La historia de Chile en pantalla
La polémica por la supuesta tergiversación de la figura del vicealmirante Huerta en una serie de TV vuelve a poner de manifiesto la eterna batalla cultural que la derecha simplemente no quiso dar. Es la eterna discusión por los espacios culturales, tan bien explicada por Antonio Gramsci y entendida en Chile por la Fundación Para el Progreso y Axel Kaiser. Ese es el escenario del debate. ¿Por qué no?
No pasaron muchos días desde el estreno por parte de Chilevisión de la serie "Hérores invisibles" antes de que se levantaran voces para criticar lo supuestamente poco fidedigno del relato que pone en valor el trabajo realizado por el encargado de negocios de la embajada de Finlandia en Chile, Tapani Brotherus, durante los meses que siguieron al Golpe de Estado de 1973.
La citada producción -bastante entretenida y bien hecha, por cierto- se toma la libertad de concentrar la representación del Régimen Militar en la persona del fallecido vicealmirante Ismael Huerta Díaz, uno de los uniformados integrados por el ex Presidente Salvador Allende a su gabinete como ministro de Obras Públicas y Transportes en un postrero intento por salvar su gobierno (de hecho, fue él quien debió lidiar con el histórico paro de los camioneros), y luego designado por la Junta Militar como ministro de Relaciones Exteriores en aquellos complejos días.
Fueron sus hijos quienes levantaron la voz, a través de una carta en El Mercurio. A ellos se sumaron luego varios exsubordinados, encabezados por el ex CJ Miguel Ángel Vergara, quien dio fe de "la elevada integridad moral y preparación profesional que lo llevaron a ser el primer Ingeniero Naval Electrónico de la Armada" tras sus años de formación en Alemania.
Huerta, interpretado en la serie por Cristián Carvajal, es ridiculizado (confunde Finlandia con Suecia en una cena en la casa del encargado de negocios de Finlandia), caricaturizado (se tira los pelos después de ser burlado una y otra vez por los ciudadanos que buscaba detener) y sindicado por los excesos cometidos sin mayor reflexión ni esfuerzo por incluir a sus superiores. De hecho, la única aparición de un miembro de la Junta es la del almirante José Toribio Merino defenestrando a Huerta en una azotea para luego enviarlo como embajador ante la ONU. Tras su retiro, cabe consignar, las ofició de rector de la U. T. F. Santa María (1977-1984), acaso su período más duro, según relata en sus memorias "Volvería a ser marino".
Con todo, la eterna queja de la derecha respecto del imaginario colectivo nacional, difundido a través de la cultura y el arte -donde siempre ha tenido mayor presencia y talento la izquierda- tampoco debiese resultar mayormente sorprendente. Por estos días coinciden con "Héroes invisibles" diversas otras producciones como "Tengo miedo, torero", sobre el atentado a Pinochet; "Pacto de fuga", que relata el escape de los frentistas desde la Cárcel Pública en 1990; el documental "El Negro", que resalta la figura de Ricardo Palma Salamanca, exfrentista condenado a doble cadena perpetua por asesinato y secuestro, fugado en helicóptero de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) y hoy asilado en Francia tras más de 20 años de clandestinidad en México; y la frustrada postulación de "Magnicidio" (sobre la conspiración para asesinar al ex Presidente Eduardo Frei Montalva, basado en escritos de Carmen Frei) a fondos del CNTV.
Es, finalmente, la eterna discusión por los espacios culturales, tan bien explicada por Antonio Gramsci y entendida en Chile por la Fundación Para el Progreso y Axel Kaiser. En ese escenario, el intelectual y el cultural, es donde debiese darse la discusión. ¿Por qué no?