismo nombre; junto a La Bandera Azul, perteneciente a la familia Viacava, que se dedica al menaje, y El Olivar, también de menaje, que pertenece a la familia Noce. Uno de los últimos en cerrar, en 2015, fue la Bodega Pedro Montt, de la familia Bacigalupo, que partió en 1920. En tanto, el año pasado reabrió el Emporio Echaurren, en sus orígenes propiedad de la familia Ansaldo, convertido en un flamante café y cuya restauración estuvo a cargo del estudio de arquitectura y construcción Frac (encabezado por Roberto Fantuzzi y Jaime Rodillo), buscando devolverle el valor al centenario inmueble. "Es una recuperación patrimonial y nostálgica de un lugar que marcó historia en Valparaíso. Se trata de evocar un pasado glorioso", dice el investigador.
Pese al cierre de estos grandes almacenes, su huella sigue presente. "Si uno pasea por los cerros de Valparaíso, como Placeres, Esperanza o Cerro Alegre, muchos locales mantienen el nombre original del emporio, como para dar cuenta de la importancia que tuvieron -cuenta el historiador-. Por ejemplo, en Esperanza está el Emporio Risso y en Placeres el Emporio Palermo, que se encuentran cerrados, pero las fachadas evocan un pasado, porque tuvo una importancia en el barrio y la gente les guarda cariño. Los almacenes de barrio, hoy tan necesarios en pandemia, muchos ubicados donde estaban los originales, son los herederos de los emporios".