Un cazarrecompensas con armadura avanza por el desierto cargando a un bebé verde de orejas puntudas. Parece una escena sacada de un spaghetti western de Sergio Leone mezclada con una película clase B de ciencia ficción de los años 50. "The Mandalorian" honra a George Lucas reviviendo contextual y estéticamente la primera trilogía de "Star Wars". Juega, además, con el caudal cinéfilo de obras que influenciaron a ese cineasta creativo que, accidentalmente, creó una bestia que después no pudo seguir dominando. Hoy, cuando han pasado tres trilogías, un par de spin-offs y producciones para televisión que extienden el universo estrenado en 1977, todo el contenido de Lucasfilms ha pasado a ser propiedad de Disney. Una mina de oro que seguirá siendo explotada mientras su creador probablemente reflexiona sobre los fascinantes caminos que pudo haber tomado su existencia si el éxito no le hubiese explotado en la cara como dinamita, postrándolo en su rancho en uno de los retiros más prematuros y millonarios en la historia del cine comercial. Lucas, uno de los más aventajados de su generación, pudo haber sido como sus amigos Martin Scorsese o Francis Ford Coppola si no hubiese quedado estancado en los profundos fangos del éxito.
La serie, una de las grandes apuestas de la recientemente estrenada plataforma Disney+, vuelve entonces al Lucas de juventud como una ofrenda merecida. Lo hace con respeto y entusiasmo. El hecho de que la acción transcurra cinco años después de los acontecimientos de "El regreso del Jedi" (1983) permite que los nuevos personajes se muevan en ese mundo. "The Mandalorian" no evita las naves espaciales ni las geografías singulares del universo de la saga, pero sus territorios predilectos son el desierto, las tabernas ruidosas y las locaciones retrofuturistas donde habitan androides oxidados, criaturas extrañas y monstruos monumentales que recuerdan al Leviatán bíblico.
La serie se da el gusto incluso de hacer guiños a esos referentes B que alimentaron a Lucas. Los filma con métodos obsoletos. Baby Yoda -el bebé de la raza del recordado maestro Yoda al que ayuda el protagonista- a ratos deja de ser una animación digital para convertirse en un muñeco que camina sobre una maqueta. En tiempos de formulismos técnicos establecidos, "The Mandalorian" homenajea la vieja artesanía del cine fantástico.
En términos narrativos, la producción rescata la simpleza de las obras iniciales de la saga, volcándola hacia el minimalismo. El héroe de turno no pertenece a la bipolaridad de fuerzas propia de "Star Wars". Es uno de esos personajes que siempre estuvieron al medio, lejos de solemnidades y lecciones, sobreviviendo a cómo de lugar, trabajando para el mejor postor. Un referente inevitable para comprenderlo, mirando hacia las viejas producciones, es Boba Fett, personaje cool y amoral que operaba donde estaba el dinero. Din Djarin, el nuevo protagonista (interpretado por el chileno Pedro Pascal), luce aquella armadura y tiene el mismo oficio. Es, sin embargo, un tipo duro con una misión noble como es devolver Baby Joda a los Jedi. No es menor que el director de la serie, Jon Favreau, se inspirara en el Pistolero sin Nombre de Clint Eastwood para crear y componer el personaje.
A la suma de operaciones visuales y narrativas que aplica para volver a los orígenes, "The Mandalorian" reintegra un factor que con los años la saga fue perdiendo: la comedia. Es un humor cándido y ligeramente absurdo que funciona como un gran condimento.
En la serie, el protagonista Din Djarin debe entregar al Baby Yoda a los Jedi.
Por Andrés Nazarala R.
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