Reflexiones sobre el desconfinamiento
El término de la cuarentena en Valparaíso y Viña del Mar impone grandes desafíos a las autoridades sanitarias y a la población general. La decisión significa un alivio emocional y económico, pero también abre una puerta a la reflexión sobre cómo debemos abordar la crisis por el covid-19 en el largo y mediano plazo.
Una sensación de alivio recorrió Viña del Mar y Valparaíso al saber que podían salir del duro sacrificio de la cuarentena a partir de las 05.00 horas del próximo martes 13 de octubre. Para muchos, principalmente el sector comercial asociado a labores turísticas, la decisión del Ministerio de Salud permite reactivar negocios y recuperar en algo las pérdidas sufridas en este periodo, que el lunes 12 de octubre se habrá extendido por 123 días. En varios casos, los dueños de pequeños emprendimientos estaban cerca de bajar definitivamente la cortina ante las perspectivas de que la reapertura esperada desde hace varias semanas no ocurría. Sin embargo, para muchos otros, el término de la medida más restrictiva que ha aplicado el Gobierno para enfrentar la pandemia desatada por el covid-19 plantea dudas y temores ante el riesgo de que se repitan aquí los rebrotes que afectan a ciudades del norte y el sur del país. Esa doble pulsión, entre la incertidumbre y la esperanza, ha marcado la vida de todos desde que en marzo de este año se supo del primer caso de contagio.
¿Qué es necesario para evitar que volvamos a caer en cuarentena? Los especialistas no tienen dos respuestas: mejorar la trazabilidad, aumentar los testeos y mantener toda la insistencia posible para que la población mantenga medidas como el distanciamiento social, el uso de mascarillas y el lavado constante de manos.
El Minsal informó ayer del desconfinamiento luego que los indicadores revelaran 28 casos nuevos en Valparaíso y 9 en Viña del Mar. A nivel regional, los casos activos alcanzaron las 1.614 personas y la positividad de los testeos se empinó al 6% para un total de 1.617 PCR realizados en las 24 horas anteriores.
Junto al impacto económico positivo, el fin de la cuarentena significa un alivio emocional y psicológico para la población enclaustrada y un camino hacia la regulación de las operaciones postergadas, de las atenciones médicas suspendidas por corresponder a patologías extra covid, un paso hacia el reencuentro responsable de familias y la visita con resguardos especiales a los adultos mayores cercanos. En el mediano y largo plazo, la decisión también abre una puerta a la reflexión sobre cómo la crisis por el coronavirus nos ha llevado a renunciar a libertades que pensábamos inamovibles y a cambiar hábitos y estilos de vida tan asentados en nuestra cultura -el beso de saludo, el apretón de manos, el abrazo entre amigos-, que volver a ellos se transforma en una reacción instintiva. En ese escenario, vale la pena recordar el pensamiento que expone el profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez, Daniel Loewe, autor de "Ética y coronavirus": Si el coronavirus se quedara con nosotros para siempre, ¿estaríamos dispuestos a aceptar las restricciones a las que nos hemos visto obligados en forma ilimitada?