Cuando leer a Beckett funciona como antidepresivo
El filósofo y teórico del arte Bruno Cuneo tradujo "Sobresaltos", el testimonio literario de los últimos días del creador de "Esperando a Godot".
"Sobresaltos" fue escrito por Samuel Beckett cuando el dramaturgo, novelista y poeta irlandés era un octogenario.
Sin estrella verde ni sujeto a control de psicotrópicos, "Sobresaltos", de Samuel Beckett, funciona como una fórmula química ante los fantasmas de la soledad y la angustia: "Es el lado feliz de leer a Beckett: un antidepresivo extremadamente lúcido, sobre todo este libro, que es la suma de su pensamiento sobre la vida y la escritura. Aunque, claro, muchos preferían calmarse leyendo otro tipo de textos, que le hagan el quite a estas verdades duras", dice el filósofo y traductor de "Sobresaltos" (Editorial Saposcat"), Bruno Cuneo.
La edición de lanzamiento de la última obra de Beckett fue calificada por The Guardian "como comprarse un Porsche para mitigar la angustia", debido a su corta extensión, tiraje limitado y la inclusión de nueve litografías del pintor irlandés Louis Le Brocquy. En la traducción de Cuneo, las imágenes son reemplazadas por dibujos de la destacada pintora chilena Natalia Babarovic.
El académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) agrega: "Creo en algo que decía Julia Kristeva ('Sol negro. Depresión y melancolía') de la literatura. Ella afirmaba que es un 'antidepresivo lúcido', es decir, no es una cura para la angustia o los dolores de la existencia, sino algo que te permite sobrellevarla. Beckett pensaba así también la literatura y hay un relato suyo que se llama precisamente 'El calmante', donde sus personajes se tranquilizan contándose historias".
En "Sobresaltos" es un anciano el que narra su camino hacia la muerte o hacia "desaparecer y reaparecer en otro", señala el autor irlandés que escribió en inglés y francés. Quería, precisamente, encontrar su propia voz en el laberinto de la traducción.
"Hasta que hubiesen tantos golpes y gritos desde que fuera visto por última vez que quizás ya no fuera visto de nuevo. Luego tantos gritos que desde los golpes se oyeron por última vez que quizás no se oirían de nuevo. Luego tal silencio desde los últimos gritos que incluso estos quizás ya no se oirían de nuevo. Así tal vez el fin", anotó Beckett.
-Beckett escribe este libro cuando ya es un octogenario. ¿Cómo crees que ha sido para los adultos mayores la cuarentena?
-La figura del anciano es central en los textos de Beckett, sobre todo en los textos más tardíos, tanto como lo eran los locos, los vagabundos o los payasos andrajosos en los más tempranos. Hay una anécdota que dice que Beckett descubrió su proyecto literario, su estética del despojamiento o su sintaxis de la impotencia cuando vio a su anciana madre afectada de parálisis. Entonces se dio cuenta que la literatura debía poder decir ese no-saber, esa impotencia o indefensión de la existencia con un lenguaje que no escamoteara la impotencia. Que dejara constancia de ella en la forma. Es una gran intuición y por eso los ancianos son tan importantes en su literatura. Son humanidad desnuda, despojada de todo elemento accidental o superficial, sujetos enfrentados al dramatismo de la existencia sin excusas. Ahora, claro, el texto lo escribió Beckett siendo él mismo un anciano y por eso es también un texto autobiográfico. Esta pandemia ha sido terrible, imagínate que ya es duro ser anciano al aire libre.
-¿Cómo lees o sientes "Sobresaltos" ahora que todos nos hemos acercado a la muerte, un poco?
-El libro iba salir el año pasado pero la cosa se fue posponiendo y si bien este era un año muy malo para las editoriales, lo publicamos de todos modos para mostrar cierta dignidad ante el desastre. Ahora, frente a la muerte, la literatura de Beckett puede decir mucho. Igual que todos los grandes escritores que no escamotean ese dato cruel de la existencia. Como Elías Canetti o Enrique Lihn. Y te diría que hoy más que nunca necesitamos de esa sabiduría trágica, porque nuestra creencia en la sanidad, la moda y la innovación tecnológica constante hicieron que de algún modo expulsáramos la muerte de nuestras vidas. Por eso, cuando se nos apareció este año, nos pilló psicológicamente mal equipados y nos hizo pensar que estas cosas pasaban sólo en la Edad Media.
-"Su débil luz invariable distinta a todas las luces que pudiese recordar desde los días y noches en que el día seguía a duras penas a la noche y la noche al día. Esa luz tan solo esperando", es una de las primeras frases del libro cuyo manuscrito está en la Universidad de Reading, Inglaterra, y, quizás, tiene una cierta similitud con la "Balada de la Cárcel de Reading", de Oscar Wilde. ¿Cómo ves esa relación?
-El protagonista de 'Sobresaltos', podríamos decir, es un Wilde que nunca hubiese salido de la cárcel. Son dos existencias confinadas. Y el confinamiento los lleva a la deriva melancólica, a pensamientos mortales. Eso está muy presente en el poema de Wilde, es cierto. Me quedo pensando en esa relación tuya.
-¿Y cómo es tu relación con Beckett?
-Lo leo desde joven y para mí es un autor muy importante, uno de esos muertos memorables que enmiendan o fecundan tus asuntos, como decía (Francisco de) Quevedo en un poema. Cuando era joven me interesaba mucho la literatura existencialista, pero me llamaba la atención que "El Extranjero" de (Albert) Camus o "La Náusea" de (Jean-Paul) Sartre hablaran del vacío y la melancolía y nada de eso afectara a las palabras.
-Beckett fue cercano al existencialismo.
-Pero su estética del silencio o del despojamiento, por el contrario, se hacía cargo de ese vacío y esa melancolía dejando que también horadasen la forma. Mostrando, por así decir, la impotencia del lenguaje. Eso me interesó mucho y comencé a seguirlo. Quedé un poco agotado, porque Beckett es un autor fuerte, que te quita toda certeza y seguridad. Además, es bueno a veces tomar distancia de un autor querido y volver a leerlo en otro momento de la vida: se pueden encontrar cosas nuevas, que no habías visto. Es emocionante cuando eso pasa.
-¿Has podido escribir en el confinamiento?
-Algunas cosas, no mucho, pero lo que más me ha costado retomar son mis lecturas: solía leer y escribir en cafés y, aunque pueda sonar extraño, echo mucho de menos la bulla o el ruido humano de esos lugares, que me permite concentrarme de un modo que no puedo hacerlo en la casa. Pero creo que los tiempos de incertidumbre son más propicios para la escritura que para la lectura. Cuando terminas con tu pareja no te pones a leer, te pones a escribir, cualquier cosa, sólo para calmarte, ¿no es así?
Por Valeria Barahona
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