Problemas marco en un nuevo barrio
La institucionalidad ambiental y urbana parece no dar el ancho ante iniciativas de gran envergadura como el proyecto de Las Salinas. Las consecuencias de un mal proceso podemos verlas cualquier día que pasemos por el estero, donde nunca se instaló una Marina Deportiva. Al final del día, es la ciudad la que se queda sin pan ni pedazo.
Pocos temas tienen la capacidad de movilizar a las comunidades locales como los grandes proyectos de desarrollo urbano. Movilizarlas a favor y en contra, porque suele ocurrir que entre los tecnicismos y los conflictos de intereses, entre las sospechas fundadas e infundadas, a veces pasan años en tramitaciones interminables y/o pugnas judiciales. Viña del Mar es una ciudad particularmente fértil en iniciativas de este tipo. Sin retroceder demasiado, a principios del siglo XXI, la empresa canadiense Baird propuso la construcción de una marina deportiva en el lecho del estero Marga Marga. La idea entusiasmó rápidamente a la autoridad municipal, que organizó un proceso de participación ciudadana para darla a conocer y recibir sus observaciones. Baird aparecía en los papeles como una firma ejemplar, con todo el respaldo técnico y el cumplimiento ambiental que exigía provenir de un país del primer mundo. Además, su propuesta prometía no solamente solucionar los riesgos de inundación que representa el Marga Marga cuando hay temporales intensos, sino que planteaba la oportunidad de instalar emprendimientos en sus laderas -comercio, restaurantes y una opción hotelera con vista al mar- y proyectaba una recuperación del comercio tradicional del centro de Viña del Mar, golpeado en esa época -y aún- por el crecimiento del polo comercial de 15 Norte. La iniciativa enfrentó tantos cuestionamientos -técnicos, ciudadanos y administrativos-, que Baird desistió después de batallar varios años, pero los problemas que decía solucionar permanecen intactos. El estero aún es un riesgo si viene un temporal como "los de antes", la calle Valparaíso y aledañas languidecen sin oportunidades de repunte, y las riberas permanecen flanqueadas por avenidas, sin una integración urbana satisfactoria.
La reflexión surge a propósito del proyecto Nuevo Barrio Las Salinas, que una inmobiliaria ligada a la familia Angelini propone para las 14 hectáreas de terreno que por más de 70 años ocuparon estanques y tuberías llenas de hidrocarburos o derivados. La discusión sobre esta iniciativa -que este Diario ha promovido con varias publicaciones y dos charlas online, en las cuales han participado tanto la firma impulsora como especialistas y detractores- es ineludible y necesaria, así como la participación a fondo de los vecinos que se verán directa e indirectamente tocados por sus beneficios o perjuicios. Sin embargo, por momentos queda la sensación de que la institucionalidad -ambiental y urbana- no da el ancho en su tarea de dar un marco adecuado para desarrollos de la envergadura del Nuevo Barrio Las Salinas ni tampoco de garantizar que los requerimientos de los viñamarinos preocupados tengan una solución que los deje, si no totalmente satisfechos, al menos tranquilos de haber participado activamente. Las consecuencias de un mal proceso podemos verlas cualquier día que pasemos por el estero. Al final del día, es la ciudad la que se queda sin pan ni pedazo.