El hijo de Pedro Urdemales defiende a los monstruos
La saga juvenil creada por el escritor chileno Francisco Ortega llega a su fin con "Max Urdemales y la guerra Illuminati". Acá un adelanto de la odisea de un abogado para monstruos, vampiros y seres mitológicos.
-Supongo que debo darles la bienvenida-, dije apenas los vi aparecer.
-¡No puedo creerlo! -gritaron al mismo tiempo Natalya y Lanalhue, mirando a la muchacha y a los dos chicos que teníamos enfrente.
Fafnerd resopló y agregó:
-Son como ustedes -apuntó con su ala izquierda a cada uno de los tres jóvenes que aparecieron de pronto.
La niña tenía mi misma edad. También compartía conmigo el color de pelo, los lunares detrás del cuello y hasta la manera como se arrugan mis mejillas cuando me río o me asusto.
Además vestía igual que yo, con un «Robin» calcado que colgaba de sus hombros, aunque el suyo tenía una «R» bordada donde yo lucía la «M» de Moscú. Su «Robin» era como ese otro «Robin»; el viejo, el primero, el de mi abuelo.
Les voy a explicar mejor para que entiendan. ¿Se han mirado al espejo? Pues es el mismo efecto, pero en reverso. Es decir, imaginen que ven su reflejo y lo que observan es una versión de ustedes pero distinta. Si tú eres una niña, tu reflejo es un niño; si eres niño eres una niña y así.
-¿Quién eres tú?- me preguntó la chica que era idéntica a mí.
-Max Urdemales- contesté.
-¡Yo soy Max Urdemales!-explotó ella, levantando la voz.
Nos quedamos en silencio por tres segundos.
-Máxima- aclaró ella.
-Maximiliano- aclaré yo.
Era como mi hermana gemela. O algo parecido, pero en una versión extraña, producto de un hechizo o de lo que sea que ocurre en este mundo inusual en el que vivo y el cual ustedes pueden visitar cada vez que leen este diario, que es como un libro o como un… Bueno, ustedes ya saben perfectamente cómo es; imagino que ya leyeron los dos tomos anteriores de mis asombrosas aventuras, de otra manera no estarían en este párrafo. Y sí. Obvio que no comprenden nada, mal que mal la novela previa acabó de una forma bien distinta. Pero paciencia, ya sabrán lo que pasó y cómo se dieron las cosas, todo a su tiempo. Es que mi realidad se ha desordenado mucho, no se imaginan cuánto... OK, sé que algunos no tienen paciencia, y si tú eres un impaciente puedes ir al capítulo 6 y ahí sabrás qué pasó desde el final del libro anterior hasta ahora. Aunque, si me permites, te aconsejo esperar. Las grandes historias son las de «cómo» pasan las cosas, no las que solo se preocupan del «qué» pasa.
-No me esperaba esto- comentó Lanalhue.
-Y eso que la idea fue tuya- le contestó Natalya.
Máxima Urdemales alzó su mano hacia mí y yo acerqué mis dedos a los suyos. El contacto fue raro, como eléctrico. De golpe, ella apartó su mano y dio un paso hacia atrás.
-¿Qué clase de broma es esta?- levantó la voz.
-No es una broma- le contesté tratando de parecer sereno.
Rompiendo el hielo que se estaba formando, el joven vampiro, que era idéntico a Natalya, se adelantó.
-Yo soy Natán- dijo.
-Y yo Lleulleu- replicó el pincoy mapuche que era el reverso idéntico de Lanalhue.
-Esto me supera- comentó Bram, el novio de Natalya, que había permanecido durante todo el rito sentado fuera del círculo de piedras junto a Fafnerd, imagino que más impactado que todos nosotros-, demasiado freak.
-Como un pez con hombros- agregó el dragón, estirando su cuello hacia las estrellas. Una voluta de humo salió de sus narices y, formando un anillo, se elevó hacia el cielo rojo y aterrador que cubría todo lo que existía.
Por un instante pensé en mi situación. De pie allí, en el centro del aro de piedras de Stonehenge, junto a mis mejores amigos, mirando fijamente a réplicas exactas de cada uno de nosotros pero en versión inversa.
-¿Dónde estamos?- interrogó Máxima.
-En Stonehenge…- le mostré-, sur de Inglaterra.
-Sé lo que es Stonehenge y dónde queda, lo reconocí- replicó mi ¿hermana?, moviendo su nariz a los dólmenes-. Pregunto «dónde estoy».
-Estamos…- la corrigió Natán.
Miré a Natalya y Lanalhue.
-En la Tierra, en el mundo, en el…
-Sí, al menos se parece- agregó el tal Lleulleu, mientras movía sus alas emplumadas al mismo ritmo que lo hacía Lanalhue-, salvo por el color rojo del cielo.
-Ocre- corrigió Natalya.
-Es como el mundo bizarro de Superwoman- se acercó Máxima.
Miré a Fafnerd.
-Superwoman…- dijo el dragón-. ¡Por supuesto! El mundo de ellos es un espejo absoluto del nuestro. En nuestro lado leemos historietas y vemos películas de Superman, en el de ella -indicó a Máxima-, de Superwoman, tiene sentido. También tienen a las X-Women y a La Señora de los Anillos, ¿verdad? -preguntó.
Máxima miró a sus compañeros y levantó los hombros.
-Mejor dile quién eres, Max… -Fafnerd se retiró, tímido.
-Soy Max Urdemales y soy hijo de Pedro Urdemales, el Tercer Nacido más inteligente de todos los tiempos- le hice un resumen-. Trabajo a medio tiempo como abogado sobrenatural para monstruos, híbridos… Cuartos Nacidos- corregí-. Ellas son mis amigas Natalya Strogoff, que es una vampira rusa, y Lanalhue, que es una Pincoya y la nueva machi protectora de la isla Mocha. Ellos son Bram y Fafnerd- los miré-, compañeros en esta ruta.
-No puede ser- Máxima curvó una sonrisa.
-¿Qué no puede ser?
-Que ella es Máxima Urdemales- se acercó Natán-, pero eso ya lo sabes. Lo que ignoras es que mi amiga también es hija de Pedro Urdemales, el Tercer Nacido más inteligente de todos los tiempos- imitó mi tono-. Yo soy su mejor amigo, Natán Strogoff, y soy un vampiro ruso-miró a Natalya-. Y él es Lleulleu, nuevo machi protector de la isla Mocha.
-Y un Pincoy- interrumpió Lleulleu, observando a Lanalhue.
-Lo que sí- prosiguió el vampiro, mirando a mis amigos-, es que no conocemos a ningún Bram y a ningún Fafnerd en versión femenina.
-Me alegra ser único e irrepetible- comentó el dragón. -Entonces son como reflejos -Bram se acercó hasta ubicarse en medio de Natalya y Natán.
Max Urdemales, abogado sobrenatural, se encuentra con Noé el mítico hombre del arca.
Por Francisco Ortega
Marcelo Pérez Dalannays