El primer día del resto de nuestras vidas
En una jornada ejemplar, Chile decidió en las urnas que tendrá una nueva Constitución y que ésta nacerá de una Convención Constituyente.
La historia dirá que el domingo 25 de octubre del año 2020, millones de chilenos concurrieron a las urnas -en el contexto de una cruel y amenazante pandemia- y determinaron en un plebiscito ejemplar la confección de una nueva Constitución que reemplace a la de 1980 (reformada en 58 de sus puntos durante la presidencia de Ricardo Lagos en 2005) y que ésta será discutida y redactada por una inédita Convención Constitucional paritaria (conformada por 155 miembros ciento por ciento electos por la ciudadanía) el próximo domingo 11 de abril de 2021, en un plazo de nueve meses prorrogable por otros tres meses, y a lo cual debiera seguir un nuevo plebiscito de salida obligatorio.
El proceso, encauzado por un grupo transversal de la política chilena -de la cual se restaron partidos como el Comunista y gran parte de las tiendas del Frente Amplio- aquella urgente noche de noviembre, en medio de la más oscura crisis político-social de las últimas décadas, resultó tremendamente revitalizador para la democracia, con una alta participación (que valida incluso más la gruesa ventaja de la opción ganadora), una aplastante victoria del Apruebo y también de la opción de una Convención Constitucional que castiga severamente la participación de parlamentarios, como sí les garantizaba la segunda alternativa de una eventual Convención Mixta.
Mucho mérito en ello tiene el Servel, presidido por Patricio Santa María, al ser capaz de levantar en pocos meses (con la asistencia de los poderes Ejecutivo y Legislativo), un Plebiscito que no estaba considerado en el calendario electoral, aun cuando la pandemia provocó su postergación del 26 de abril hasta el día de ayer.
Pero, finalmente, el depositario de la soberanía que es finalmente la población chilena, dio un ejemplo de madurez cívica y democrática, tanto los votantes como los 240 mil vocales de mesa que llevaron a cabo sus labores con total profesionalismo pese a la amenaza sanitaria antes comentada.
¿Significa esto que los problemas, las desigualdades y las mezquindades desaparecerán como por arte de magia a partir de hoy? Obviamente, no. Por lo mismo es tan importante comenzar a trabajar en la discusión constitucional, con el cuidado de no transformar este plebiscito en algo más, como ya han pretendido ciertas voces marcadamente extremistas, que han llegado a plantear sus dudas sobre la continuidad de la actual administración del Presidente Sebastián Piñera, electo de la misma democrática forma que la utilizada en los comicios de ayer.
El país se pronunció y, de la forma más clara posible, dio a conocer su opinión. ¿Significa esto que continuará la polarización, la violencia y las divisiones? Esa pregunta sólo la podemos responder entre todos. De la misma forma que Chile ayer tomó una decisión, la misma debe ser defendida a rajatabla de todos aquellos que buscan prolongar la intolerancia e imponer sus términos por intermedio del miedo y la violencia. Si nos pusimos de acuerdo en una nueva Constitución y en el método para conseguirla y crearla, ¿por qué no comenzamos con una drástica condena al vandalismo y los ataques a nuestras ciudades?